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Vanguardias: La Reacción del Espíritu

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Vanguardias:

La Reacción del Espíritu

Vanguardias

Ana Pippia

 

Un mundo entre guerras y crisis

Las Vanguardias, como movimiento artístico, se gestan en Europa, durante el primer tercio del siglo XX, un momento de grandes tensiones y enfrentamientos entre las potencias europeas. Además de la Primera Guerra Mundial, tendrá lugar la Revolución Soviética (octubre de 1917), esperanzando un régimen económico diferente para el proletario y para los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Tras los prósperos años 20, vendrá la catástrofe de Wall Street (1929) y volverá una época de recesión y conflictos que, unida a las difíciles condiciones impuestas a los vencidos de la Gran Guerra, provocarán la gestación de los sistemas totalitarios (fascismo y nazismo) que conducirán a una Segunda Guerra Mundial.

Una respuesta al dominio de la razón

El contexto cultural de las vanguardias fue una época regida por las transformaciones y el progreso científico, a fines del siglo XIX. Se caracterizó por el dominio del racionalismo positivista: afán de rigor y objetividad. Lo único real es aquello susceptible al conocimiento sensible. En discordia a esto aparece Henri Bergson, que desde su filosofía, impone un momento de transición donde supera al positivismo, para plantear una nueva concepción. Esta reacción al positivismo lleva a ámbitos que constituyan el mundo espiritual, y busca caminos diferentes a los de las ciencias naturales. Su objetivo será la defensa de la intuición, ponderándola como un estadio superior al de la inteligencia que proporciona una percepción de la realidad mayor que la sensible. Se inicia de esta forma una nueva visión del mundo, alejada del cuño positivista, que siembra una mirada en lo espiritual y que se apoya en la intuición. Una ruptura con la tradición precedente, y génesis de una nueva forma de interpretar el mundo que dará espacio, a comienzos del siglo XX, al pensamiento de Freud y las repercusiones de éste (en 1900). De esta voluntad de ruptura con lo anterior, de lucha contra el sentimentalismo, de exaltación del inconsciente, de lo racional, de la libertad, de la pasión, de la intuición y del individualismo nacerán las primeras vanguardias a fines del siglo XIX.
Pues ello genera, por parte del artista, una nueva relación con la realidad, y así mismo, una nueva relación con su entorno social. Aparece el salón de los rechazados. El artista pasa a formar parte de la bohemia, se agrupan en torno a los burdeles, los cabarets y los cafés parisinos. Así, el artista se libera de las relaciones sociales de dependencia tanto plásticas como personales, deja de lado lo académico y no se somete a un estilo determinado. El artista busca nuevos caminos. Irán hacia lo nuevo, hacia lo original, hacia la vanguardia.

Sin reglas más que el sentimiento

El concepto de vanguardia no es único de una época, el artista se adelanta y progresa en relación a la sociedad. La vanguardia significaba innovar sobre las reglas y estamentos que ya estaban establecidos por los movimientos anteriores; por eso se dice que la única regla del vanguardismo era no respetar ninguna regla. La consigna artística será expresarse con la mayor fuerza interior posible. La visión ya no será el instrumento principal, ahora los sentimientos juegan ese papel. El artista vuelca sus vivencias en la tela: su soledad, su angustia, sus miedos y emociones. La pintura se vuelve agresiva y los colores reflejan el estado de ánimo.
De esta forma, los vanguardistas buscan la ruptura con todo lo anterior, abren camino hacia la originalidad y los nuevos medios. Destruyen el pasado, lo desfiguran y luego lo llevan a su propio lenguaje; se da paso a la abstracción como forma pura y transmisora de la voluntad del hombre. Es un lenguaje que permite expresar la esencia dejando de lado lo accidental, puesto que la abstracción supone: eliminar, quitar, disolver, separar lo particular e individual, dejando aquello de carácter universal.

 

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