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Extraños

 

Belerofonte y la cebra

por Víctor Del Duca

 

Belerofonte y la cebra

Pronto seré Belerofonte, ese jinete que monta ruidos vestidos de blanco. Pronto seré quien dome góticas sepulturas de ámbar, porque aquí y desde aquí confundo cárcel con heterodoxia. Hay sin embargo en este confín un diente que ríe de su pasado, un diente que dibuja caldos de perlado azufre y un diente extraviado en el sin fin de una simétrica popularidad lechosa. Soy la escuela de un elevado número mal alimentado, pero pronto seré Belerofonte y nada de eso importará. Oh no señores, aunque me cueste la vida entera sangraré por eso.

Otros han dado fin a la quimera, a la del doble sentido, a la del sueño. Porque el león come lo blanco y la hiena come lo negro, porque la rapiña vuelve a comer lo blanco y el gusano vuelve a comer lo negro. Porque intoxicados de ecosistemas los hombres tornan a lo inmediato, a lo estéril a lo puramente coloquial. Porque un sueño que se sueña no es mas que una burla segmentada en infinitos.

Voy dispuesto a reducir al tiempo entre mis manos, a acariciarlo y a embadurnarlo para que se detenga, para decirle que no es necesario girar, girar y girar, que con una sola vuelta alcanza, que lo que tengo que decir se dice con una sola palabra.

Una rural semblanza tortura hoy al afilado grito que nace de la tierra (guacho de Pampa). Pero agrio es el dolor que siente mi caballo al recibir esa suerte de espuela adamantina. No hay sangre que espese ante la salud de un puñal mítico y sepulcral. Es mi soledad la que, sin anclar, boga a la deriva. Pero pronto seré Belerofonte para acabar con esa duda que se hace llamar Pegaso; claro que sin alas y sin virtudes heroicas, este Pegaso es apenas una réplica de aquel equino alado que supo mi futuro nombre enaltecer. Pero cuidado porque un árido bigbang arriesga en mí su clemencia aletargando mis sentidos más puros y apagando la sed que involuciona en el ocaso de mi sórdida dependencia.

Un líquido fulgor solapa mi existencia, bien sabe el  derrotero que, herida por Zeus, mi lengua se marchita. Ya lejos del brutal accidente de la creación un vago rumor demora mi paciencia y gratifica a Dios que a tientas si ilumina esta precaria vocación de mártir. Es el reposo la búsqueda que me atormenta. El sigiloso vaivén de una brida ajena a todo  tropo. Anclado en el abismo de oscuras salvaguardas el destino propone morir en el consuelo. Es por lo tanto la fuga un devenir de rotas simetrías dispuestas a castigar al  caldo de toda ficción. Fuera de peligro y ya en plena mística las heridas tienden a sangrar por dentro. Son breves epitafios que ligados al adiposo casco de quien galopa sufre la pena mañosa  de la  fértil excomunión.

 Hoy lejos de aquella evocación trituro al planeta con la luz de un esqueleto, me remito a la luna que me proyecta. Soy la sombra que oscurece la perpetuidad del aire, soy sólo una frase tatuada en el olvido. Soy Pegaso. Soy conquista, pero jamás Belerofonte. Hoy habito en el mármol sin conocer la duda, focalizando laberintos. La dispepsia de Pegaso pudo más que mi memoria, fui derrotado por el Golem. Solo me queda una ocasión  ya sin vértigo ni altura porque el final se extingue en el tiempo y en mis manos.

Atesorando  reliquias mal fundadas busco en la predicción del hambre lluvias bélicas, porque el mito anula a la cotidianeidad. Es la cebra el arte de su relincho, su mal utilizada sombra, su eléctrica disciplina diezmada por lo vital. Las hojas caen y junto a ellas toda una primavera de brotes sin sentido. Pronto volaré  montado en kilómetros de barro, en epopeyas tiznadas de alegría. Pronto seré tu voz, pronto serás mi voz.    

Un frágil cielo de nubes sin destino es mi residencia, Un ríspido peregrinar de bronce mi fiel predilección. Todo se anula, todo se pierde. Nacido del mar aglutino castigos ilusorios. Solo un coagulo de sangre reemplaza a aquella popularidad lechosa. Solo un coagulo de muerte se resigna a verme juguetear con la quimera; que es acaso mi destino, nuestro destino, todo destino, que es acaso, y sin lugar a dudas: YO Belerofonte, YO cebra y YO destino.

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Víctor Del Duca, entre sus libros: Argirópolis, A bordo del Viento, Hilos Secretos.

Argiropolis        A bordo del viento         Hilos Secretos

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