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Anabel

por Juan Manuel Giménez

Todo empezó un 11 de abril, en el año 2043. Mi nombre es Anabel, actualmente tengo veinticinco años. Tenía tan solo dieciséis cuando todo empezó. Solía ser una adicta, solitaria y sin futuro, ahora soy una de las pocas supervivientes, quizá eso fue lo que me llevó a este destino. Recuerdo todo, como si hubiera sucedido ayer, cada noche sueño con ese día, esa semana, ese año. El año 2043, para ser más preciso el 9 de abril, Corea del Norte formó alianza con Rusia, y declararon la guerra con Estados Unidos, comenzó con una guerra normal, pero a los pocos días se desató la masacre, Rusia envió una bomba nuclear a Nuevo México, de unos 400 megatones, suficiente para eliminar una mega ciudad, y ese fue el principio de un nuevo mundo, poco a poco se empezó a declarar una guerra entre más países, hasta que terminó siendo una guerra mundial…nuclear.

A nosotros, la gente común, nos metieron en cápsulas subterráneas, llamadas distritos, y poco a poco, cada país, cada ciudad, cada pedazo del mundo, quedó totalmente destrozado, como si Chernóbil hubiera consumido todo el mundo.

Pasaron ocho años hasta que volví a ver la luz del sol, puesto  que los “distritos” habían colapsado en caos, la gente, por locura, se suicidaba, otros se enfermaban y morían, pocas fueron las capsulas con las que quedó gente con vida, ya que en la mayoría, por estas causas, se extinguió la vida.

Recuerdo el día que salí de allí, fue con tres compañeros, el horrible olor que tenía el aire, las ciudades devastadas, los cadáveres por cualquier lado en el que caminaras, las primeras semanas, los horribles mareos, desmayos y vómitos causados por la radiación, pero al tiempo uno se acostumbra, generalmente llevamos ropa pesada con plomo para evitar que nos mate, pero ya no es tan necesaria. -Al fin y al cabo, uno tiene que morir de algo, ¿verdad? Jaja… Mis tres compañeros con los que me escapé, murieron, pero hoy en día, uno simplemente no tiene para lamentarse, la vida se redujo a pura mierda, escarbar basura y saquear lo que queda de algunas ciudades por un poco de comida enlatada, o agua potable no contaminada, con el miedo que en cualquier momento pueda saltar un lobo, o perro, o algún animal y matarte, o peor aún, que nadie te apuñale o dispare por la espalda, y con la fe de que no sucederá hoy.

La vida dio un giro inmenso luego de ese suceso, la gente se mata por comida, como si tan solo fuéramos un pedazo de carne, incluso son capaces de matarse entre sí para comer la carne… el simple hecho de pensarlo me repugna, y uno debe cuidar su espalda más que cualquier otra cosa en el mundo, ya no se puede confiar, ni en tus propios amigos, ni familia, no se sabe cuándo alguien se volverá loco y querrá arrancarte la cabeza para poder comerte tus entrañas, o robarte tus objetos. Vivir aquí es un infierno, algunos dicen que es el Apocalipsis, otros que es el castigo de Dios, lo único cierto, es que, si existe algún Dios, aquí nos abandonó.  Tuve que hacer varias cosas para sobrevivir, de las que me arrepiento, desde robarles a niños para comer, hasta asesinar gente sin saber quiénes eran. Pero lamentablemente, así es estar acá hoy en día, matar, o morir.

Mis mejores amigos son una colt 19 1 A1, que se la quité a un hombre mayor, el cual se había suicidado con ella, y un rifle Thompson, que le arrebaté a una señora, luego de apuñalarla con un cuchillo de carnicero, que en paz descanse.

Actualmente estoy escribiendo esto en el 5to piso de un edificio en buenas condiciones, ubicado en lo que según un mapa, parece ser parte de Entre Ríos, tengo la esperanza, de que si en algún futuro, el mundo vuelve a ser un lugar habitable, y las personas vuelven a ser “personas”, tengan esta pequeña historia, para que recuerden, y para que nunca vuelva a suceder.

Mi nombre es Anabel Milagros Ferreiro, hoy es 4 de septiembre de 2052, soy una superviviente y rezo por que pueda sobrevivir un día más.

 

 

 

Anabel, integra la Antología, De Arena y mar (2014)

 

 

 

 

 

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