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Fantasy

 

Carlos y el elixir de la vida

por Lucas Lescano

En el 2006, el primer día de clases, en la escuela técnica, unos minutos tardes entró al salón un miedoso chico. Se detuvo para buscar un asiento con la mirada y, al encontrarlo se dirigió hacia su objetivo. Todo era nuevo para él, estar en el polimodal de química es lo que él quería desde muy chico.

Las primeras semanas pasaron rápido, quedó fascinado con lo que le contó el profesor de tecnología de los materiales sobre los alquimistas y la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la vida. En la biblioteca devoraba los libros sobre el elixir.

Un día se encontró con un anciano, este le pidió que lo ayudara a cruzar la calle y Carlos accedió. Cuando cruzaban el anciano le comenzó a contar una historia. Llegaron hacia el otro lado, pero la historia era tan atrapante que Carlos lo acompaño hasta la casa.

El anciano se detuvo y le dio las gracias, abrió la puerta y lo llamó.

-Te gustaría aprender otro tipo de química- le preguntó

-Claro señor, que debo hacer- respondió Carlos, que aunque le parecía una tontería no le quería faltar el respeto. El hombre extendió la mano y le dio un viejo papel. El chico vio como el anciano entraba en su casa y luego se retiró. Vencido por la intriga tomó el papel y lo leyó, aunque faltaban letras, algo se notaba. El papel decía: alquimia. Calle Goret.

Al llegar a su casa la madre lo esperaba muy preocupada.

-¿Dónde has estado?, Llamé a la escuela y me dijeron que saliste más temprano de lo habitual.- exclamó expresando su enojo en forma de gritos.

-Solo acompañe a un señor hasta su casa. Y demostrando su agradecimiento me dio este papel.- Carlos le mostró la carta.

-Creo que el tema ese de la historia de la química te está enloqueciendo un poco. Esta calle no existe.- se dirigió a su hijo un poco preocupada. –Desde ahora dejaras esos libros y saldrás con tus amigos.-

Carlos dejó de lado sus sueños y comenzó a dejar de lado el estudio. A mitad de año el profesor de historia les dio unos temas para que buscaran en los libros que tenían. Carlos quedó con otro chico de encontrase en la biblioteca.

El fin de semana los chicos fueron a buscar la información. Unas horas después, cuando ya habían encontrado su tarea, Jorge, el amigo de Carlos, se retiró del lugar.

Después de retirar los libros Carlos se dirigió a la salida. Al pasar por la sala de lectura, vio a aquel hombre que había acompañado hasta su casa. Entro en la sala y no encontró nada. Cuando salía escucho que alguien le decía: “Calle Goret”. Miro hacia todos lados para ver de dónde provenía la voz, pero se encontró solo. Tomó el libro que más resaltaba sobre otros volúmenes de química y comenzó a leerlo. Una de las hojas le llamó la atención y al leerla su rostro se tornó de un color blanco.

-“Un alquimista encontró el elixir de la vida. Este podía alargar la etapa vital por toda la eternidad. Unos ladrones entraron a su casa y le robaron todas sus pertenecías, antes de escapar lo mataron. Su nombre era Walter Jonovich.”- esto estaba escrito en una parte de la hoja al final de todo. A Carlos le impresionó esto y pidió un diccionario para buscar más información. El diccionario decía:

 “Walter Jonovich: alquimista griego del siglo cinco. También llamado Caller Goret”

Un ruido hizo levantar la vista del diccionario. Un tipo había tirado unos libros sin querer. Carlos miró su reloj, las siete y media, faltaba media hora para que serraran. Tomó el libro y fue hasta la fotocopiadora a sacarle una copia a esas dos hojas.

Guardó el libro y se fue a su casa. Cuando llegó su madre estaba preparando la cena.

-El papel que me había dado el anciano no indicaba una calle, sino que indicaba un nombre de un alquimista. En astas hojas tengo toda la información al respecto.- Carlos le entregó las fotocopias dobladas en cuatro.

-Acaso crees que me podrás engañar con una información de la literatura. Te pedí que dejaras de leer esos libros, el viernes empiezan las vacaciones de invierno y se irán a la casa de mis padres.- exclamó la madre muy enojada.

Carlos se fue a su cuarto vencido por la intriga, ¿se estaría volviendo loco de verdad?, él había leído que el libro era de química, pero la fotocopiadora le revelaba otra cosa que lo atemorizaba. Tomó las hojas y la tiró a la basura. Nuevamente había sido una pérdida de tiempo.

