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Cuentos terror

 

El hombre en el espejo

por Luis Colqui

Aquella tarde plomiza estaba parado delante del espejo rectangular, la cara opaca y ceñuda parecía distinguirse de las grietas de luz que chocaban contra el ventanal, una vestidura de sombra era el único reflejo alquimista, y decidió quedarse contemplando su figura inverosímil. Su nombre era Eulacio Bragamonte, rozaba los cuarenta años, de familia vasca, y proveniente materno de dos generaciones de húngaros. Acaso perduró en él el rasgo senil y la mentalidad de barbarie que trajeron sus antepasados de las tierras confinadas por las guerras civiles. Desconozco si de algo sirve esta narración, sólo sé que en minutos habré entrado al laberíntico porvenir de lo inimaginable, guiado por la curiosidad del suntuoso recorrido. Si es mi deber la locura, lo aceptaré con gusto.

Se quedó mirando escuetamente hacia el anillo de curvas que exploraban la materia, la visión pausada del tiempo irreflexivo, y cerca del Dios elemental los universos mentales que constituyen la sustancia de la creación. En el relumbro del espejo había soles, lunas, pasajes sombríos, polos superficialmente opuestos y contrastantes y la naturaleza humana del infinito que rodea a la ilusión de lo eterno. Además, en esa visión que tuvo, de pletórica o esplendor, convergieron un centenar de mundos y universos, formas adyacentes que se adelantaban a lo rústico del hombre y el inalterable fulgor de ángulos contrapuestos que abrían dimensiones irrecuperables. No se dejó embaucar por el misticismo de lo inalcanzable, y se preguntó si habría un solo dios. El ánima se hizo presente con su velo de resplandor. El Dios era uno solo y del otro lado la oscuridad. Como habría de entender un sacerdote, un monje o un Buda: <<Todo existe y la nada es la inexistencia.>> Intrínsecamente descubrió que la era del azufre y el fuego eran espejos de las escrituras bíblicas, dos realidades ilusorias verdaderas, quizá tendría razón Salomón en los textos sagrados de los libros que habitaban en su biblioteca. El amor y el odio es una misma emoción de diferentes polos, así como la sabiduría y la ignorancia.

El hombre en el espejo - Luis Colqui

<<El mundo es uno solo y todos somos una pieza del rompecabezas>>, pensó ingrávidamente. Parpadeó al ver que la existencia transcurría como la fuente de un arroyo. Un mapa con infinitos recorridos marcaba el paso de cada uno, caminos de piedra, de arena y de ceniza, luego vio que algunos estaban alumbrados, otros en la tiniebla de la penumbra, y los hilos del recorrido no tenían un fin, sólo un nuevo comienzo. Veía el tiempo como un reloj de arena que corría sin cesar, para algunos, no para todos, como Matusalén que parecía haber podido detener el tiempo. A rastra lleva cargando el cansancio, la vejez y la longevidad, pero trae consigo la fórmula del conocimiento, sabiduría y experiencia como todo patriarca. No le bastó la edad para vivir. Más bien le sirvió para escalar las gradas de evolución, cuyo tiempo prorrogativo sería aún desconocido.

En el interior del espejo había un hombre pálido, con una sonrisa siniestra que habitaba en un recinto crepuscular. Hablaba con voz indómita y observaba a Eulacio. Inagotables leguas convexas emergían de su boca, y se adentraba en las efemérides póstumas de la vida. Creo recordar que Eulacio perdió la conciencia por un escaso tiempo y la minucia de pausados segundos. Líbreme Dios si estoy alterando la más verosímil de las conjeturas. Trasoñar es fingir la verdad, ¿alguien lo sabrá o seré yo el único? Estaría siendo desdeñoso con el saber humano, como si tuviese un carácter conspicuo de erudición y razonamiento. Después de malograr tantos recuerdos, me vino a la mente lo irrefutable de aquel lugar perdido.

Estaba parado en un valle nublado en el que regían las tormentas, en la cima del mundo cuya apariencia no transmutaba, con el cariz de embeleso a los siete mares, la bestia y el dragón devoraban los océanos y el silencio era misérrimo. Pudo ver la luna incipiente, los cielos remotos, galaxias que eran ovaladas y una pirámide que se erigía sobre sí misma, con los peldaños invisibles, y en la tiniebla se escondía la serpiente con ojo tornasolado de tigre. Vio la paloma y el ave y el unicornio y todo aquello en el paisaje celestial de lo divino al lado de la gloria de los profetas, donde no había hechiceros, sino hombres impíos. Quien manda no es un hombre inútil, sino el que posee la inteligencia y el don de la sabiduría. Rezó el canto alegórico que lo redimiría de todo pecado. La figura del hombre estaba en un espacio sustancial, vedado por las agonías, los senderos y lo arcano del universo. En lo ínfimo y en lo más alto habitaba el ser ilustre, envuelto en su corona de oro, erguido bajo una humareda de aliento claro, y dislocaba en una mirada la gracia fervorosa del engendro materno.

