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Marta Rosa Mutti
“El sentido más profundo reside en los cuentos de hadas que me contaron en mi infancia, más que en la realidad que la vida me ha enseñado” Schiller
La imaginación es una de las facultades de nuestra mente que nos permite representar en el pensamiento el universo mismo, tanto en imágenes reales como irreales. A través de la percepción tomamos cuenta del mundo que nos rodea, con la imaginación podemos ver sin ver. Es decir, recrear un viaje de placer, sitios remotos y misteriosos, o bien un tarro de dulce de leche con piernas, brazos, ojos, boca y además que hable conmigo. Podemos imaginar e inventar sin límite alguno, y esto nos posibilita acceder a la maravilla del arte, porque hay todo un mundo que puede salir de nosotros y expresarse en una pintura, un texto, una escultura, una melodía, lo que fuere. ¿Cómo y cuándo manejar este potencial? Si bien es ésta una capacidad que fluye sin agotarse, y casi con el primer llanto, requiere su cuidado e iniciación. El momento decisivo es la niñez, y el alimento, los cuentos.
Las narraciones infantiles constituyen el agua de la fuente de ideas de donde partirá el niño en busca de sus mundos. Una fantasía transmitida por los antes niños, heredada a su vez de otros, y otros. Los cuentos, son pues un elemento determinante en la infancia, época precisa para estimular y alimentar el imaginario.
Sabido es que cubrir la realidad con fantasías y ensueños, ayuda a superar tropiezos.
En su realidad fantástica el niño, puede ser lo que quiere, vencer cualquier obstáculo hasta obtener aquello que desea. Siempre será el héroe incansable y recorrerá los países del nunca jamás. Tomemos el caso cuando un niño se siente disminuido y es objeto de burlas. Es seguro que producirá una fantasía donde se vea en medio de grandes logros, y recompensas, situación que le producirá alivio, a pesar de que la construcción de su mente es irreal, lo que el niño siente es real, dado que reina en su mundo y por lo tanto tiene poder. Si bien la fantasía infantil y los sueños comparten el mismo código o sea los símbolos, tal como lo expresa el psicoanálisis, la diferencia radica en que los sueños son la expresión propia del inconsciente, mientras que los cuentos infantiles son los problemas y el devenir de la vida misma, llevados y resueltos dentro del imaginario.
El niño siente la necesidad imperiosa de sumergirse en la fantasía y percibir otros mundos, cuando distingue que hay un algo real y un algo imaginario. Esto lo llevará una y otra vez a sumergirse en el océano de su imaginación, el que necesitará estar bien provisto con un sinfín de historias. Estamos pues en la edad del cuento.
Repasemos una cuestión, curiosa: Andersen solía repetir... “Tengo ideas para adultos, pero escribo para niños”. Este dicho responde a que el escritor observó que cuando se leían sus cuentos - por supuesto a los niños - entre el público había adultos. Por lo que si revisamos sus relatos hallaremos que dentro de la línea de narración se marca con nitidez el espacio dirigido a los mayores.
El mismo expresó al respecto: “... narro con mi propia voz, tomo una idea para el adulto... y luego se la cuento a los más pequeños sin olvidar que padre y madre a menudo escuchan, ¡y algo hay que darles en que pensar!”. Su estilo fue cuestionado por la sociedad de la época y sus cuentos fueron adaptados a los pequeños lectores, en razón de que los niños no entenderían la alegoría e ironía del escritor.
Lo concreto es que sus historias ponen sobre el tapete las acciones malas y buenas del hombre. Hay quienes opinan que los cuentos de Anderson marcan la fatalidad del destino, y dejan atrás la esperanza, acosada por el pesimismo. Por ejemplo La niña de los fósforos, estaría dando información acerca de la crueldad del mundo. El patito feo, del cual podemos inferir que para triunfar en la vida hay que ser diferente en lugar de luchar por hacer las cosas mejor, y demostrar que se puede, basta con poner empeño y esfuerzo
Desde mi punto de vista, creo que la huida del mundo real -del que los pequeños, vislumbran más de lo que suponemos - forma parte de sus juegos, se puede suponer entonces que, los cuentos de Andersen, pueden incentivarlos para idear, o reflexionar posibles soluciones frente a los contratiempos de la vida.
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