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Realismos

 

El partido de fútbol del futuro

(Táctica del juego de un encuentro del año 2045)

por Carlos Villa

El centro-half se masajeó por enésima vez los gemelos y los cuádriceps a instancias del inminente aviso de salir a la cancha.

Las mariposas revoloteaban en su estómago como siempre le sucedía en esas circunstancias. Era inevitable y no dependía precisamente de su inexperiencia, porque precisamente lo que tenía era experiencia. Se había ganado un espacio en ese ambiente tan particular y era respetado por sus pares, y un referente de los más jóvenes.
Ya había terminado de preparar su indumentaria y el copioso suministro de accesorios técnicos para involucrarlo en la estrategia de este centenario y popular deporte.
El partido se había resuelto estratégicamente por la mañana, incorporando al nuevo software del equipo de control, las características de los jugadores contrarios y propios. Peso, altura, dinámica (se logra así un ajustado promedio de los kilómetros recorridos por partido, su velocidad, su aceleración, y los sectores de la cancha, que por sus características de juego, debería recorrer cada jugador), sus recursos y habilidades más usuales, sus defectos, sus debilidades físicas, etc.
Es decir que no es necesario que nadie le indique a nuestro protagonista a quién habría de marcar o por donde debería salir jugando.
Varios elementos incorporados en la indumentaria o en la piel de cada jugador del equipo, alimentan instantáneamente durante el transcurso del partido, las variables que delinean la estrategia de juego.
Un chip colocado en un pliegue de la piel preparado a modo de bolsillo natural, por los médicos del club, le transmite a la misma computadora, toda una serie de informaciones acerca del estado de su metabolismo a cada momento; nadie debe preguntarle sobre su cansancio, o sobre un dolor anticipatorio de una lesión; todo se prevé desde el control central técnico informatizado.
Si la instantánea comparación de parámetros es que tal jugador ha alcanzado un nivel mínimo preestablecido de su capacidad aeróbica o física, inmediatamente se transmite una señal de recambio.
Otro chip agregado a una microscópica cámara tridimensional, ubicada en el entrecejo de cada jugador, informa al mismo control, acerca de los movimientos físicos en función del juego. Haciendo estadísticas de pelotas recuperadas, perdidas, tiros al arco, rechazos, etc.
Un tercer elemento instalado en otro intersticio de la dermis, ubica la posición del jugador dentro del rectángulo de juego, con una precisión milimétrica.
Con las tres variables establecidas y controladas al instante: condición física, condición de desempeño y control posicional, se logran determinar varias acciones: una de ellas, la actitud de reacción de los músculos de los miembros inferiores para hacer eficiente cualquier movimiento en la cancha.
Por ejemplo, ante el amague de un determinado delantero, la cámara del entrecejo del jugador que lo marca, reconoce su fisonomía e inmediatamente procesa su historial de jugadas análogas y el resultado final de la misma, es decir para qué lado trata de salir jugando; es en ese momento cuando el control central potencia las fibras musculares de la pierna inhibidora de esa jugada neutralizando la acción de amague o gambeta.
¡Cuánto más previsible son las jugadas de pelota parada! El procesamiento de información es infinito, dado que el ejecutante, con un breve paneo de su cabeza, interioriza al control de cuanto jugador está en su entorno visual.
Para contrarrestar esta supuesta ventaja, el equipo contrario dispone de alguna compensación. Esa compensación es el cambio de la geometría de su propio arco a instancias de unos sensores ubicados en los guantes de los arqueros. Estos sensores tienen la capacidad de ordenar el achicamiento de la altura o del ancho del arco hasta un ochenta por ciento de su superficie reglamentaria que es de sólo ocho metros cuadrados. No olvidemos, que en el año 2034 la FIFA reglamentó achicar los arcos y establecerlos de 4 metros de ancho por 2 metros de altura.
Esta variación a voluntad obedece a unos servomecanismos ubicados dentro de los postes y el travesaño, que como dijimos se accionan exclusivamente por decisión de su arquero. Vale aclarar que el achicamiento del arco no puede ser una condición constante durante el juego, dado que reglamentariamente se admite sólo sesenta segundos de achique completo durante el transcurso de los ochenta minutos reglamentarios de juego. (Cambio acontecido hacia fines de 2032. se pasó de 90 a 80 minutos.)
No obstante estos cambios, la media de gol por partido, no es inferior a cuatro.
Cuando asoma por el túnel, nuestro número 5, el primer impacto fue visual al recibir de lleno la luz diurna de un estadio repleto de entusiastas.
Otra de las variables a monitorear desde el control central es la condición dinámica del esférico. En el instante del impulso mediante un botín sensorial, se le imprime un efecto o rotación necesaria en función de la posición en el campo y de la ubicación de los defensores y arquero contrarios. Este efecto se manifiesta mediante unos micros motores que provocan un movimiento rotatorio de la periferia del botín en contacto con el balón, de tal forma de lograr parábolas inexplicables desde la óptica de un jugador de elite de antaño. Esta práctica lograda a voluntad, no menosprecia la potencia del envío.

