El timbre
por Edith Migliaro
Pasaste varias veces frente a la puerta, el timbre estaba a la derecha como es habitual.
Pensaste mucho, si abrían y en cuanto te vieran cerraban de un portazo, eso sería una bofetada a tu alma, ya mal herida, la justa retribución a tu cobardía de entonces.
Y si abriera otra persona, un desconocido, como seguir o mejor dicho como comenzar otra vez.
Pero estabas ahí, era ahora o nunca, que tenías otra cosa que perder, desde entonces y hasta ahora solo resististe.
Te paraste frente a la puerta tocaste, tardaron en abrir, ella estaba allí, lágrimas corrían por sus mejillas, no lograban saber si eran de emoción.
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