Las zapatillas de baile
Por Liliana Spaltro *
iempre me llamaron la atención los pies de la gente, sobre todo en las estaciones de subte en la hora pico, con cientos y cientos de personas que pisan el suelo. Historias de hombres y mujeres, historias diarias. Siempre me pregunté de dónde vienen o a dónde van. Todos los días, sí o sí tomo el subte hacia mi trabajo y observo a una mujer diferente al resto, por su aspecto, que baja en Florida, a la misma hora, como yo.
Ayer seguí las pisadas de esa mujer (ya daría alguna escusa en el trabajo por llegar tarde). Ella tomó por Florida y a la altura de las Galerías Pacífico, se encontró con un señor que tocaba el bandoneón, se sacó el tapado y mostró una estampa tanguera; no me había equivocado, era diferente. Me acerqué y de caradura le dije que era escritor, que quería saber algo de su vida para poder escribir un cuento (obvio que le iba a poner otro final).
María era su nombre artístico. Me contó su vida, le di unos pesos y me despedí agradeciéndole. Bueno, creo que ahora tengo material para mezclar realidad con fantasía.
María pertenecía a una familia humilde. Soñaba con ser bailarina clásica. Vendió pan en la calle y repartió estampitas en el tren. De adolescente fue maltratada en la calle cuando salía a vender, pero siempre fue trabajadora y pudo juntar un poco de plata para comprarse unas zapatillas de baile. Las había visto en un lugar que venden ropa usada. Las compró y las escondió entre su ropa, en el fondo de un cajón. Se sentía feliz.
María, pisada tras pisada iba dejándolo todo, iba dejando parte de su infancia, de su pureza, pero crecía con un sueño. Un día, un hombre llegó a su vida y un collar bonito la sedujo y se sintió linda y amada; entonces pensó en comenzar sus clases de baile. Se lo dijo a su hombre, pero él no la dejó. Un cachetazo la volvió a la realidad.
Y así, con una copita de alcohol trató de evadirse; pero las copas se sumaron. El alcohol le ardía en el estómago. Le ardían las cicatrices del cuerpo y del alma. María no aguantó más y escapó, pero antes se puso las zapatillas de baile y salió corriendo. Un viento cálido le daba en la cara. Siguió caminando aunque parecía que con sus zapatillas flotaban. Llegó a la estación de trenes y se perdió entre cientos de personas, entre cientos de pisadas. Subió al tren, lánguida, con una sonrisa. Se quedó en las escaleras. El tren arrancó. Un viento cálido le daba en la cara. María estiró un brazo, estiró una pierna y dando un salto de bailarina clásica cayó sobre las vías.
El tren detuvo su marcha, muchas pisadas rodearon su cuerpo.
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* Liliana Spaltro. Fundó junto a otros escritores el grupo cultural “Los Poetas del Encuentro”-Ptdo. Gral. San Martín. Organiza eventos culturales y asiste a encuentros literarios nacionales e internacionales.
Autora de cinco libros de poesía y narrativa: “Obsesión”, “Cortejo de Sombras”, “Detrás de la Puerta”, “Con el viento de frente” y “Sorbo de tiempo”.
Obtuvo premios, distinciones y reconocimientos.
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