Las infracciones son violentísimas porque no existe el prurito de lastimar al rival. Pero no obstante es casi imposible que se provoquen lesiones. Existe una capa de energía aislante que recorre la completa anatomía de cada jugador. El fútbol desde la incorporación de esta tecnología de blindaje invisible adaptado en el 2042, dejó de ser un deporte de roce físico. Las infracciones se cobran en virtud a la intencionalidad de cortar ilegalmente una jugada.
Los dos árbitros dirigen desde sendas consolas flotantes mediante energía anti-gravitatoria por encima de cada arco, a una distancia de unos cinco metros por fuera de los límites del terreno, y a una altura tal que no impida la visual de la tribuna cabecera.
Las infracciones se marcan con un haz luminoso sobre el físico del jugador infractor, inhabilitando momentáneamente su comunicación de aditamentos tecnológicos hacia su centro de control. No existen las expulsiones, ni las tarjetas amarillas, sólo las inhabilitaciones mencionadas. En casos graves estas son de todo el partido; con lo que casi es más grave que la expulsión, porque al no tener ese jugador, la retroalimentación de información es casi imposible el juego en equipo.
El haz luminoso es el que inhibe esa comunicación y el jugador la percibe en el chip de su entrecejo que emite un chirrido y una señal lumínica anticipando al estadio la condición de la infracción y su consecuente salida virtual del juego en equipo.
Con la técnica aplicada del GPS (global position satellital) incorporada hacia fines de 2022 a las camisetas de los 22 jugadores para que no haya equivocaciones al cobrar off-side incorrecto, el juego se había hecho muy defensivo. Por lo tanto las autoridades de la FIFA eliminaron el fuera de juego hacia el 2023.
Las pelotas fuera de cancha se marcan automáticamente. El balón está energizado mientras recorre el volumen del campo de juego hasta una altura máxima de 35 metros. Con esa energización su color es invariable, casi siempre se predetermina de color rojo. Cuando sale de los límites del rectángulo o sobrepasa la altura establecida, su color se torna inmediatamente al azul. Con ese color la pelota se detiene casi de inmediato, permanece unos segundos inmóvil en su posición fuera de juego, y luego cae sobre la vertical. De esta manera no se ocasionan sus pérdidas como en la antigüedad. Su costo ronda los 56 millones de Euros casi como un flight-car (auto volador) mediano. Esta consideración particular anticipó la decisión para el año 2025 de la eliminación de los line-man.
Con la modernización de este deporte tan antiguo y popular, se mantiene el espíritu de la afición, que no deja de alentar a sus jugadores mediante la particular y reciente técnica de la coordinación neuronal de los hinchas a través de un certero embudo energético instalado en cada tribuna, que alimenta a la computadora de control central, que a su vez dispone de la estrategia de cada equipo. Y como antaño, la pasión implícita en el hemisferio derecho del cerebro de cada espectador ubicado en la tribuna correspondiente se traslada por ese embudo energético y se logra una real incidencia en el juego, no directamente sobre el ánimo de los jugadores como en la antigüedad, sino potenciando el software de táctica y estrategia de juego.

Noble invención, alimentar la computadora central con el aliento apasionado del hincha…
Este deporte pese a los vaticinios de siempre, no se muere; de hecho, un aficionado descubrió la última semana, a un pibe de no más de doce años, manteniendo la pelota sobre su empeine sin dejarla caer. Y, ¡dice que le pegaba hacia arriba haciendo jueguito, unas cinco o seis veces!
Este bendito país nos sigue sorprendiendo con el semillero de exportación. Mientras potenciemos los playones cubiertos, donde los pibes de la calle puedan jugar al fútbol durante la madrugada, (por supuesto cuando hay menos vehículos estacionados) siempre habrá cracks.

 

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Carlos Villa

Argentino, 69 años. Porteño de nacimiento. De San Fernando, Bs. As., de casi toda la vida. De profesión Ingeniero. Observador nato de incertidumbres humanas. Curioso de nacimiento. Pragmático, con muchas dudas, sin dogmas. Ha publicado Proyecto Rumsfeld, El juego de la imaginación. Relato novelado donde se plantean infinidad de conceptos racionales y determinativos en un recorrido histórico y humanístico en torno a argumentos científicos, filosóficos, psicológicos, religiosos y metafísicos. Además, en estos momentos (junio 2020)  se encuentra en vías de inminente publicación  libro de cuentos del autor: Vivencias Barriales y otras Yerbas.

 

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