Por Marta Rosa Mutti
Cuando se produce un texto, el centro de su contenido no está en el autor porque este es referencial de su mundo y de los otros no propios, dicho texto está conformado por otros provenientes de diferentes y múltiples culturas que han entrado en relación por el hecho de la utilización del escritor de estos elementos.
Se puede pensar en la intertextualidad como en una transposición de significados que arrojan otros significados. Es decir que cuando se elabora un texto la intertextualidad es omnipresente, porque el discurso y la composición del relato bajo superficie, guardan ecos y matices de otros textos y a partir de ello se generan otras visiones.
Podemos concluir entonces que la práctica de la intertextualidad permite, facilita: la polisemia (pluralidad de significados de una palabra), pues crea espacios intermedios donde la ambivalencia acaba con el sentido del hecho único o de la finitud del mismo al insertar nuevas significaciones.
Luisa Valenzuela es un ejemplo del uso de la intertextualidad. En sus obras se vale del choque entre significante y significado, ambivalencias semánticas y deconstrucción, elaborando estrategias discursivas en las que el elemento inquietante de su narrativa actúa como una ruptura a la lógica de los grandes relatos. Crea un contra-discurso para transformar textos dotándolos de nuevos significados.
De esta manera rompe todo esquema que limite o encasille.
Su escritura muestra la capacidad de nombrarnos con palabras propias invirtiéndoles la carga a dichas palabras y a las palabras dichas, para que tomen un rumbo distinto no y se vuelvan libertarias. (La transposición como proceso de apropiación y de reelaboración de que habla Julia Kristeva) (1).
Lo expresado se puede observar en Los Cuentos de Hades (Cuentos de Hades es una sección compuesta por seis pequeños relatos incluida en el libro Simetrías (1993). En una primera lectura, son relatos basados en la deconstrucción de algunos de los más famosos cuentos infantiles publicados por primera vez por Charles Perrault en 1697) de Luisa Valenzuela.
La autora abreva en las fuentes de los cuentos de hadas tradicionales, transforma trasfondos y personajes. Va con ellos en una cruzada reivindicatoria cuyo resultado es dar a las palabras el espacio de ese contra – discurso ya mencionado.
¿Cómo? Deconstruye las tramas, ovilla los hilos, arma nuevas madejas y gesta la parición de un nuevo texto, en donde la reescritura alcanza una metamorfosis en su más alta gama.
Bajo su pluma Caperucita Roja, Blanca Nieves, La Bella Durmiente dejan de ser hologramas cautivos de un modelo donde la sumisión, la fragilidad, la dependencia, y el temor al afuera son un patrón ineludible, o el guardián que no deja al campesino ante la Ley, en el cuento de Kafka.
Luisa Valenzuela desarma los relatos mediante el uso del lenguaje y nos pone en contracorriente para obligarnos a romper el modo de entender los mitos y creencias tradicionales.
Se presenta la figura completa y armada de un rompecabezas, luego se dan las partes después de mostrar otras, que resultan de la figura primigenia. Así, Luisa Valenzuela deconstruye nuestras creencias como individuos y como sociedad, probablemente su motivo es el de mostrar que analizando y evaluando las mismas se puede obtener un panorama más amplia de cómo administrar la vida.
En el cuento: “Si esto es vida, yo soy Caperucita Roja”, recrea a través del relato, el pasaje de la niñez a la adolescencia. Las fases que se cumplen para alcanzar la madurez, implican vicisitudes, peligros, dudas. Un necesario camino de sombras en el que se debe trabajar hasta alcanzar la meta o la luz. Los peligros del trayecto constituyen la toma de conciencia de los propios deseos. Situación que enfrenta y realiza una niña, Caperucita, la que para alcanzar la cualidad de ser, o sea la comprensión de su lugar y función en el mundo, deberá luchar con el lobo que lleva dentro, que no es otra cosas que el desequilibrio que le causan sus deseos no entendidos. La lucha concluirá cuando se coma al lobo, (el esclarecimiento y dominio de los deseos), momento en que Caperucita, la madre (el vientre) y la abuela (la madurez) son una y el lobo masticado (la experiencia del camino por la vida), finalmente es parte de ellas.
El lobo como afirma la escritora es, “la representación del inconsciente, la parte oscura de cada ser humano, lo inconfesable y ominoso con lo que debemos enfrentarnos a diario”
Valenzuela reconstruye en el viaje de Caperucita Roja: el paso de la niña-mujer que finalmente luego de enfrentar el riesgoso aprendizaje del manejo de los deseos y pulsiones, alcanzará la meta.
Ha aprendido a manejar sus temores, y es dueña de sus decisiones, no depende de leñadores que la salven, ni necesita que marchen delante con un farol alumbrando el camino. Sin lugar a dudas el viaje ha sido valioso. Y, después de todo, de eso se trata la vida.
Julia Kristeva. Estudió Lingüística en la Universidad de Sofía, doctorándose en 1966, año en el que marchó a París para ampliar estudios. Allí estudió Antropología y Psicoanálisis en la Universidad de París y en l´École Practique des Hautes Études, al tiempo en que colaboraba con Critique y Tel Quel, formando parte del equipo de redacción de esta última. Es profesora de Lingüística y Psicoanálisis en la Universidad de París VII, donde dirige cursos de doctorado, y enseña Semiótica en la Universidad de Columbia y en la State University de Nueva York entre otras universidades americanas. Es Doctor Honoris Causa por la Universidad Libre de Bruselas y ha sido distinguida con la Legión de Honor.
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