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Realismos

 

Esa mirada

por Araceli Figueredo de Benary

Se veía muy dulce, sin embargo se la notaba triste y lejana, algo extraño para su edad, en la que generalmente las niñas son inquietas y muy impulsivas. 
Era una chiquilla próxima a convertirse en una hermosa adolescente. Llamaba la atención su mirada, era como que miraba sin ver, muy a lo lejos. Su vista se perdía en el horizonte sin fijarse en un lugar determinado. Cualquiera diría que había hecho ese viaje sin deseos de hacerlo. A medida que el tren se acercaba a destino, su mirada se iba tornando más oscura, como si sus ojos quisieran expresar una angustia secreta que sus labios no podían relatar.

Los minutos pasaban, ya estaban llegando y su madre le decía:

—Ya falta poco.  —Al oír esto, su mirada se ensombrecía aún más. —Su madre, que continuaba ensimismada en su lectura,  levantó la vista y preguntó:
—¿Te pasa algo?
La niña meneó su cabeza de un lado hacia el otro, dando a entender que no, sin decir palabra. De manera que su mamá continúo con la lectura. 
—No te preocupes, le dijo, Adrián va a venir a buscarnos. Esa noticia parecía que en lugar de calmarla, la intranquilizó mucho más todavía. A medida que el tren pasaba las estaciones, su mirada  se hacía lejana, casi podría decirse, extraviada. Su mamá continuaba leyendo, aunque de tanto en tanto levantaba la vista y volvía a preguntarle:
—¿Pasa algo?
La niña solo respondía negando con la cabeza, con la mirada cada vez más oscura y extraviada, como si viajara muy lejos a través de la ventanilla. Finalmente la madre se preparó para bajar en la próxima estación, tomó sus bolsos, pero la niña no se movía.
—Vamos, allá está Adrián, dijo la madre. El rostro de la niña se demudó por completo, al bajar, la mamá la tomó del brazo, le dio un bolso y le dijo nerviosamente:
—¡Vamos!
Por la ventanilla observé como ese hombre, Adrián se acercó y se inclinó a saludar a la niña con un beso, poniéndole su brazo sobre los hombros, mientras ella intentaba alejarlo con las manos. Al sentir ese beso sobre su mejilla, hizo un gesto de desagrado y repulsión, limpiándose la cara con sus manos. 
Mientras, el tren continuaba levantando pasajeros en la estación, la niña y su familia subieron por las escaleras al puente que los dejaría al otro lado. El tren arrancó y lentamente iba aumentando su velocidad, ya estaba presto a pasar debajo del puente, al que la familia había subido. En un instante, la niña soltó su bolso, se trepó a los hierros y sin pensarlo, sin que nadie pudiera evitarlo se lanzó a las vías desde arriba.
El tren pasó velozmente, arrastrando entre los rieles esa pequeña vida. Llevándose consigo esa mirada tan oscura, ese rostro demudado y atormentado, que la madre de la niña... nunca notó.

 

Esa mirada

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Araceli Figueredo de Benary - Confluencia de Pensamientos

 

 

Araceli Figueredo de Benary, de su libro: Confluencia de pensamientos. 

 

 

 

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