Universo cuentos

 

 

 

 

Para consultas escribir a:
centroavatares@yahoo.com.ar

Visitanos en:

   seguinos en instagram

 

suspenso

 

El más malo

por Alejandro Daniel Romero Maidana

Una historia escrita y vieja como casi todas,  aunque muchos de nosotros creemos saberla, caemos forzosamente en una suposición empírica, quizás restregada, bastante costumbrista, hasta podría decirse inútilmente memoriosa. En realidad casi nadie la conoce, nunca alguien pudo o estuvo allí para corroborarla, quizás no ocurrió, ni ocurrirá jamás todavía... todavía.... tal vez hoy llegue ese día, cuando sean las seis.

Un lugar pequeño entre soledades, vastas montañas,  desierto; el tiempo por aquí siempre iba tarde, hasta algunas veces decidía no venir. Arribó, pero se tomó su tiempo... Unos seis mil seiscientos sesenta y tanto de años, más o menos, en fin nada cambiaba. Hasta las milésimas de polvo que se levantaron con los pasos de  aquel zaino, volvieron a caer exactamente  en el mismo lugar. El sol tenue, amarillento, típico de un atardecer de comienzos de junio se situaba por detrás, entre tanto y tanto avanzaba Él, junto al velo oscuro de su sombra, tal cual abrazos suaves de vampiros en la noche, iban cubriendo toda  la calle, a lo largo y a lo ancho. Su trote lento, distante, fantasmagóricamente aterrador, aun así delicado y exquisitamente continuo, una y otra vez…. Una y otra vez… Puertas, ventanas,  lo que estuviese abierto se cerraban apresuradamente en cada paso, todos lo conocían. Era probablemente el vestigio de maldad más perfecta, hecha hombre sobre la tierra.

Al bajar de su montura, miles de pestañas “marcos retorcidos”, encerrados lunares de almas acusadoras, escapaban a través de cerraduras y rendijas intentando en vano apuñalar su espalda, Una y otra vez… una y otra vez…….

Entró Él al salón, hubo silencio, dirimiendo la tierra toda. Imágenes  raras, sonidos ocultos, personajes extraños, enigmáticas y sombrías vicisitudes que formaban parte del devenir del mundo, quedaron congeladas en su tiempo, empezando luego a girar alrededor de su sombra. Porque Él era una sombra... de otra sombra.

Afuera, volvía nuevamente a silbar el viento dando espanto al único perro que ladraba.  Adentro Él dio unos pasos, siempre tranquilo, inmerso en esa calma aparente, sentándose luego junto al mostrador. Algunos parroquianos aprovecharon para irse rápidamente del lugar; la música volvía a escucharse. -Buenas tardes señor, ¿que se le ofrece?- Preguntó el cantinero. Él, no mostraba aún su mirada oculta en el sombrero.

 - Señor disculpe, ¿qué puedo hacer  por usted?- Preguntó nuevamente el cantinero, tocándole tímidamente el brazo izquierdo. Su mano muy gorda y sudorosa volvía rápidamente al costado, Él, luego de observarla, regresó sobre sus ojos y le dijo: -¡Dígame su nombre! El cantinero algo confundido respondió:

- Me llamo Roque señor.

- Escúcheme bien Roque porque solo se lo diré una vez, quiero una botella de la mejor aguardiente que tenga… por favor.

- Cómo no señor, enseguida se la alcanzo.

El más malo

A espaldas de Él, se encontraba El Otro, Sentado, jugando al solitario con el revólver sobre la mesa; Él, botella en mano con dos vasos entre sus largos, finos y llamativamente delicados dedos, se dio media vuelta y acercándose a El Otro, preguntándole:

- ¿Me acompaña?

- Claro que sí ¿por qué no? Luego, Él, lentamente sirvió los vasos, las miradas de ambos, muy oscuras, muy vidriosas, muy inmersas en circunstancias tremebundas, se contorneaban en un grávido sosiego que paradójicamente disfrutaban, aunque no iría a existir jamás, algún que otro insondable parpadeo entre sus ojos... 

- Salud.

- Salud. Dijo, El Otro. Un segundo antes de beber el aguardiente de un sorbo, algo detuvo a Él y por consiguiente a El Otro; Él, llamó al cantinero mientras encendía un cigarrillo.

- ¿Sí señor que se le ofrece?, - Él, de un salto se puso de pie arrojándole el aguardiente de su vaso. Mientras sujetaba al servil con una mano. Daba una pitada profunda a su cigarrillo... entre alaridos y llamas que quemaban los pocos  pelos del cantinero señaló, Él, el arma de El Otro; como pidiendo permiso.   - Sería un honor respondió El Otro. En medio segundo, el cañón  ya estaba en la boca del pobre Roque, explotando dentro de su cabeza, después, Él, cruzándose del otro lado de la barra eligió otra botella. Sin dejar de mirar por el espejo a  El Otro y  al pianista, que volvía a tocar velozmente.

