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Realismos

Más que un asado una Leyenda

por Marcelo Chavanne

Era el mediodía del sábado 2 de enero de 1965 y Fermín Ridruejo Sotelo estaba prendiendo el fuego como lo hacía todos los sábados de enero y febrero para 8 comensales que serían partícipes de la comilona. El primero que llegaba siempre era Emilio Argañaraz Pintos un abogado - ex juez que se desempeñaba como defensor oficial de pobres y ausentes - que siempre asistía a Fermín en esos ágapes que comenzaba con un brindis siempre igual… “sea este nuestro primer brindis del verano” ...por supuesto que seguían así hasta el último asado de la temporada.

Fermín salía a hacer las compras en su inconfundible jeep Willis rojo junto al coronel Ernesto Arriaga Sotelo - su primo por parte de madre, pero que le tiraba los perros a cuanta vieja se le cruzaba- que lo acompañaba en alguno de estos eventos en donde al finalizar se hacían las cuentas y se repartía entre todos los comensales y no se permitía que nadie se apartara del procedimiento.
Siempre era así. Se juntaban, la mayoría eran turistas veraneantes como Fermín, Emilio y el coronel y aprovechaban para ponerse al día ya que durante el invierno -en la mayoría de los casos- no se veían, por lo que ese asado era una forma de reunirse para canjear las novedades del año de cada uno, en este paraje perdido en el sudeste de la provincia de Buenos Aires que se conocía como Santa Clara del Mar.
Era realmente un lugar de no mucha jerarquía, pero a nosotros que habíamos pasado toda nuestra adolescencia jugando y potreando en el lugar y recolectando afectos, nos encantaba porque era nuestro refugio de verano.
Nosotros y el hijo de Fermín, Daniel Ridruejo Oncativa que era un gran deportista y se estaba preparando para jugar al rugby en la primera del Club Pucara. El club de sus amores, mirábamos deslumbrados desde afuera porque los mayores solo permitían el ingreso de jóvenes que superaran los de 18 años. Sin duda, el temario que solo era para hombres, a veces desbordaba por algún cuento picante y todos se morían de risa. Daniel y yo tenemos actualmente 72 años.
Cuando cumplimos 18 Fermín nos hizo ingresar y nos “bautizaron” y a partir de ese momento nunca se suspendieron esos asados hasta hoy que están por cumplir 55 años.
Es verdad se fueron retroalimentando por diferentes comensales que iban apareciendo con distintas personalidades, pero era muy común agarrar al nuevo y tomarlo para la chacota. Esto motivó que muchos habitantes del lugar (veraneantes en realidad) no se animaran a concurrir por temor a que se los agarre de punto… cosa que por otro lado era cierta porque a los nuevos se los proveía de un delantal para que laven los platos con agua fría.

