Voces
Por Marita Regolo
l radio despertador se encendió automáticamente. La música de la presentación de su programa favorito le gustaba. Medio dormida canturreaba con un inglés poco claro el tema de los Beatles. Acomodó su espalda que parecía haberse hundido en la cama durante la noche, rastrilló su cabello con los dedos abiertos como un peine, dio un largo bostezo y se dirigió al baño para ducharse. La niñera llego puntual para atender a Paula y Nico que ya se habían levantado y acomodaban sus cosas para el colegio.
El top sonó anticipándose al noticiero que puntualmente comunicaba los datos del clima, el estado del tránsito y las últimas noticias. También era un aviso de que el tiempo corría y se hacía tarde.
Con un beso cariñoso y las recomendaciones que las mamás repiten hasta la vejez, se despidió y se subió a su auto camino al hospital.
La radio cobró vida al encender el motor y la voz del conductor del programa la invitaba a recordar juegos de la niñez. Qué lejos parecía esa época. La escondida, la mancha, el elástico… ¿Había pasado tanto tiempo? El celular sonó y un mensaje de whatsapp le pedía con un “porfi” que al volver trajera helado para el postre.
El animador insistía con la pregunta y su mente corría una carrera contra el tiempo. En un semáforo se dio vuelta y vio al conductor del coche vecino diciendo: -“¡Siiiii, el carrito a rulemanes!” - y no sabía si la música que la envolvía salía de su estéreo o del otro auto.
Se acercó al centro de salud, estacionó y al cerrar el contacto amordazo de un saque al locutor. El día estaba caluroso y había mucha gente en la guardia. En pocos minutos se acomodó y comenzó su faena.
Mientras una veintena de personas traían sus pesares, una parturienta esperaba su hora en la sala de maternidad. En los claros de tranquilidad se arrimaba a la sala de enfermeros para tomar un café y reanimarse. Allí otra voz les contaba lo que sucedía en las calles y los sorprendía con un poema de amor de Mario Benedetti. Una caricia sonora e intangible que se colaba en la tarde desnuda.
-“Un saludo para toda la gente del Hospital Ramos Mejía que están escuchando en la guardia. ¡Les dedicamos este tema de Fito Páez para acompañarlos!”… -pero ¿quién había llamado para pedir ese saludo? Nadie sabía nada, aunque aquello fue alentador. Todos al ritmo de Mariposa Tecnicolor esbozaron tímidamente un pasito de baile.
Las horas pasaban y el niño quería nacer. La sala de partos estaba preparada y el ritmo cambió vertiginosamente.
El llanto de Tobías desató la euforia.
Todavía faltaban algunas horas para terminar su turno. Mientras prepara algo de tomar golpearon a la puerta. Un chocolate y un abrazo la sorprendieron. -¿Les gustó la dedicatoria en la radio? Sabía que estaban escuchando. Fui yo quien llamó por teléfono para pedirles el saludo. ¡Gracias por todo lo que hacen!
Salió apurado casi corriendo en dirección al sector de nursery.
El reloj marco preciso el final de la jornada laboral. Se subió nuevamente al auto y esta vez el tema de su película preferida le arrancó un suspiro. Si podía la volvería a ver.
En casa Paula y Nico ya habían vuelto de la escuela y la niñera como siempre estaba escuchando el magazine de la tarde mientras preparaba la merienda. -“¡A ver chicos déjenme escuchar que quiero saber a qué hora dan esa película que le gusta tanto a su mamá!”- El top dio origen al noticiero vespertino que comenzó su relato cuando se escuchó el sonido de la puerta. Con un balde lleno de sabores helados pronuncio el esperado saludo de regreso.
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