Cuando llegaron las vacaciones de invierno, Carlos ya se había olvidado por completo del elixir. Como sus notas y la de su hermanito eran muy buenas, los padres los dejaron ir a la casa de sus abuelos. Para Carlos esos viajes eran fascinantes, ya que tenían un largo viaje en tren por hermosos paisajes. Él dividía el viaje en dos etapas, la locura, la cual era toda la parte de edificios, ruidos y mucho tránsito, en esta parte no podía dormir por los ruidos; y la otra era la etapa de paz, era la zona de campos y sierras, la cual aprovechaba para descansar.

En la terminal, luego de despedirse, Carlos esperó a que subiera su hermano, el cual quedaba a su responsabilidad durante el viaje. Cuando se dispuso a subir al tren vio de reojos que un anciano, parecido al que le había propinado tantos problemas, subía en el vagón de atrás.

La parte de la locura pasó más tranquila de lo habitual. Cuando llegaron a la parte de la paz, su hermano Damián dormía plácidamente junto a él. Cuando se dispuso a dormir unas personas vestidas de negro y con un porte grandioso se sentaron detrás de él.

Carlos deseaba estar en el medio de una ciudad ruidosa, ya que sus nervios le hacían imaginarse miles de cosas. Por momentos creía que su corazón se podía sentir latir a mucha distancia. Miró a su hermanito que dormía junto a él con su rostro angelical.

Quiso ir al baño pero no quería dejar solo a Damián. Su mirada quedó, por momento, fija en el puente que estaban por cruzar por debajo. En el momento en el que el tren pasara por allí quedaría todo oscuro y a Carlos no le gustaba nada la oscuridad.

Ese momento llegó, el vagón se oscureció y luego de unos minutos volvió a la normalidad. Miró disimuladamente hacia atrás pero no vio a nadie. Giró la cabeza hacia el costado y no halló a su hermano. Se levantó exaltado, su rostro empalideció.

-Mi hermano ha desaparecido- se arrodillo en el piso llorando, había perdido a su hermano, que le dirían en su casa.

-Que te ocurre Carlitos, ¿por qué lloras?- la voz de su hermano hizo levantar del piso.

-¿Dónde estuviste?- le preguntó a Damián bajando la voz al ver que las personas los miraban con curiosidad.

-Solo fui al baño- contestó

Carlos se sentó y se quedó dormido.

Cuando se despertó se encontró sentado en la hierba al costado del tren. Las personas bajaban del tren lentamente. Creyó que había ocurrido un accidente. Pero luego a los hombres de negro con armas, obligando a bajar a la gente del tren. Uno de los hombres charlaba con el maquinista. Y de pronto vio como el interrogado lo señalaba a él.

-¿qué ocurre?- preguntó Carlos intentando calmarse. Pero recibió un fuerte golpe en la cabeza, el cual lo hizo desmayarse.

Al despertar su cabeza no le dolía como antes. Intentó saber dónde se encontraba y descubrió que el cuarto era una prisión antigua, tan solo iluminada por dos antorchas. Se extrañó mucho, en esa época no deberían ni existir.

La celda estaba hecha solo de piedra, en la parte de debajo de las paredes habían unos pequeños orificios.

-¿Dónde se encuentra la nota que te dio el anciano?- preguntó un guardia desde la pequeña ventana de la puerta.

-No lo recuerdo, creo que lo tiré- respondió Carlos.

-como que no sabes, te lo haré recordar- grito el guardia y luego se fue por la puerta.

Carlos sintió un fuerte pinchazo en el pie, se tocó y encontró un escorpión. Cuando la vista se le acostumbro a la oscuridad vio un montón de escorpiones, los cuales entraban por los orificios. El piso parecía moverse por sí solo.

-una persona puede resistir unos diez días el veneno de un escorpión. Si nos dices donde está el papel te daremos la cura. Pero si no colaboras sufrirás todo el proceso del veneno y luego morirás- el soldado le habló detrás de la puerta.

En el octavo día, después de mucho sufrimiento, Carlos le pidió al soldado que lo dejara libre bajo custodia, así él podía buscar el papel. Luego de hablar con un superior, el guardia lo dejó en libertad, pero no solo tendría hasta el jueves a última hora. Carlos no sabía si la fecha de entrega era mucho o poco tiempo ya que no tenía noción del tiempo.

