Escribir un cuento
El cuento es un universo.
Como tal, se manifiesta, se muestra. No revela sus secretos, sino que insinúa el camino hasta ellos. Corre por nuestra cuenta encontrar las señales para encontrarlos.
Es un modo de comunicar y transmitir.
Nuestro rol en él es la construcción.
Si hablamos de construir, hablamos de primeras, segundas y tantas instancias como requiera la historia para ser creíble y deseada.
El objeto de la ficción, es decostruir realidades para recrear otras situaciones y circunstancias que gestarán otras realidades.
Escribir un cuento, no es tarea simple. No se trata de ponerse frente a una hoja de papel y recorrer el espacio mental, a ver qué se me ocurre. Es saber que todo en la vida es relevante, que cualquier situación remite a múltiples significados y eso es el punto neurálgico de la ficción, la pluralidad de recreación acerca de un hecho.
Habitar la historia. Levantarla en el pensamiento. Su motivo, su instancia crucial, sus protagonistas. Ver más allá, percibir y crear los secretos que hay detrás de todo lo que nos constituye.
Hacer un croquis mental o escrito, y armar el lugar y momento de cada frase en busca del efecto. Ni más ni menos que emular la labor de la araña. Tejer la red cuasi perfecta, no igual a ninguna, podrá parecerse apenas a muchas, pero será única. Desde luego que la presa a seducir no es ingenua, sino por el contrario, es un lector avezado, conocedor de laberintos, posibles redadas, despistes. Portador de una mochila cargada de imágenes e información más que vasta.
Que el título anticipe y encierre significado, o el mismo final, o el clímax.
Que la primera frase de nuestra historia sea un alerta, una señal que marque veladamente las entrañas de la historia.
El montaje de un escenario, la descripción de una situación, tengan un objetivo concreto y enmascarado, por ejemplo: distraer, dar un respiro, un toque de humor, levantar la atmósfera, duda, suspenso, desasosiego, interrogación. (Aspectos que constituyen la dilación/digresión)
Las pistas. No dejar de pensar en Él… ¿…? A todo lector le agrada ser el héroe y encontrar el indicio que lo lleve al centro de la escena, al hit de la cuestión.
No decirlo todo de golpe, ir soltando en medio del entrelazado de la historia, de a poco. En dosis.
Omitir, retacear información, generar el efecto ambigüedad, dado que éste, puede ser aquello que involucre al lector; quien a fin y al cabo con la lectura dará el final de obra, otorgando el tan anhelado y poco logrado certificado: ¡acabo de leer un cuento genial!
Un hábito. Comprarse volúmenes de Cuentos completos de autores de autores reconocidos, ignotos, recomendados, olvidados, los que fueren. Tener tres o cuatro en la mesa de luz, y antes de dormir, leer por lo menos dos cuentos, claro que de autores distintos, desde luego alternar cada noche…el resultado…los sorprenderá…
Algo más para tener en cuenta
El cuento no explica, no enuncia, alude y elude. Puede ser esto o aquello un lugar que cada lector descubrirá en secreto y eso le permitirá habitarlo.
Escribir un cuento, no es una tarea fácil, tampoco es imposible…sólo hay que proponérselo.
Marta Rosa Mutti
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