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Los locos años, comprendidos entre 1920 y 1929, en literatura el tono lo dan André Gide y Marcel Proust exacerbando un individualismo desencadenado y extravagante, puesto de manifiesto por el Movimiento Dadá de Tristán Tzara (poeta vanguardista de origen rumano, ensayista, dramaturgo y crítico de arte). Montmartre y Montparnasse son los lugares más frecuentados por los artistas “la generación perdida americana” Scott Fitzgerald, Henry Millery, Ernest Hemingway y los pintores de la escuela de Paris, Soutine, Modigliani, Chagall constituyen otros exponentes de estos maravillosos tiempos. En cine parte de estos movimientos artísticos tuvieron correlatos desde la poesía en la cinematografía, especialmente el surrealismo en poesías como «Amor libre» de André Breton o filmes de gran innovación como Un perro andaluz del español Luis Buñuel, o la alemana de terror Nosferatu, el vampiro dirigida por Murnau o la alemana distópica Metrópolis de Fritz Lang.
El film de Lang transcurre en un escenario distópico, una megalópolis del siglo XXI, en el año 2026, en una ciudad-estado de enormes proporciones llamada Metrópolis. La sociedad se ha dividido en dos grupos antagónicos y complementarios: una élite de propietarios y pensadores, que viven en la superficie, viendo el mundo desde los grandes rascacielos y paisajes urbanos, y una casta de trabajadores, que viven bajo la ciudad y que trabajan sin cesar para mantener el modo de vida de los de la superficie. El presidente-director de la ciudad es Johan John Fredersen (Alfred Abel).
Una figura carismática y pacificadora, llamada María defiende la causa de los trabajadores. Pero en lugar de incitar a una revuelta, insta a los trabajadores a buscar una salida pacífica y tener paciencia, esperando la llegada del «Mediador», que unirá ambas mitades de la sociedad. El hijo de Fredersen, Freder, conoce a María y queda fascinado con ella. Al seguirla sin que lo advierta, penetra en el mundo subterráneo de los trabajadores y descubre las condiciones casi infra humanas en que estos viven y trabajan, bajo la indiferencia de quienes los emplean, que prefieren traer más trabajadores para que las máquinas no se detengan, que auxiliar a los que sufren accidentes. Asqueado por lo que ve, Freder decide unirse a la causa de María. Sin embargo, el padre de este, Fredersen se ha dado cuenta ya de las actividades de María, y temiendo una revuelta de los obreros, decide solicitar la ayuda del científico Rotwang (Rudolf Klein-Rogge), quien a su vez le muestra un robot antropomorfo de su invención. El robot de Rotwang puede tomar tanto la conducta como la apariencia de una persona, así que deciden suplantar a María. Al robot se le manda promover los disturbios y el descontento, para así permitir a Fredersen lanzar una represión violenta contra los trabajadores. Lo que desconoce Fredersen es que el robot contiene el espíritu de Hel - la que había sido esposa de Rotwang, que tuvo un amorío con el dueño de la ciudad, y falleció al dar a luz a su hijo Freder -, y que Rotwang utilizará al autómata como instrumento de venganza contra el presidente de Metrópolis, su hijo, y toda la ciudad. La verdadera María es hecha prisionera en la mansión de Rotwang, en Metrópolis, mientras el robot la suplanta y lanza discursos incendiarios, y además comienza a seguir las iniciativas de Rotwang en su plan de venganza. Se transforma en bailarina exótica en el prestigioso cabaré Yoshiwara, y así excita a los asistentes y nubla su razón para promover la discordia y la decadencia entre los jóvenes adinerados. Siguiendo los malos consejos del robot, los trabajadores inician una revuelta y destruyen la «Máquina Corazón», que proporciona la energía que hace funcionar todas las demás maquinarias de Metrópolis. La destrucción de la máquina también provoca que los tanques de agua de la ciudad se aneguen, e inunden el submundo de los trabajadores, quienes, cegados por el discurso del robot, han descuidado la seguridad de sus hijos, que terminan siendo rescatados por Freder y la verdadera María. Al darse cuenta de su grave error, los trabajadores, desesperados, salen a la superficie en busca de su «enemiga en la ciudadela», la presunta María. La muchedumbre invade el distrito de diversiones de la ciudad y captura a la falsa María, a la que atan a una estaca y prenden fuego, mientras Freder observa todo y desespera. Pero pronto se dan cuenta de que esa María es una impostora, al arder sus carnes falsas y quedar al descubierto el robot, y al ver a la verdadera María ser perseguida por el enloquecido Rotwang en los tejados de la catedral de la ciudad. Freder persigue a Rotwang y se enfrenta con él, hasta que Rotwang se precipita del tejado hacia su muerte. María y Freder retornan a la calle y van al encuentro de Joh y Grot (dirigentes de la ciudad y de los trabajadores) y dejan entrever el comienzo de una nueva sociedad.

 

 

 

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