Abrieron la puerta y entro el soldado. Carlos le acercó sus manos esposadas en señal de que quería que se las quitaran. Pero recibió un golpe en la cabeza, que lo hizo desmayarse.

-hijo, contéstame, ¿estás bien?- Carlos escuchaba un susurro, al abrir los ojos vio a su madre feliz al verlo despertar.

-¿Habrá sido un sueño?- pensó. Pero al mirar a su alrededor se encontró en un hospital.

-¿Qué ocurre ma. ?- preguntó

-Al parecer fuiste raptado pero te encontraron tirado cerca de casa.

-Debo irme, tengo muy poco tiempo.

-No podés irte hijo, el medico encontró un veneno muy poderoso dentro de ti. Debes quedarte en reposo hasta que encuentren la cura.

Carlos se quedó callado, ¿cómo decirle a su madre que le habían dado le podía salvar la vida?. Si le decía esto ella lo creería loco.

El jueves a la mañana Carlos se despertó de golpe por culpa de una pesadilla. Miró a su mamá y al ver que estaba dormida corrió hasta su casa. Sacó el papel y fue a la biblioteca. Tomó el libro y lo comenzó a hojear. Vio la hoja de CallerGoret y dio vuelta la página. En la primera carilla vio la foto de un joven hombre. Tomó el papel y leyó lo que decía: “alquimia. Calle Goret”. Luego de pensar tomo una lapicera y escribió lo que decía el papel.

No ocurrió nada, cansado lo cerró, pero antes de que tuviera tiempo suficiente para levantarse, el libro brilló y lo condujo en el tiempo hasta el siglo VII, en Europa.

Se encontró parado frente a un cartel de una casa. Tocó la puerta y lo atendió un joven.

-Disculpe, ¿conoce a CallerGoret?- le preguntó Carlos

-Si soy yo, entra, hace mucho frío aquí afuera.

Carlos entró en la casa. Como todo alquimista el lugar de trabajo era la propia casa, y por este motivo era muy desordenada. A diferencia de otros alquimistas, Goret era un profesor, solo enseñaba a algunos mendigos.

-¿Qué necesitas?- le preguntó el simpático alquimista

-Quiero aprender alquimia- le dijo Carlos.

-OH claro, en un momento vendrán otros estudiantes. Puedes sentarte por allí mientras.-el profesor le mostró una mesa, la cual estaba junto a la puerta. Luego de sentarse le entregó un papel y una pluma. Cuando la paciencia se le estaba agotando, entró un grupo de jóvenes vestidos con túnicas negras, menos uno, que estaba vestido como un aldeano. Aparte de los estudiantes y del profesor, había un sirviente. Carlos quiso ver su rostro pero en ese momento estaba limpiando una gran hoya.

-Como ya les he enseñado anteriormente, todo lo que nos rodea está constituido por los cuatro elementos: el fuego, el agua, la tierra y el aire.-comenzó a hablar el profesor.

-Eso es mentira todo está constituido por los átomos y estos están constituidos por partículas más pequeñas.- Carlos comento enojado, pero sin pensar en la época en que se encontraba. El profesor no lo hizo caso pensando que estaba diciendo cualquier cosa por su poco estudio.

-Profesor, mi padre dijo que usted tenía la fórmula del elixir- exclamo uno de los de negro.

-Estoy investigando para cerciorarme- intentó excusarse el profesor.

Todos los chicos con túnicas se levantaron y atacaron a Caller.

-¿Dónde está el elixir?- le preguntaron amenazándolo con cuchillos. El otro chico tomó un libro y salió corriendo. Carlos vio como un papel se caía al piso, pero antes de que pudiera tomarlo, el sirviente lo recogió y salió corriendo.

-El libro dice sobre el elixir- gritaron los chicos y, dos de ellos salieron corriendo tras los otros dos. Los otros prendieron fuego la habitación y se fueron. Carlos de la desesperación comenzó a correr hacia la puerta gritando con todas sus fuerzas que la casa se quemaba. A los pocos metros Carlos se encontró corriendo entre las repisas de la biblioteca. Al darse cuenta miró hacia todos lados para ver si alguien había notado su temperamento, pero todos leían muy concentrados. Tomó el libro y siguió leyendo.

“El alumno que pudo huir nunca se encontró pero gracias a la lista que Caller tenía se pudo saber su nombre. Era Lendor Castell”. Este nombre lo sorprendió, porque él se llamaba Carlos Castell.

