Gatos y lluvia
por Marta Rosa Mutti
ivo debajo de un puente y cuando llueve el viento deja que la lluvia moje mis silencios. Entonces tiemblo, ella me abraza y nos vamos a caminar por callecitas angostas de tiempos y prisas sin aliento. Algunas son de barro y entre patinazo y patinazo para no perder el equilibrio me apoyo en las puertas o ventanas de las casas que a uno y otro lado de la calle me miran pasar. A veces sin querer mis manos dan un golpe fuerte y se asoma una cara. “¿Hija?”, pregunta “¡No la conozco, váyase!”, se contesta.
En una de las tantas y apretadas puertas, un chico espera que su madre vuelva del trabajo. Los ojos me miran con despecho, su boca se incendia y arremete: “¿Qué buscás? Mi mamá no está, tampoco mi papá, abortá, le dijo y ella lo echó, ¿para qué lo queremos?, así estamos bien”.
Sigo de largo sin decir una palabra.
“¿Sos Andrea?”, me pregunta una mujer a la que la lluvia le lava la cara y me muestra que es un poco más que una nena, y sigue, “dijo que traías plata, no me salgas con un par de celulares, plata, o nada”. Pero yo no soy Andrea y la dejo atrás y salgo del barro. La calle ahora es empedrada, no patino, resbalo, puedo limpiarme un poco. Miro las casas, veo dos gatos de color, pequeñitos y sin dueño que han dejado en un jardín. Me quedo junto a ellos, se arriman, piden cariño.
La lluvia me abraza. Pierdo el aliento. El mundo se encierra en el puño de una mano. Abro mi abrigo, acomodo a los gatos y van conmigo, a ellos les cuesta encontrar un hogar, como a mí. Esta vez como en los cuentos será distinto. Iré a buscarte. Me harás pasar, los pondré entre tus manos, les serviremos un plato con leche tibia y secaré mi ropa mientras preparas un tazón de sopa caliente que tomaré despacio.
Cuando oscurezca atrasaré el reloj para que las doce lleguen más tarde. Te contaré que me llamo Clara y hasta hace un rato vivía debajo de un puente. Ahora que estoy en tu casa al abrigo hasta podemos ensayar un baile. Y si me proponés quedarme no hará falta que huya. No perderé el zapato porque no tengo, no me espera ningún carruaje. Los gatos no molestarán, buscaban un dueño y mirá, jugás con ellos. ¿Sabés?, y hasta podemos dejar de buscar los umbrales y dar vueltas inventando un refugio.
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