Por Marta Rosa Mutti
El ser humano objeto y sujeto de la ficción
La existencia del hombre pareciera estar determinada a unir lo infinito con lo finito. Sabemos por la historia y por nuestros propios pasos, que ello representa algo así como el núcleo del big bang. Inalcanzable, inasible, paradojal. No obstante, tenemos el imperativo de ser sujetos actuantes en el espacio temporal por el que transitamos.
Los que hemos elegido la palabra escrita como motor de nuestra acción, sabemos que la literatura asume su compromiso desde la reflexión, el juicio de valor y el testimonio. Busca desentrañar la expresión vívida de lo universal en lo particular, en lo concreto, lo diferenciado, en las ideas y en la observación precisa de las realidades.
El escritor toma como objetos enunciados de la lógica, la exploración de nuevas fronteras, la pasión, las rupturas de las crisis y las articula con el medio emocional del ser. La capacidad de sentir, recordar, sufrir, amar. Las latencias inherentes a todo individuo. Relaciona las prodigalidades anárquicas del inconsciente con la conciencia. Trabaja desde esa otra realidad misteriosa que subyace. Establece una dialéctica entre la experiencia del mundo exterior e interior. Para ello se sumerge en las fuentes inagotables del sentimiento en todas sus manifestaciones y vicisitudes. Constituido en testigo actuante del avatar al cual se enfrenta el hombre, deja impresa las huellas que legitiman lo maravilloso y desconcertante del acto de la vida.
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