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Cuentos mágico-maravillosos

 

Pirata

por Camila Igúa
E.E.S.T. N° 1 RAÚL SCALABRINI ORTIZ - Pdo. De la Costa
Bibliotecaria: Valeria Florencia Fleitas

 

Todo sucedió en el “día del amigo”, a mí me gustó el más extraño de mis jóvenes catorce años…

Era un viernes, nos encontrábamos recorriendo el fin de la primera semana de las tan anheladas vacaciones de invierno. El frío era mucho, nos rodeaba en esa tarde llena de expectativas. En la madrugada arreglamos el encuentro entre Agustina y yo, organizando así al grupo. Cerca de las cuatro de la tarde nos hallábamos sentados en el húmedo pasto de la plaza, ocho amigos que solo buscaban pasar una tranquila tarde: Agus, Juani, Jacky, Sol, Tomás y la recientemente incorporada al grupo, Micaela. Mates, galletitas, narices rojas, rollers y buena predisposición hicieron de esa tarde un momento agradable.

Pero la idea “anormal” salió de la menos esperada Micaela.

-Estaría bueno ir al nuevo juego del “Crazypark”, me dijeron que es divertido.

-¿Cuál? ¿”Pirata”?- preguntó Sol con tono desinteresado mientras se quitaba los rollers.

-Sí, ese mismo. No queda muy lejos ¿Vamos?

-No, ni ganas- respondió secamente Tomás.

-Bueno dale, vamos así terminamos de cerrar el día- acotó Jacky ignorando las palabras de Tomás.

Esto derivó en una breve pero resolutiva discusión de cinco minutos, nos íbamos todos para el Crazy Park. Rodeando las siete de la tarde, con la blanca noche asomándose llegamos al lugar. Hacía años que no entraba allí y a mí me gustó el cambio de dueño generó un cambio total; no podría a decir ni bueno ni malo…

pirata
Ilustración: Jorge Soto - Eugenia Martínez

No había mucha gente y por fin estuvimos enfrente a la bestia, al “Pirata”. Era un juego atractivo, relativamente sin peligros y con buena imagen. La representación de un barco pirata con movimientos horizontales pero que llamó mi atención por una cuestión particular, se encontraba dentro de un cuarto, como oculto.

Con las entradas en la mano hicimos la fila que nos llevó más de dos minutos, por fin subimos. La esquina izquierda estaba ocupada por Sol y yo; adelante nuestro se acomodaron sumergidas en risas nerviosas Jacky y Agus; delante Tomás aún no convencido con Micaela y allí el juego tenía un corte que hacía que Juani y Yaco quedaran mirándonos de frente, con cuatro asientos vacíos a sus espaldas.

El juego dio inicio, al igual que la aventura de nuestras vidas. Comenzó con un leve movimiento, hasta que tomó fuerza y ritmo. Fue en la quinta o sexta balanceada creo yo, cuando por el impulso fortísimo nos hizo cerrar los ojos a todos, gritar del susto y aparecer en el medio del océano, sumergidos realmente como si fuéramos piratas. Quedé inmóvil mirando la situación ¿Acaso era aquello producto de una fantasía, o es que el dueño tomó muy en serio lo de “Pirata”?

Estábamos en un gran barco con la bandera típica de la piratería, la calavera.

Gritos de desesperación me llevaron a no poder asustarme y contener al grupo, a contenerlos de no sé, porque no tenía la menor idea de lo que sucedía.

Al lado del mástil había un estrado, con una hoja en él, y Juani tomó la iniciativa de subir a leerlo, con la mirada más perdida que jamás le había visto.

“Aquel corazón puro y noble podrá demostrar amistad sincera y fuerte cual roble”.

Sólo eso decía el gastado papel, nos encontrábamos en el medio del océano los ocho y el único dato con el que contábamos realmente, no lo comprendíamos. De repente el cielo azul perdió su hermosura y comenzamos a ver cómo las nubes negras grisáceas lo pintaban. Los truenos invadieron nuestros oídos, al igual que el pánico, nuestro cuerpo.

pirata
Ilustración: Jorge Soto

Nadie decía nadie, salvo “¡¿Qué es esto?!” Una lluvia torrencial comenzó  caer, cada vez con más intensidad y el turbio mar no se quedaba atrás. El barco comenzó a balancearse, algo recurrente si nos poníamos a pensar en la lógica del juego. Nos juntamos en el medio, nos abrazamos a una soga que solía del piso, y entre nosotros más fuerte que nunca, como si el aferrarse al otro nos hubiese garantizado la visa, estábamos en una pesadilla real.

Fue en ese momento de desesperación cuando Juani, en un intento por tomarse más fuertemente del brazo, resbaló con el piso y una ola gigante hizo que terminara colgando de la proa.

Desesperación, era lo único que salía de nosotros que seguíamos abrazados juntos a esa soga, alguien tenía que rescatarlo…Ninguno lo pensó, pese al tremendo balance, los rayos, las olas y el miedo nos deslizamos hasta la proa. Juani pendía de una baranda. Todos lo intentamos, pero estábamos bajo el agua que hacía que fuera inútil. No nos deteníamos, teníamos que salvarlo.

Fue en vano, Juani cayó al agua, pero sin pensarlo todos nos tiramos con él, juntos o nada.

En un microsegundo que cerré los ojos, volví a aparecer en ese “inocente” juego, cuando pensé realmente que la muerte nos iba a encontrar.

Estábamos secos, limpios, como si nada hubiese ocurrido. Miré a los chicos con una felicidad inmensa y nadie dijo nada de lo sucedido, sólo con ver sus caras bastó para entender todo. La única palabra que se dijo sobre el tema la dijo Juani, mientras bajábamos un “Gracias” salió puro y noble de su boca y se me vino a la mente la frase del papel y todo quedó claro.

 

 

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