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Apuntes literarios

Tribus urbanas

Aldo Ferrante

Se dice que la globalización transporta culturas – en este mismo instante lo está haciendo – pero también enmascara el viaje con la intencionalidad del discurso único, la receta económica mágica, la política irrefutable de ataques y contraataques de ejes del bien y del mal, la verdad revelada de una cultura totalizadora. Así, la síntesis atemporal del deseo/necesidad conquistador, no anda subida ya a una carabela sino a internet y a los mass medias lo que equivale a la instantaneidad misma. Silenciosamente, la sapiencia genealógica de la sociedad fue mezclando sus gruesos granos en la espesura fina del saber científico y un día la fuente se resquebrajó por los bordes con el ADN de la inquietud, la rebelión: los jóvenes. Y la cultura fue subcultura y fue contracultura. Entonces, lo que habla como una paradoja es en realidad la redundancia socialmente histórica.
Suele ponderarse a la adolescencia como el período de transición entre escuela, trabajo y matrimonio, tal la escala de valores de la sociedad ideal tradicionalista. Luego, se trata de un período de socialización con grupos secundarios de influencia. Estos grupos lo conformaban la familia y la escuela, por conservadurismo. La extensa bibliografía referida al tema tiene en el antropólogo catalán Carles Feixa, un amplio criterio para exponer los factores que sirvieron de matriz transformadora a las sucesivas generaciones juveniles y sus interacciones con pares y con el entorno. Feixa sostiene que desde la irrupción del paradigma adolescente a principios del siglo XX hasta la denominada Generación X, la sociología y la antropología contextualizan a los jóvenes a partir de revoluciones, guerras, la paz, el rock, el amor, las drogas, la globalización y sus antítesis.


El sol sale sobre la aldea global

Rebelde sin causa

De lo anterior se desprende que la condición tribal de los grupos básicamente adolescentes cobraran forma tras la Segunda Guerra Mundial. Luego de una transición escéptica, desencantada y nihilista, los sociólogos confluyen en la noción de “cultura juvenil” a partir del crecimiento económico de posguerra – sobre todo en Norteamérica y Europa – que generó un escenario de altas tasas de empleo, creciente poder adquisitivo y escolarización masiva. El mercado juvenil había nacido. Los clichés e íconos se hicieron protagonistas y elemento común de una nueva y poderosa cultura. En ese sentido el film “Rebelde sin causa” (Nicholas Ray, 1955) y la novela “On the Road” (Jack Kerouac, 1957) marcaron la pauta de la incipiente diferenciación juvenil.

En el camino - Kerouak

El proceso se profundiza en los años ‘60 cuando las manifestaciones juveniles enfrentaron a la cultura conservadora característica de la primera mitad del siglo. Entraron en crisis las mencionadas instituciones de socialización tradicionales y los principales valores de la sociedad burguesa. Los Beatles y la música rock en general, el hippismo (nivel superior de confrontación de la beat generation), la Guerra de Vietnam, el Mayo Francés fueron los vehículos sobre los que se montaron el Power Flower y otros manifiestos utópicos.
Para la década siguiente la ruleta político-económica de occidente había dado otra vuelta hacia momentos de crisis y la juventud, madura en tanto sujeto social, se reconvierte culturalmente conforme el nuevo eje. De algún modo la mecánica mutante se repite y la frecuencia entre las etapas disminuye su distancia. La vorágine de la vida es parte de la cotidianidad por obra y gracia de la comunicación masiva. Allí también se acortan tiempo, distancia y palabras. La energía global es intangible y a la vez palpable, energía – que tal el principio físico – no se crea ni se pierde, se transforma, y por entonces en acciones puramente objetivas. Se suceden revoluciones, guerras de grandes saldos y guerras frías, golpes militares en Latinoamérica, la música joven se hace estandarte, los ídolos referentes y los símbolos batallan en el consumismo.
Conforme el movimiento juvenil creció, crecieron también las diferencias intersticiales. Para entonces surgieron las bandas, los grupos, culturas de una cultura madre que adoptan determinadas características sensitivas, ideológicas y estéticas que las diferencian entre sí. Son la génesis de las tribus. Es el devenir contextual lo que emerge como el amalgamador de las nuevas microculturas.

