Apuntes Literarios
 

La literatura oriental, en especial la japonesa, está ocupando un lugar destacado en el mundo y en nuestro país. Decir que uno la descubre parece una torpeza, reconociendo que data de épocas remotas, que surgió al igual que su escritura, de la mano de China, de donde importó el arte del pincel, tanto en sus formas caligráficas y pictóricas, como en sus contenidos.
La palabra, en cualquier idioma que esté escrita es un símbolo, en la lengua japonesa, la escritura consiste en ideogramas que conforman un pensamiento, una opinión que llega intacta al receptor en la belleza de sus trazos.
Se advierte la ausencia de sentimientos como el amor y la compasión del que narra detrás de lo que ve. La humildad tiende a llevar a la disolución del yo en la trama del relato. La estética de la literatura japonesa presenta las imágenes tal como las muestra la realidad, omitiendo juicios de valor, sin las deformaciones de los sentimientos del autor, y esa veracidad es la que la torna cruel, porque es sin dudas, cruel y descarnada..
Es difícil desentrañar los delicados mecanismos que tejen las historias; retazos de una sensibilidad tan ajena a nuestra cultura occidental. Leerla es resignarnos a una escritura traducida.
Al respecto Vargas Llosa comenta: “Siempre me pregunto, cuántas veces se habrá perdido en el trasiego de los signos orientales a los recios vocablos españoles, matices, alusiones, perfumes, referencias, o mensajes subliminales. Cuántos se habrán perdido en el viaje lingüístico, de una historia tan cargada de simbolismos y misterios como un texto de alquimista”
Aún con la certidumbre de que algo se nos escapa, siempre hay un encuentro con la belleza y la perplejidad al pensar que la pluma lejana de un escritor japonés atravesando mares llega a nuestras mentes con la límpida fluidez de sus palabras.
Los occidentales cuentan de otro modo, tienen un sujeto y una historia, esa historia tendrá que ver con ese sujeto, con el lugar desde donde mira y habla; a eso le llamamos “yo”. En Oriente no es el yo, es el trazo que llega en diálogo directo al lector creando el hecho. La lectura nos puede resultar difícil o quizás desalentadora, cuándo no, desconcertante. La respuesta a esta realidad la encontramos reconociendo que estamos ante un mundo distinto, un universo autosuficiente, cerrado sobre si mismo.
Dice Michitaro Tada en Gestualidad japonesa: “Tal vez los japoneses sentimos placer al experimentar la desintegración del “yo”. En lugar de provocarnos sufrimiento, nos genera una maravillosa sensación de alivio.”
No es arriesgado decir que el núcleo de toda la cuestión está allí, en la modestia de Oriente.
Japón vive de su propia instancia y de su reflexión acerca del horror, que representó una trágica destrucción material y el cambio de una forma de vida.
Con frecuencia en sus escritos del siglo XX , se encontrará la cita recurrente a una tradición estética - milenaria que crea ese universo cerrado y autosuficiente que cita Octavio Paz en Tres momentos de la literatura japonesa, donde dice : “Desde el exquisito 'El libro de la almohada' y el
sensual Gengi Monogatari, pasando por la escuela de las nuevas sensibilidades, hasta la bananamanía contemporánea y las palabras de Yasunari Kawabata, la literatura no hace sino registrar sus encuentro con la belleza”.

Encuentros con la belleza y la crueldad: “La palabra se rasga, se hace trizas y entonces se transparenta la imagen, lo que ellos quisieron decir antes de romperse. Queda la imagen cruda, sin interpretaciones ni lamentos. Vacía y por eso cargada de lo que los humanos sabemos que significa.”
Lo más conmovedor de la literatura japonesa es que los personajes nunca cuestionan, ni opinan demasiado sobre lo que les sucede, no hay quejas ni protestas, éstas deben nacer en el ánimo del que lee, es parte de su psicología personal entregarse dócilmente a la experiencia. Lo austero, lo frío y solitario se entrelaza con una belleza sin artificios, por lo tanto más expuesta, lo que acontece, simplemente ocurre.
Escritores hay muchos. Citaremos algunos destacados:

  • Yasunari Kawabata: (1899-1971). Escritor y cineasta, lector voraz, fue un solitario empedernido, primer japonés en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1968. Sus obras están marcadas por la soledad y el erotismo. Entre las más conocidas están: La bailarina de izu, La casa de las bellas durmientes, Mil grullas, Lo bello y lo triste. Kawabata se suicidó a los 72 años.
  • Kensaburo Oé: Premio Nobel 1994. Escribe sin anestesia, lo comparan con Dostoievski aunque a su lado, este, es ingenuo y pueril. “Cruel hasta el hueso, para leerlo hay que tener buen estómago. No se priva de nada”.
  • Akutagawa: El primer escritor japonés traducido a lengua extranjera. Lo llaman el escritor maldito. Autor de la novela “Rashomon” que luego Kurosawa llevó al cine y la hizo famosa.
  • Banana Yoshimoto: (Maoko es su verdadero nombre). Ha empezado a ser reconocida. Sus personajes transitan perdidos entre la muerte y el amor, donde la conciencia parece no tener ideas claras. En ese clima de borrachera a veces linda con la estupidez. En Sueño profundo, juega con los espejos como lo hacía Kawabata, su autor admirado, a quien le rinde homenaje.
  • Kasuo Isiguro: (1954) Está considerado como uno de los mejores escritores contemporáneos, reside en Londres, pero, describe y desnuda como pocos el alma de los japoneses. Es autor de cuatro novelas todas premiadas y traducidas al castellano: Pálida luz de las colinas, Un artista del mundo flotante, Los restos del día y Los inconsolables.
  • Haruki Murakami: El japonés mas vendido actualmente. Va camino a convertirse en el tercero que reciba el Premio Nobel. De estilo melancólico, a veces tierno, su prosa atrapa por lo perfecta y precisa. Habla de mundos simultáneos y sus personajes se entregan o no, a ésta invitación. Menos cruel y descarnado que sus compatriotas, parece querer mostrar el verdadero sentido oculto de lo real. El destino y el tiempo como su instrumento se potencian en su novela Kafka en la orilla.

Como cierre de este breve recorrido por la literatura japonesa, nada mas explícito que la frase de E. Pellier: “Su mundo es implacable y tembloroso, henchido de los gritos y de la furia de nuestro fin de siglo”.


Bibliografía:
Tres momentos de la literatura japonesa de OCTAVIO PAZ.
Enciclopedia G.E.R. (1991)
Revista QUID, CARLA PANDOLFO
Revista AXOTOL, MIGUEL SARDEGNA
Comentarios: VARGAS LLOSA, ANGELA C ARTER, EZEQUIEL MARTINEZ
La Quinzaine Littéraire, E. PELLIER
Gestualidad Japonesa, MICHITARO TADA


Clamor y misterio de la Literatura Japonesa - por Alice Ferreyra