- ¿Por qué es que nunca supe de ti?, El De Arriba te tenía bien guardado. (El Otro)

- Gracias respondió Él, mientras le devolvía el arma. Luego preguntó: 

- ¿No va a cargarla de nuevo?, dicen que el seis es su número de suerte.

- Así dicen, más hoy no será necesaria. Hablando de todo un poco, pensé en venir como Ella, es una de mis favoritas, pero sé que son tu especialidad; no me hubieses dado tiempo alguno;  ni siquiera me hubieses invitado a beber; ¿me equivoco? - Preguntó El Otro.

Un esbozo aparente sin mea culpa y calma, farisea sonrisa que quizás dejó asomar entre sus dientes, fue la respuesta de Él, sin sentido alguno.

- Siempre supuse, dijo  El Otro, que mi rival en este día sería alguien más representativo Del Que Está Arriba; no imaginé que sería alguien como vos; ¿puedo tratarte de vos no? -Él, asintió con la cabeza. Todavía cuesta creer, lo mejor, del lado de lo peor. ¿Por qué no vienes conmigo? podemos hacer todavía grandes cosas juntos. (El Otro.)

- Hm no creo, nunca me duraron los socios. (Él)

- Hay algo que todavía me pregunto (El Otro), si me vences, ya no  existirá un reino en el que puedas entrar, si te mato yo, una de las condiciones con El De Arriba; es no permitirte la entrada bajo ninguna circunstancia. No entiendo… ¿qué ganás?

Él, respondió:

- Quizás El De Arriba te conoce demasiado. Eres alguien que no siempre cumple con su palabra; tal vez no lo sabremos hasta que pase. ¿El De Arriba lo sabrá? (Él).

- El De Arriba sabe lo que pasa, pero no creo que se permita el saber qué haremos, aunque puede, es demasiado quisquilloso con estas cosas, a esta altura, lo conozco demasiado. (El Otro)

- Tal vez... (Él)

El otro, mirando el reloj dijo:

- Ya casi son las 6 ¿terminamos dentro o fuera?

- Como usted lo desee dijo Él, solo discúlpeme un momento. Dándose media vuelta hizo señas al pianista para que toque con más ímpetu, inundando inmediatamente este el salón con su música; Él, ya se había puesto de pie y acercado al piano, posando su brazo derecho sobre el hombro izquierdo del avejentado músico, quien sobresaltado detuvo imprevistamente la ejecución, faltando casi nada para que sus latidos hiciesen lo mismo.

- ¡Ey amigo! Nunca deje de tocar lo hace usted muy bien, si muero quédese con mi caballo y mis cosas.- Dijo, Él. Luego volvió adonde se hallaba El Otro, que lo observaba con una severidad absoluta y todavía no existencial entre ellos, después, estalló repentinamente en carcajadas.

- Me engañaste de nuevo... ¿por qué no lo hiciste? (El Otro)

- Él, respondió: - Lo conozco del “otro lado” y de otros lados, realmente me agrada cuando toca “la canción de Pauli”

- Amigo, no queda casi nada en la botella, quizás debamos hacer un último brindis, -dijo El Otro;

- Tal vez... respondió, Él ….

Estando los dos de pie el reloj de pared dio su primera campanada, toda la gente ya se había retirado alborotada, dejando caer mesas sillas y vasos,  excepto el pianista que seguía tocando como un ánima poseída, al escucharse la segunda, El Otro, desenfundo imprevistamente y gatilló una vez, a esa distancia era imposible fallar. Y no falló, el problema era que la bala que debía estar allí, era la misma que había destapado la cabeza del cantinero. Sorprendido observando su arma se le escucho decir… “Debí esperar a que fuesen las seis” ... luego cayó muerto.

Y ese fue uno de los finales de esta historia; como casi tantas otras veces, la maldad acaecida, solamente podría ser derrotada por una maldad mayor. El De Arriba lo sabía y es por eso que eligió a Él, su mejor y peor creación del día 6, para asegurarse así una victoria perdurable... A fin de cuentas...Yo lo sé casi todo... y lo sabré hasta el final de los tiempos…  Sabré que siempre… Él … será… EL MÁS MALO…

.........................................................................

Alejandro Daniel Romero Maidana

 

 

Alejandro Daniel Romero Maidana, autor del libro de finanzas, Aprenda y gane dinero en la bolsa Argentina. Estrategias comprobables, de cuarta edición. Escritor.

 

 

 

 

 

volver a Suspenso

 

marta rosa mutti

perfil Marta Rosa Mutti

Avatares - Centro de narrativa y poesia

cursos y seminarios - apasionarte

libros - Marta Rosa Mutti

Asterion letrario

vuelo de papel

novedades Avatares

textos y contextos - Avatares letras

serviletras

contacto-avatares

 

avatAres apuntes literarios y algo más - Anuario de letras - Publicación de Avatares letras, Escuela de escritura - Comunicate: 011 15 40752370 - centroavatares@yahoo.com.ar