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Realismos

 

Como marioneta

por Patricia Moltedo

Se puso el trajecito gris, los únicos zapatos negros que tenía. No fuera cosa de llamar la atención. A José no le gustaba que la cana  los mirara, ni por error.

Se pintó los labios de rojo, una mujer lo merece.

Se recogió el pelo a la moda frente al espejo, se puso unos aros grandes, pendientes.

Salieron con José del conventillo, fueron hasta la esquina a tomar el colectivo. En la encrucijada de las calles, frente a la rotonda cruzaron, ya habían prendido el farolito. Una luz. Caminaron siguiendo todo el paredón.

José le hablaba lo imprescindible.Cuando llegaron al portón, habló con el vigía. Ya sabía lo que tenía que decir.

Las cuadras se desplegaban a derecha y a izquierda, paralelas, pero todo parecía converger en ellos.

Los hicieron pasar a una pieza deslucida y oscura, como el resto. Un ventanuco los ignoraba desde arriba. Una sombra negra parecía esconderse detrás.

Abajo donde ellos dos permanecieron, solo un camastro en un rincón, en el otro, una mesa rústica y simple y dos sillas.

-Ya sabés. ¡Dale!

Asintió ella y comenzó a desabotonarse la camisa, apoyó el saco en una de las sillas. Y prosiguió con el resto de la ropa, sólo se dejó las medias con las ligas y los zapatos.

Cuando miró atrás, José ya había salido. Pensó entonces, a quién se parecería el  primero. Cuando apareció trató de no relacionarlo con su hermano.

¡Que la cola no fuera muy larga! Que no hubiera dolor, que no la lastimaran. Pronto entraría en una especie de estupor. ¿Podría, en algún momento tomar algo de alcohol? A veces lo necesitaba. Que fuera rápido, debía volver, la vida la esperaba. Era José quién le avisaba si había trabajo, Él se hacía de unos pesos .Ojalá que su mal humor no apareciera hoy. Lo único que lo paraba era decirle que los golpes ahuyentaban clientes. Aunque… había de todo. De todo. Algunos jovencitos hablaban de amor. ¡Amor! ¿Qué era eso? ¿Existía? ¿Alguna vez lo había sentido?

Un carro pasaba y sus ruedas hacían un peculiar sonido sobre el empedrado. Podía ella imaginarlo, con sus potiches colgando como marionetas de aquí para allá. Alejándose, los cascos del caballo, tac tac, tac tac, tac tac, cada vez mas chiquititos y lejanos. Cubiertos por las sombras y dorados por la luz.

Cuando el último terminó y le dio la espalda, enfrentando la puerta de salida, también lo miró, no vio demasiado.

Uno o dos soldaditos no habían querido entrar. Se levantó, se puso la enagua, la camisa, tal vez aún blanca, la pollera y la chaqueta. Peinó, como pudo el cabello. No había un baño. Por suerte no estaba indispuesta.

Como Marioneta - Patricia Moltedo
Fotografía: Mónica Bonavía (monicabonavia.com.ar) Retoque digital: Eugenia Martínez

 

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Como Marioneta forma parte de una serie a publicar.
Cuentos y obras de Teatro de la autora, en: Detrás del Espejo, Vínculos secretos, Fantáspolis, Despiertos en la lluvia, entre otros.

 

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