Editorial

Letras

Antología

Radio

Cine

Teatro

Plástica

Música

Tendencias

Tips

Narrar con imágenes

Entrevistas

De Poesías

Leímos

Fotografía

Crónica

Visitanos en:

 

EDITORIAL

 

por Marta Rosa Mutti

La delicadeza de la palabra como clave

 

La riesgosa aventura de sacar algo de la nada es el acto de hacer arte. Comunicarnos, entendernos, diferenciarnos sin condenas,aceptar otras miradas, es poner en uso el arte de la palabra. El día a día de cada uno tiene como punto referencial el encuentro o desencuentro con el pensamiento del otro. El mundo que vamos construyendo y nuestra pertenencia a él se ve limitado o exaltado por las palabras con las que llevamos fuera, aquello que va a expresarnos y a definir en tal o cual situación. Ya sea propia, ajena o de relación entre los unos y los otros. Por lo que entendemos a la palabra como algo que nos permite conocernos, escuchar o conjeturar cómo son las demás personar y el universo todo. El mundo actual, rápido, convulso, brusco,  atemorizante y atemorizado, se rodea de las maravillas de la ciencia y la tecnología que parecieran cubrir todos los espacios. Sin embargo ese vértigo crea una ausencia que es la palabra y su delicadeza. Su pluralidad de significados, que en este mundo falto de tiempos para la espera, devorado quizás por lo urgente de lo urgente - que no sé sabe bien qué es o adónde lleva -, está proclamando a gritos la herramienta de las palabras para volver a re crear espacios para las pequeñas grandes cosas como cultivar la calidez, el humor y la imaginación, la verdad, la solidaridad, el compromiso, la honestidad, generar un ambiente amable en el cual sea posible llegar al corazón de las otras personas, recuperar la ilusión y abrirnos, y la lista – ustedes
lo saben -, sigue. En nuestra sociedad nos escuchamos mal. Estamos en un mundo híper intrusivo y vigilado. Sin embargo, en la delicadeza de la palabra, hay un espacio de libertad, de distancia en el que podemos mostrar nuestra idea de cómo entendemos que tendría que funcionar esa sociedad de la que somos parte.
Pero atención, necesitamos cabalgar las contradicciones y equilibrar las urgencias de decir todo lo que pensamos tal y como lo sentimos con el rigor del ingeniero que plantea un puente. Significa pues, poner freno o un tope a los desbordes y a la vez sostener la estructura que revele nuestro pensamiento sin excesos. Solo se trata de convicción y sinceramiento, para el que otro pueda desde su observación comprobar los aciertos, si los hay, y compartirlos o disentir. Del mismo modo que también visualizará los errores para analizarlos y expondrá su juicio de valor, su criterio. En todo el proceso mencionado la clave será sin duda alguna: el uso de las palabras, teniendo en la mira que la delicadeza de su disparidad nos llevará a ese puerto que elegimos como destino.

 

 

 

Marta Rosa Mutti

A cien años del nacimiento de Adolfo Bioy Casares, uno de los más destacados autores de la literatura fantástica universal y uno de los mejores novelistas del siglo XX. (1914 – 1999)

 

Diario de la Guerra del Cerdo es una novela absolutamente extraña, durísima y que parecía pertenecer al género fantástico en aquellos años, pero el tiempo se empeña en darle un viso profético. Como toda obra narrativa de Bioy Casares, pone en su centro al hombre de nuestros días en el mundo convulsionado que nos toca vivir. Pero al hacerlo, mostrándolo en sus inquietudes, en sus luchas y
esperanzas, lo presenta como atemporal, o como el hombre, simplemente. Lo propio ocurre con el mundo que nos pinta y de lo que hacen quienes viven en él, no importa al tiempo al que pertenezcan. Su condición esencial es esa atemporalidad que hace que en cualquier circunstancia roce los visos del presente real.

Una mañana, Isidro Vidal, jubilado sedentario y benévolo, descubre que el proceso de sustitución generacional se ha acelerado. Hordas de atléticos muchachos recorren Buenos Aires a la caza de viejos débiles y lentos. Obligados a improvisar una desesperada defensa, Vidal y sus amigos deberán aprender a moverse por una ciudad fantasmagórica, apenas iluminada por las antorchas de una guerra invisible, tan real como simbólica. Una guerra que se libra contra grupos rivales pero también contra un enemigo común: el inexorable paso del tiempo. Adolfo Bioy Casares terminó esta novela magistral a principios de 1968.

El libro plantea una verdadera guerra generacional entre los jóvenes (irresponsables, poco pensantes, soberbios, agresivos, pero llenos de la vitalidad propia de su edad) y los viejos (a quienes los chicos llaman“cerdos” en su persecución, con todo lo que esta comparación implica). El autor al describir a los viejos, no los idealiza, sino que los pinta con sus matices, mostrando su frecuente cobardía, su no poco egoísmo, y sus deseos eróticos aún despiertos con respecto a las muchachas. Como reflexión, se puede observar que señala una juventud cuyos personajes incursionan en situaciones que los apartan de una vida dedicada al trabajo o el estudio, trastocando así los valores “tradicionales” de la vida urbana y rural. El problema de la tentación por la transgresión quizá es una señal de vaticinio sobre la necesidad del rescate de una juventud amenazada.

---

avAtares, apuntes literarios y algo más, publicación de carácter Independiente. Primer Anuario de Letras del Partido de Gral. San Martín, lleva 11 años trabajando por la Cultura porque a través de ella los sueños y el el pensamiento del hombre crecen y junto a ellos: la libertad.

---

Declarada de Interés Municipal por la Secretaría de Gobierno de la Municipalidad de Gral. San Martín.

Subir