Mariana Enríquez.
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LITERATURA EN APUNTES
Natalia Vigón Ruffa
Antón Chéjov escribe El Jardín de los cerezos (1904) como reflejo de su época, mostrando la discordancia de la vida social de su país en el siglo XIX y relatando, irónicamente, una transformación, tanto económica como cultural. Esta degradación se muestra a través del cerezo como signo, donde una familia aristocrática en quiebra podría salvarse con la venta de una finca de gran extensión (el jardín).
La idea de la venta es planteada por el personaje del joven empleado. Sin embargo la familia no desea tomar la decisión, ya que supondría la desaparición de la finca, y así, de su estatus social. El desarrollo de la historia se muestra a través del ciclo vital de los cerezos, que marca el paso del tiempo y el pasaje de un viejo orden al nuevo. Muestra el mundo de una aristocracia que parece no aceptar los cambios y es avasallada por los nuevos tiempos sin poder percibirlo. La nueva burguesía llegó para desplazarlos.
El jardín de los cerezos es una comedia que ridiculizó la vulgaridad y trivialidad de la vida aristocrática, en un intento de desdramatizar una situación de crisis, tanto económica como emocional.
Los personajes de Chéjov hablan y en su gran mayoría dicen lo que no sienten. Todos ellos, prácticamente sin excepción, están desde el comienzo en una situación errónea, una falta de conocimiento sobre la verdadera naturaleza de la situación en la que se encuentran. Esto los lleva a accionar de manera inconveniente. Ninguno encuentra su espacio, traducido en un malestar, explícito o velado. No son conscientes de la realidad en la que viven y no pueden encarar sus problemas. Es así como sus deseos pocas veces o nunca se cumplen. Jamás pueden saber qué tendrían que hacer para cambiar su realidad.
Hoy, luego de 110 años de su creación, El jardín de los cerezos no ha perdido ni significación porque Chéjov es la historia de personas y sus sentimientos: miedo, decepción, falta de confianza.Llama a la renovación. No mira hacia atrás, sino hacia adelante.
Una lectura revolucionaria adscribiría con entusiasmo al final de la obra, final que no delataré, diciendo que el jardín pasa de objeto estético a mercancía. Esto dispara la pregunta: ¿Será o es éste el destino del arte? Como decía el autor: “El papel del artista es hacer preguntas, no responderlas.”
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