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Otro día más

por Edith Migliaro

Corriste por la calle atesorando tu cartera, a cada momento constatabas que nadie te siguiera, a esa hora de la madrugada había poca gente deambulando por la zona, te sentías en una ciudad vacía  de persona buenas, las pocas que te cruzaste actuaban como si hubiesen hecho algo malo o lo fueran a hacer,  te rodeaba una atmósfera repleta de peligros.

El miedo hacia acelerar tus pulsaciones y te resultaba dificultoso respirar, pero en ningún momento dejaste de aferrar tu cartera.

Habías pasado una noche mágica, irrepetible y ahora debías caminar veinte cuadras, veinte como los días de tu tórrido romance, veinte como las veces que estuviste en esta misma situación y volvías desesperada a tu casa en que nadie te esperaba ni te preguntaría nada, veinte como los años que tenias desde que empezaste con esta tarea.

El rumor del motor de una moto te sobresalto, no detuviste el paso, luego una sirena, paso de largo, te cercioraste del contenido de tu cartera y seguiste a paso firme estrujándola contra tu cuerpo.

Al rato llegaste a tu casa vacía, como dijimos. Fuiste directamente al cuarto y en el estante más alto la guardaste, algo brillante y plateado asomó de ella.

Te duchaste y ya en tu cama dormiste plácidamente hasta el medio día siguiente, que por supuesto sería otro día más en tu vida.

 

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