Corrió nuevamente hasta su casa. Allí lo esperaban unos policías. Lo agarraron y se lo llevaron al hospital.

Nuevamente Carlos estaba sentado en su cama sin saber qué hacer, aunque ahora tenía un inconveniente, ya no podía escabullirse por la oscuridad, porque estaba esposado a la camilla.

Un objeto volador atravesó el cuarto desde la ventana hasta el cuello de su madre. Está ni bien el objeto le tocó el cuello calló a los pies de la cama.

-No te preocupes, solo es un dardo tranquilizante- le dijo un hombre de negro mientras entraba por la ventana. Se colocó frente a Carlos pero antes de decir nada calló al piso, detrás de él estaba el anciano muy nervioso.

-Dame la llave que te di- le dijo el anciano muy nervioso

-No tengo ninguna llave, usted me dio un papel que no sirve de nada. ¡Lo tiré!- exclamó Carlos con toda su furia.

-no te das cuenta de que si esa llave se pierde no habrá otra oportunidad de encontrar el elixir- el anciano detuvo su discurso estaba escuchando algo, su pequeño cuerpo comenzó a temblar –escuchas eso. Los pasos de los seis hombres de negro. Vienen por la llave o te mataran.- las últimas palabras resonaron como un fuerte eco en Carlos. El anciano saltó por la ventana.

Carlos, intentó tomar las llaves de la mesa pero sus nervios no le permitían colocarlas en las esposas. De la oscuridad de la puerta aparecieron los seis hombres con armas. Uno de ellos tenía un líquido en la mano. Según relacionó, sería su cura. Antes de que los hombres dijeran algo le entregó el papel por el líquido rojo. Los hombres tomaron el papel y salieron corriendo.

Una semana después el doctor le dio de alta a Carlos. Cuando llegó a su casa la madre lo dejó solo por un rato para ir a buscar la comida junto a su hijo menor.

Tomó el papel original y lo leyó (antes de que los hombres de negro llegaran Carlos tomó un papel y copió el original). “alquimia. Calle Goret”, él sabía que era Calle Goret, pero quedaba una incógnita, por qué decía alquimia. Miró los libros que su padre tenía en su biblioteca. Los primeros libros eran de geografía, “Europa, Argentina, Buenos Aires, Egipto...” Carlos se quedó mirando este último libro. Tomó su carpeta y la leyó: “alquimia, del árabe al khem (nombre que estos le daban a Egipto)” . Tiró la carpeta al piso y sacó el libro de Egipto. Al tomarlo se dio cuenta de que no era en libro, sino que era una caja. Se metió la mano en el bolsillo para tomar el papel pero se encontró con una pequeña llave. La tomó y abrió la caja y al ver el elixir lo bebió sin pensar.

En el siglo XXXV Carlos aún era un chico. Cuando caminaba por un trasbordador espacial se encontró con el viejo que antes había visto y él que le había dado la llave.

-¿Cómo es que usted aún está aquí?- preguntó Carlos.

-Yo fui como una rata de laboratorio para Goret y probé el elixir. Este me alargo los años pero me alejó de todo lo que yo amaba quería disfrutar mi larga vida, como también te ha pasado a vos. Cuando me di cuenta de que los elegidos de los hombres de negro buscaban la llave me quise deshacer de ella. Pero al darme cuenta de lo que había hecho quise destruir el elixir.- exclamó el anciano

-Tiene razón, yo tomé ese líquido y me fui de casa. Cuando lo encontré no pensé lo que me podía llegar a pasar, cuando a un hombre se le hace realidad un sueño se enceguece y no mira hacia atrás, los hermosos momentos vividos con mi hermano, aun cuando me enojaba con él porque me molestaba no se me presentaron en mi mente hasta hace pocos años.-

-Si alguien te dijera que esto es un sueño serías feliz.

-Sí, y si me volviera a pasar lo mismo creo que lo pensaría dos veces.- Carlos calló desmayado al piso.

-Hijo es tarde, levántate o llegarás tarde a la escuela.

El primer día de clases, en la escuela técnica, unos minutos tardes entró al salón un miedoso chico. Se detuvo para buscar un asiento con la mirada y, al encontrarlo se dirigió hacia su objetivo. Todo era nuevo para él, estar en el polimodal de química es lo que él quería desde muy chico.      

Se llamaba Carlos Castell y era el año 2006... 

 

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Lucas Lescano, autor de la Novela distópica: Bast

 

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