Fueron épocas gloriosas en donde se hacían todo tipo de tropelías siempre acompañadas de una profusa ingestión de tinto que no se caracterizaba por su calidad, pero sí, por su cantidad.
A esos asados podía venir cualquiera porque los comensales habituales estaban autorizados -sin aviso previo- a venir con el acompañante que quisieran. Por lo cual, podía aparecer desde un juez de la Corte Suprema, un diputado, un traficante, un contrabandista, el suegro de Maradona o el último delincuente que había adornado las páginas de los matutinos en días anteriores.
Era realmente un “deja vous”, uno a uno se iban trasladando las historias que sin duda estaban protagonizadas generalmente por los más antiguos o los “socios fundadores”.
Es así que cuando hablaba Daniel o yo que habíamos conocido este encuentro desde el principio, la gente escuchaba con algún tipo de respeto (muy difícil de conseguir en ese ambiente). También cuando lo hacía José Luis Iparraguirre (el gallego) que es un profesional para asegurar autos recién chocados o Claudio Strombato (el cabezón), que nunca trabajó en su vida y que vive a la sombra de su tío italiano o más acá Carlitos Cortezzi (el tano) que se dedicaba al traslado de prófugos en vehículos mellizos que proveía Ramón Emilio Traficante (joyita) y tantos otros que sábado a sábado y año tras año dejaban grabado sus recuerdos y las ocurrencias de cada uno. Punto para destacar era, Ramón Leoncio Escarapela (Raúl) que había dejado el reparto de diarios para dedicarse al masaje de próstata en el Hospital Regional de Agudos de Mar del Plata, que siempre llegaba tarde en bicicleta, para pasar inadvertido y no garpar.
Se contaban los mismos chistes durante años y las ocurrencias estaban a la orden del día, recuerdo con precisión el bautismo de las aguas, cuando salimos todos en procesión y llegamos borrachos a la playa y no podíamos meter la cruz en el agua del pedo que teníamos, o el día que trajimos a una cantante de tangos -estaba prohibida la presencia de mujeres- acompañada por un pianista y un bandoneón… fantástico. O los días que servíamos el asado totalmente desnudos porque nos enterábamos de que entre la concurrencia había algún visitante delicado. No quieran pensar la cara de los susodichos cuando advertía que el “mozo” era un negro con cofia de enfermera y delantal, pero totalmente desnudo. Podría contar 10.000 anécdotas, pero el fin de este cuento es dejar un mensaje.
Cuando comenzamos a transitar esta historia Fermín nos aclaró que solo podríamos participar si nos comprometíamos a no hablar de política, ni de religión ni de fútbol, que cuando los hombres toman mucho, la cosa se pone densa y así fue durante todos estos años.
Nunca se produjo una pelea de ninguna naturaleza y miren que en 55 años en este país sucedieron muchas cosas. El asado de los sábados solo era para pasarla bien, tomar mucho vino y olvidarse de todo. Es más, las mujeres ya lo tenían y lo tienen aún hoy incorporado, que el sábado se debían poner contentas si los muchachos regresaban a casa. De cualquier manera, pero que regresaran.
En estos asados se podía consultar sobre enfermedades, tratamientos para la sífilis, estrategias penales para obtener una prisión domiciliaria o conseguir algún autito flojito de papeles que también proveía Carlitos Cortessi y cualquier cosa porque había especialistas de todo. Ernesto Púan Esperante (cachi) era un capo del Hospital Italiano, que había desembarcado en Santa Clara gracias a la colaboración de un mafioso que le había regalado la casa luego de que por su intervención  se salvara la vida de su hijo, o Dionisio Rial Estensoro (Gori) que era otro neurólogo importante, que cantaba muy bien pero un romántico que embocaba a la primera vieja que se ponía en el camino y caía en sus redes muy bien aceitadas, o Esteban  Efraín Corpacho (era el escribano de todo el grupo). Siempre se podía contar con él pero, de noche, porque no quería que se lo vinculara con el grupo, porque temía perder prestigio o el pelado Enrique Corpulento que era el médico del pueblo además de residente y que la jugaba de comunista pero era el único que preguntaba la marca del  vino que se iba a tomar y que tenía un hermano Amodio Corpulento (Tata) que un día se fue del asado tan borracho que se quedó dormido en el auto debajo de un árbol y lo encontramos a las 9 de la noche, Ricardo Enrique Almonacid que explotaba el Balneario que también se llamaba La Larga y que es reconocido por su importante pijoterismo, Delvi Donato Astudillo (Luisito) que construye departamentos con materiales robados al Municipio que proveía Celso Dimas Estridente (Mario) que había sido concejal por el partido Justicialista en los años 90 y que se lo recuerda porque en su gestión se instrumentó una medida para ponerle manos a la circulación de vehículos  en las calles de Santa Clara, en componenda con Juancho Seguí Caballero, que también había sido concejal y que era el hijo adoptivo de uno de los fundadores  que por su aumento de peso (parece Demis Rousseau) y tantos otros como Aníbal German Alistado (Cacho) que levantaba quiniela en su puesto de diarios y que un día lo embocaron con el 48 y se tuvo que profugar por 3 temporadas que hoy conforman un bloque de 40 personas que se presentan al asado  como si fuese una cita ineludible. Párrafo aparte para Dimas Fulgencio Sebastiano (Toti) que hizo su fortuna acomodando cables truchos de Segba para beneficio de gente pobre. Estos son algunos de los locales, pero había otros que venían de Mar del Plata, la mayoría eran gay que venían de pesca al asado.
Todo, todo en este asado se toma en joda por lo que si uno no tiene humor es recomendable no alistarse.
