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Apuntes literarios

Martin Kohan

Norma Vinciguerra

Es tarde, llovizna y muero por un café. Un paisaje perfecto para recluirme en un bar. Elijo la mesa junto a la ventana y me imagino cuantos creadores encontraron sus musas en estas condiciones. Tal vez sea el caso de Martín Kohan, escritor argentino nacido en Buenos Aires en 1967. Con un estilo atrevido juega con prohombres emblemáticos de la historia y la literatura clásica. Como en el caso de Muero Contento, del libro de cuentos del mismo nombre publicado en 1994, donde expone sentimientos como duda, vergüenza y tristeza, además de dar su lectura la impresión de vértigo: “Cabral se hace visera sobre los ojos, pero es inútil: no es el sol lo que le molesta, no es un reflejo lo que le impide ver, sino el humo de los cañones y los gritos de los que se desangran.”
Doctor en letras, licenciado en enseñanza de secundaria normal, profesor de teoría literaria y crítico, estos componentes hacen que sus obras tengan un elevado registro. Sin embargo llega al lector con un lenguaje cordial, gracioso y reflexivo. También escribió ensayos sobre personalidades de la política y la cultura como: Eva Perón, cuerpo y política (1998, en colaboración con Paola Cortés Rocca). Donde hace referencia a la “Evitomanía” como resultado entre la inserción de la vida pública y la privada. Otros: Ensayo de lectura de Walter Benjamín (2004) y Narrar a San Martín (2005).
En su novela Ciencias Morales (premio Herralde 2007), basa la historia en el año 1982, etapa final del gobierno de la dictadura, donde el personaje de María Teresa, preceptora de un colegio conservador se esmera en aplicar las reglas y corregir las conductas en donde todo está prohibido. Kohan es el prototipo literato actual que utiliza los interrogantes con ingenio, que elige cada palabra sin olvidarse de la profundidad del tema que aborda.


Intervista

Martín, para empezar básicamente queríamos preguntarte cómo empezaste a leer, cuándo fue, qué leías. ¿Cómo apareció la literatura en tu vida?

-Según yo recuerdo fue de la manera más típica, más tradicional. Lo que suele citarse en esos casos, esas colecciones tipo Robin Hood, ese tipo de libros, la Editorial Sigmar también. Recuerdo bien la lectura de La Vuelta al Mundo en 80 días y la Saga de Bomba. Pero mi prehistoria de lector más que estar ligada a determinado objeto, era un gusto por estar solo, por salirme de los amigos, de la situación familiar o del entorno, esa especie de fuga semi autista.
Lo que tuve más tarde fue la necesidad de atesorar los libros, la idea de reunirlos, de alinearlos, de conservarlos. Que ni siquiera está ligada a la re lectura; es más bien la idea de atesorar, un amor por el objeto.

Fuente: Martín Abadía – Emiliano Marilungo – Roberto Santander de La Periódica, Revisión Dominical.

 

¿Cuál fue el impulso inicial en Ciencias morales?

-Me interesaba la figura de la preceptora en medio de un juego de represión/ motivación. Después apareció la escena de los baños, y bastante más adelante la idea del momento histórico en donde ambientar la historia: la dictadura. En relación a esto, me preocupaba que transcurriera durante la dictadura pero que la dictadura estuviera y no estuviera al mismo tiempo. Esa fue la siguiente decisión, algo que también apartaría a la novela de una cierta convención de “novelas-de-la-dictadura” o de testimonio. Tenía más o menos claras las ideas iniciales sobre lo que quería que pasara y no pasara en el colegio: una preceptora, en este colegio, las escenas de control, esa requisa que hay sobre el uniforme... y que las resonancias que todo esto pudiese tener funcionaran solas. No desde la premeditación alegorizante porque eso me parece un poco mecánico, y hubiera vuelto la novela un poco previsible.

Fuente: Letral, Número 1, Año 2008 por Mariana Di Ció y Enrique Schmukler.

 

¿Cuál es el personaje de ficción que más le gusta?
-Emma Zunz: el drama del equilibrio entre especular y obrar.

Fuente: La Nación Por Martín Lojo.

 


Eduardo Belgrano Rawson

Paseo obligado de una tarde de domingo es visitar las librerías. Sobre los mostradores de ofertas, en primer plano, veo la tapa colorida de El Tony, la abro y empiezo a hojear las páginas amarillo lejano, en una de las historietas aparece la firma de un tal Claro, en realidad es el seudónimo que usaba por la década del sesenta Eduardo Belgrano Rawson. Este autor que nació en la provincia de San Luis en 1943, es uno de los que hermanan la nueva literatura argentina. Comprometido con la realidad nos atrapa con sus relatos donde se tocan temas como la inseguridad, la corrupción y los comportamientos humanos. Es el caso de su cuento Vení llorado, en el que comulgan todos estos temas narrado en forma coral, donde la protagonista cansada de escuchar las desdichas de su familia les hace una petición: “Te espero a las ocho, “dice “pero vení llorado”. No quiere que el llanto de los parientes le arruine sus empanadas.
Llega a Buenos Aires con 18 años e inicia sus estudios en Derecho, pero es perseguido por el duende del arte y abandona a la mitad de la carrera para estudiar cine y dedicarse al periodismo. Además de escribir historietas y notas en la revista Primera Plana (1960) y el diario La Opinión (1970), tiene un notable número de novelas y cuentos publicados. Desde 1975 hasta 1987 realiza varios viajes a Tierra del Fuego, en uno de ellos y unido a una expedición de biólogos argentinos cruza a pie y a caballo la deshabitada Península Mitre. Esto da motivo para Fuegia (1991), donde se refiere a los últimos años de los nativos fueguinos y los primeros de los colonos. Con un estilo dúctil y llano pinta el paisaje del exterminio y delinea los personajes con detalles sucintos, quienes dan testimonio atroz del género humano. Aventurero y audaz Belgrano Rawson un escritor de hoy, leerlo se transforma en el paseo obligado.


Intervista

Usted en 1991 dijo, refiriéndose a Fuegia, que quería evitar el “abominable género de la novela histórica”. ¿Cómo hace aquí para evitarlo?

- Si Fuegia es una novela histórica, entonces todo es novela histórica. En el caso de este libro creo que eso debe decidirlo el lector. ¿Pertenece al género de la no ficción? ¿Es una novela histórica? Yo no sé lo que es. El género no me preocupa.

Fuente: Mónica Sifrim para Clarín Cultura

 

Nombraste a Cortázar

- A mí me maravilló Cortázar de entrada. Antes ya había leído a Viñas, fue un descubrimiento Sáenz, y después cayó Rayuela en mis manos, y ya vinieron García Márquez, Rulfo, Vargas Llosa... De los 10 a los 20 años leía hasta los letreros del camino. En mi casa había una biblioteca grande, que es lo que me salvó de ser un estúpido profundo. La escuela nada me dio. Ya en la biblioteca pública seguí leyendo sin dirección: de Salgari a Shakespeare, y siempre norteamericanos: Stevenson, Hemingway, Capote... Después, Cheever, un escritor fantástico.

 

Nos merodea la idea de que la emoción es una claudicación que abarata el hecho artístico. ¿Te llega ese complejo nacional?

-Para mí en cualquier cosa que se escriba la emoción es fundamental y si no, desisto.

Fuente: Por Rodolfo Braceli para La Nación

Martin Kohan y  Eduardo Belgrano Rawson


 

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