 

Tribus Urbanas en contexto.

Tribus Urbanas en contexto

En su libro “El Tiempo de Las Tribus” (1990), el francés Michel Maffesoli inaugura formalmente la noción de tribu urbana poniendo énfasis a la idea de un “cambio epocal”, pensado desde el concepto de sociedad posmoderna, cuya fisonomía refiere en el “tribalismo, el nomadismo, el predominio del presente y el emocionalismo”. Para Maffesoli, la posmodernidad excedió los ideales de la modernidad centrados en los conceptos de trabajo, racionalidad y finalismo social. Asimismo cuestiona el concepto de una sociedad orientada desde referentes utópicos pero acepta la vigencia de “libertades intersticiales”, una especie de albedrío hacia el interior del tejido social, como terreno de realización de imaginarios cotidianos que superen lo impuesto. En otras palabras, el corazón tribal late al ritmo de los pensamientos y prácticas de la realidad social y su dialéctica fluye a través del mundo de los afectos, sentimientos y emociones sin poner en primera instancia la regulación explícita de un sistema político o una estructura económica aunque dentro de su gravitación.
Los sociólogos chilenos Raúl Zarzuri y Rodrigo Ganter, a su vez, sugieren que la proliferación de las tribus urbanas se comprende mejor cuando las consideramos como “expresión de prácticas sociales y culturales más soterradas, que de un modo u otro están dando cuenta de una época vertiginosa y en constante proceso de mutación cultural y recambio de sus imaginarios simbólicos”. El fondo en esta cuestión, extendida al plano de las conductas juveniles cotidianas, es nuevamente el rechazo a la esencia de las normas y sus supuestos “y/o su aceptación instrumental en función de objetivos inmediatos”. Se llega de esta forma a la construcción de “imágenes de los jóvenes, etiquetándolos como individualistas, consumistas, amorales, apolíticos”. El iceberg de las tribus asoma su punta.

Tribus urbanas

La tendencia tribal. La paradoja que protagoniza la tribu urbana es su conversión en contrapeso de los intentos por lograr el predominio de una sola cultura en un mundo sumergido en la arista del “ser global”. A su vez, en la rapidez de estos tiempos sin tiempo, emergen tribus de tribus como mutación instantánea en el reloj de la vida.
El significado de tribu urbana va con la justificación de las expresiones efímeras que existen y seguirán apareciendo con los años. A diferencia de los movimientos juveniles de los ’60 (constituían en comunidades trazadas en la igualdad de sus miembros y la cultura alternativa en sentido amplio que suponía ruptura familiar y cambios en las “reglas” sociales, culturales, económicos, morales y religiosos, más nuevos conceptos de solidaridad y amor) las tribus se expresan como subculturas de pautas específicas que poseen juegos, ritos y códigos que transgreden lo establecido, apropiándose de símbolos que generan pertenencia y una estética que se para en la resistencia (violenta o pacífica) en disidencia al orden cultural adulto y dominante.

En síntesis, hay escuelas que catalogan a estos grupos como derivación dependiente de la cultura, unas como parte de la cultura y otras en oposición de la cultura. Son variantes de un mismo punto de partida hacia nuevos interrogantes acerca de la sociedad que se construye a diario. Agitar el pensamiento crítico sobre ciertas contradicciones que desafían imposiciones integrales es, de algún modo, desafiarse uno mismo a indagar el universo cultural, abrirse desde la piel hasta las neuronas, explorar escondites, buscar lo oculto y oír lo que se calla; ser parte de la historia.

Tribus urbanas


 

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