Claro con el paso de los años todos fuimos envejeciendo y algunos pobrecitos ya partieron y ya no están con nosotros a los que les dedico estas páginas porque si fuese por Ricardo Albarracín Pujol (Charrie) propietario del único albergue transitorio de Santa Clara y que tuvo que sacar un muerto por la puerta de atrás para evitar que la policía le clausure el lugar, es imposible, porque hace jodas hasta con la muerte. Entre los que ya partieron siempre recuerdo a Dionisio Sebastián Suarez (el tordo), gran carpintero que realizo las obras más importantes de Santa Clara. Luis Arnoldo Sánchez el suegro del gallego que siempre se sentaba delante de la parrilla para hacer las ensaladas el ya nombrado Amodio Corpulento (Tata) y Enrique Sola Verga que era un abogado trucho que robaba expedientes y se jactaba de ser hermano de un obispo.
Entre los más nuevos Domingo Asuceno Insolente (Mingo) que había sido allá lejos el proveedor de los muebles del hotel alojamiento y Ramón Ernesto Septiembre (Ramón) que se dedica a fraguar dominios de titulares muertos en el registro de la propiedad de la Provincia.
Es increíble que sin perjuicio de las distintas vidas que todos fuimos teniendo con distintos resultados económicos y distintas familias pudimos encontrar un lugar en donde todos somos exactamente iguales. Es más, el único que no es igual en este grupete es aquel que se calienta. El que se enoja y no se ríe de su desgracia la puede pasar muy mal. Muchos se fueron retirando porque se ofendieron y ya nunca les dio el pinet para volver y reconocer su error y reincorporarse sin inconvenientes. Uno de los que más tardó en incorporarse fue Cipriano Ernesto Cavazón (Pin) que no se atrevía a venir por temor a la gastada, pero pudo superarlo y transformarse hoy en el proveedor de la carne para el asado ya que es dueño del supermercado “Sofía” que tiene como proveedores a los más grandes piratas del asfalto de la Provincia de Buenos Aires.
Los muchachos de este grupete son muy turros, pero todo el mundo lo sabe por lo que “el que avisa no traiciona”. Si, llama la atención que las nuevas generaciones no lo hayan incorporado como una señal de amistad profunda, pero sobre todo para ir sabiendo cómo va la vida de todo el grupo a lo largo de 55 años… (no hay muchos grupos que se sigan viendo con tanta asiduidad y a lo largo de tantos años).
Me dejé para el final un acontecimiento que viví yo y me alejo de los asados durante algunos años. En el año 1978 me había secuestrado el ejército por supuestos vínculos con la guerrilla Montonera con el famoso grupo Graiver. Los diarios se habían ocupado del tema en forma profusa por lo que no quieran saber los comentarios que circulaban en los asados.
Cuando volví, sentí que nadie quería tocar el tema no sé si por respeto o porque el tema no ameritaba para joder. Bueno, volví a los asados en el año 1983 (5 años después) y de a poco tuve que contar lo que me había pasado. Para que, cuando abrí el juego se terminó el respeto y todos empezaron a hacer chanzas con el secuestro, pero debo reconocer que lo hicieron con mucha altura.
Este tal vez sea el único momento serio de este cuento.
Seguramente cuando lean esto se me cagarán de risa, se burlarán de mi pluma y me gastarán a más no poder, pero, esas son las reglas, si me ofendo o me enojo… no aprendí nada. Ya llegará el momento de los reconocimientos porque en todo este período nadie se atrevió a escribir un pequeño resumen de esta verdadera epopeya.
Yo que tuve diferentes etapas con los asados porque dejaba de ir a Santa Clara o porque veraneaba en otro lado, volvía y era recibido como si nunca me hubiera ausentado. Muchos recuerdos me atan a Santa Clara que nunca podré olvidar, pero nadie me va a discutir que estuve desde el mismo momento que se puso en marcha la piedra fundamental. Ni siquiera el fundador de Santa Clara… Don Antonio Seguí Caballero que era un gallego emprendedor y muy honesto, me podría excluir de este privilegio.
Hoy regentea los asados, Daniel con sus dos cómplices (el gallego y el cabezón) que desde el principio se realizan en La Larga, con una sola excepción. La visita de “la banda” a un campo que yo supe tener y vendí en el año 2006. Antes de entregar el campo los convoqué y preparé una pata de ternera que la cociné durante 12 horas y los recibí con una olla de 10 litros de un menjunje -al que llamábamos Milenium- que estaba preparado con whisky, Gancia y Campari con jugo de naranja y mucho hielo. Fue tan grande el pedo que nos agarramos que cuando nos tiramos a la pileta todos desnudos, una avioneta particular daba vueltas en redondo porque pensaban que éramos un campamento gay.
Para los jóvenes del condado -yo no puedo porque no tuve hijos varones- aprovechen esta enseñanza… “la vida que no se comparte con amigos no es vida” y estos asados ya dejaron de ser asados para transformarse en una verdadera leyenda. Hoy podemos decir que hemos cumplido con creces las promesas que le hicimos a Fermín. Vaya mi reconocimiento al fundador de esta verdadera epopeya que seguirá vigente hasta que nosotros lo dispongamos o… Que Dios nos lo permita.

 

 

FIN

 

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Marcelo Chavanne
Marcelo Chavanne es un empresario argentino nacido en Buenos Aires, Capital federal, más precisamente en el barrio de Villa Devoto.
Cuarto hijo de una familia de 7 hermanos, cursó la escuela primaria en el colegio Cardenal Copello y la secundaria también en un colegio católico Claret.
Comenzó sus estudios de derecho en la Universidad de Buenos Aires, pero los abandonó muy temprano para dedicarse al difícil arte de la venta, sobre todo conformando grupos de conducción de personal.
Consiguió resultados exorbitantes en esa disciplina llegando a facturar millones de dólares con el arte de la palabra.
Se casó y tuvo dos hijas que hoy conforman su grupo familiar junto a 4 nietos.
Ya en el atardecer de su vida y por obra de la pandemia, se dedicó a escribir primero una autobiografía narrada que tituló.” De Devoto a Recoleta y continuó con la saga de cuentos, “La seducción de la Intriga” en donde se perciben sus inocultables experiencias y la intensidad de su vida.
Su pluma más allá de su calidad, describe a un personaje  que ha hecho del humor, un medio de vida para sortear sus innumerables aventuras.

 

 

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