Había gozado del principio del futuro y del abrigo del pasado. Recordó la vaguedad de las formas desorientadas, los astros de los obituarios lunares y la miseria del alma humana. Los soles serían el renacer de un día infausto, o un nuevo amanecer o la esperanza que tiene el hombre de resurgir de fríos y húmedos lagos de sangre, después de haber sobrevivido a la lucha contra el acero, los escudos y las armas y los ataques encarnizados en busca de la redención. Todo evoluciona sin retrocesos. El grito sin eco derrumba los muros del silencio. Hizo una conjetura disímil, aún más temida. Trasoñó las características metafísicas, lo etéreo y lo inconcebible, la cordura primitiva de la humanidad. Era imposible estragar la condena, cuando él mismo ignoraba su pasado olvidado. En vano sería reprochar la orden de un rey que mandara a matar, sin el privilegio de consentir el castigo del pecado.

(Sabía ya que sus ojos estaban perdidos en la hondonada del espejo, aclimatándose al pensamiento atroz, la voz muda traspasando la barrera de la existencia, con el afán glorioso de poder espiar hacia el otro lado del espejo. No ha hecho más que escuchar la flamante sabiduría de los dioses encarnado en uno solo, sin transgredir la barrera de los mortales puestos a sus atributos.)

Estaba aún en el estado cataléptico del letargo. Cuando comenzó aquella visión un batallón de prisioneros que asediaban la libertad lo habían capturado para gritarle desde una caverna, con un tono ensordecedor de tormento. Legiones de guerreros habían llegado para derribarlos ante sus sables, subidos en caballos salvajes con monturas, y una orden vituperable que mandaba a callarlos y que entrevió casi huyendo de la pesadilla. Le quisieron aturdir los oídos, con los gritos candentes y furiosos que emanaban de los dientes de colmillo y las lenguas de remolino que tenían, después de una burla estridente.

Despertó apenas movido por un disturbio, en el ocaso de la frialdad, y volvió a proferir en un pensamiento. (Se vio retrasado por los estragos pausados del tiempo, una imagen efímera apareció alrededor de la puerta, y el reflejo artificioso le desvió la vista hacia aquel costado.) Clara Arriaga se llamaba la mujer vestida de alba, con el pelo de ondas armoniosas y la ropa reluciente que traía puesta. Permanecía quieta en el pasillo agarrada al marco de la puerta, intentando descifrar el desvarío de su marido, arrastrada bajo los efectos enigmáticos del hombre que viajó al infinito. Para entonces su silueta moldeada y el gesto inmaculado denotaban la paz indómita, como si fuera un ángel bajado del cielo. Ahora era el hombre el que estaba observando a la mujer. El estupor contagiado no le duró mucho. Reflexionó acerca de los males, las arañas, las pesadillas y los infiernos de las cavernas. Basta recordar que no era un sueño ni un delirio, sino un discurso de pensamientos ignominiosos. Luego le movió los hombros, la despertó abrumado por los efectos de la sugestión, y reconoció en ella el embrujo de esa magia.

Debió declamar unas palabras, pero nada más atinó a reaccionar. La abrazó y salieron de allí, hostigados por el ser deleznable que había del otro lado del espejo y que se escondía tras del crepúsculo ciego. Podía tratarse de imaginación o realidad, quimera o visión, aunque los rasgos temidos nunca serán hallados en este mundo visible. En todo caso nadie será capaz de vislumbrar las formas vagas e inconexas que se postraban materialmente confusas. Sin embargo, caer en la brusquedad del letargo es como habitar en un espacio ínfimo y temporal demarcado por seres mitológicos del pasado.

Creo recordar que hicieron santiguar aquella vieja habitación con un cura coadjutor de la parroquia de Jesucristo, el mismo que bendijo la habitación y salpicó todas las esquinas con agua bendita, para echar a todo ente maligno que se escondiera allí y que vagara por las alfombras del cuarto. Al mismo tiempo éste rezó algunas oraciones para confutar la paz con el santo espíritu y el engendro nefando. Desde allí que llevan un crucifijo de plata, con el Cristo grabado en la cruz y la creencia imperiosa de abolir los designios malignos. No recuerdo haber vivido en carne propia una experiencia así, sólo algún que otro miedo frágil de niñez, en la infancia, cuando aún mis manos no llegaban a alcanzar la manija de la puerta o la superficie de la mesa esférica de un comedor antiguo. Quiero soslayar que aunque no sea creyente en cuestiones de carácter ímprobo, creo en los muertos, en los aparecidos, en las sectas y en cualquier cosa que tenga que ver con el hombre; y aunque quizá pueda parecer contradictorio, no me hace feliz tal hipótesis.

   Deseo que muera conmigo el secreto que está escrito del otro lado del espejo. No existe en ningún universo salvo en el designio divino de la gloria, bendito sea aquél que habita en cada uno de los rincones profanados por el misterio y la dicha de su asombro. De ahora en más acallaré a todos los hombres ingratos. Me abriré camino para librar al esclavo de su condena, tal como dejé que surja una de las tantas almas del averno y el umbrío refugio olvidado. Están en mí las llagas de la ceniza, las esquirlas del amanecer y el impensado ser del encierro.

Luis Colqui - El Caballero inmortal

 

 

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Luis Colqui, Jujuy, de su libro de Cuentos, edición 2013, El caballero Inmortal. Su último trabajo; La dama y el detective", 2014.

 

 

 

 

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