Conjurar el miedo
Por María Graciela Jaime Irusta *
El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ignorancia; el miedo de hacer nos reduce a la impotencia… Eduardo Galeano
engo hambre, frío, miedo. Mato al hambre cuando mato al animal y como su carne. Mato al frío cuando me abrigo con su piel. Lavadas con sangre están mis flechas, con su sangre, untadas con su grasa y lustradas con sus crines: tienen su magia. Conjuro al hambre y al frío cuando mato pero no puedo matar ni conjurar al animal del miedo dentro de mí.
Animales aterradores muchas veces se abalanzan sobre mí en estampida. Parecen galopar, invisibles por el cielo y encender con sus pezuñas, fuegos para asustarme. Se mueven con cierta torpeza y sacuden la tierra. A veces, enfurecidos, hacen que la superficie se abra en enormes grietas. Algunas montañas desaparecen, otras se levantan. También los ríos cambian de curso, ya no se sabe dónde es bueno pescar. Sin bosques ni piedras ni animales los hielos huyen no sé hacia dónde. Pienso que me quedaré sin agua y sin alimento.
Sigo sin encontrar la magia que me permita matar el miedo. Es un animal que se niega a morir.
En la tierra todo ruge. Las bestias están furiosas. Se desatan truenos y arremetidas celestes y subterráneas.
Me he refugiado en la caverna. Estoy temblando en un rincón. Todo se estremece. No sé si podré escapar aunque delante de mí está la salida. Me inspira terror, me paraliza ésta naturaleza fuera de control.
Tanteo las rocas con mis manos, encuentro una superficie lisa, desnuda. Tomo una afilada piedra e intento rayar la dureza lapídea.
Golpeo, rayo con desesperación y dibujo para encontrar la magia que conjure mi miedo.
Después de muchas horas de tormenta, todo se ha serenado. Bramidos feroces, ruidos terribles, ya no se oyen. Algunas goteras se escabullen entre las piedras y enseguida se transforman en hielo. Tendré agua.
Ha cantado un pájaro. Afuera de mi cueva adivino la luz del sol.
Con la piedra filosa no pude escapar, pero mis manos trazaron figuras en la pared de la caverna que están allí, inmóviles. No se quieren ir. Pretenden dejar un mensaje, un aliento, una esperanza para el futuro, eso creo.
Sin quererlo, mis dibujos han atrapado a la bestia del miedo. Ahora está quieta también dentro de mí.
Algunos hombres llegarán a la cueva. Tallada en la piedra, una metáfora les dará la bienvenida. Esa pared húmeda, les enseñará a conocer la historia para poder dominar a la bestia del miedo.
...
* María Graciela Jaime Irusta. Licenciada en bibliotecología (UBA). Traductora de poesía y de cuentos breves del inglés al español y viceversa. Poeta y Narradora. Ha participado en distintas antologías en Argentina y en España. Miembro de la SADE 3 de febrero(Bs. As.).
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