Dijo Poe:
“Nada resulta más claro que el hecho de que
todo argumento que merezca el nombre de tal,
debe ser planeado desde el comienzo hasta su
desenlace, antes que ser sometido a la pluma”.
(De la filosofía de la composición)
He aquí un fragmento de su Poema
El Cuervo:
Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
“Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más.”
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la pérdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
“No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal."
Edgar Allan Poe quiso ser poeta, pero la necesidad
económica le obligó a abordar el relativamente beneficioso
género de la prosa. Cierto o no que inventase el cuento,
fue quien inició la novela policíaca. Quizá su relato más
famoso en este género sea El escarabajo de oro (1843), que
trata de la búsqueda de un tesoro enterrado. Los crímenes
de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Rogêt (1842-
1843) y La carta robada (1844) están considerados como
los predecesores de la moderna novela de misterio o
policíaca.
Además de su soberbia construcción argumental, la
mayoría de sus cuentos sobresalen por la morbidez de su
inventiva. Cabe señalar La caída de la casa Usher (1839),
en el que el argumento como los personajes se desenvuelven
en un marco difuminado, desde la acción y el parlamento,
recurso que busca lograr una atmósfera penetrante,
melancólica y como consecuencia desarticuladota. El pozo
y el péndulo (1842) es un escalofriante relato de crueldad y
tortura; en El corazón delator (1843), con un brillante
soliloquio, pone en escena al personaje: un maníaco asesino
que impelido por su inconsciente confiesa su culpa, y El
barril del amontillado (1846), un relato estremecedor de
venganza donde los personajes se pegan a la trama de tal
modo, que casi los tenemos susurrando en nuestros oídos,
o deambulando a nuestro alrededor.
Poe sin lugar a dudas alcanzó una particular estética del
cuento, centrada en la deliberada producción de un efecto único e intenso. Para él, un hábil artista literario, cuando
se construye un relato debe concebirse muy cuidadosamente
y en primer lugar cierto efecto único y singular para después
ubicar los incidentes, combinándolos de la manera, que
mejor ayuden a lograr el efecto preconcebido. Si la primera
frase no tiende a la producción de dicho efecto, quiere decir
que se ha fracasado en el primer paso. Para él no debería
existir una sola palabra en todo el texto cuya tendencia,
directa o indirecta, no se aplique al designio preestablecido.
Con estos medios, con gran cuidado y habilidad, se logra
una casi pintura que deja en la mente del lector un
sentimiento de plena satisfacción. Para Poe, el cuento posee
cierta superioridad sobre el poema. En éste, el ritmo, la
musicalidad –cadencia - se constituye en una ayuda esencial para el desarrollo de la más alta idea, la idea de lo bello,
pero a su vez o como contrapartida las artificialidades del
ritmo forman una barrera insuperable para el desarrollo de
todas las formas del pensamiento y expresión basadas en la
verdad. Y con frecuencia y en alto grado, el objetivo del
cuento es la verdad. Algunos de los mejores cuentos están
fundados en el razonamiento. Y por eso estos textos, quizá
no ocupen un lugar muy elevado en el acervo de los
sentimientos y emociones pero es indudable que tienen un
campo mucho más amplio que el del poema, ya que su
accionar tiene que ver con el entretejido de la acción en la
vida misma.
El escritor de cuentos puede incorporar a sus temas una
variadísima serie de modos o inflexiones del pensamiento
y la expresión (el razonante, por ejemplo, el sarcástico, el
humorístico), que no sólo son antagónicos a la naturaleza
del poema sino que están vedados por uno de sus más
peculiares e indispensables elementos: aludimos, claro está
al ritmo. Podemos agregar que el autor que en un cuento
en prosa apunta a lo puramente bello, se verá en manifiesta
desventaja, pues la belleza puede ser mejor tratada en el
poema. No ocurre esto con el terror, la pasión, el horror o
multitud de otros elementos.
Poe dice que jamás hay que sentarse a escribir sin un
designio fijo, no basta confiar en la inspiración del
momento. El desenlace tiene que ser considerado y
arreglado de manera definitiva antes de escribir la primera
palabra; y ni una palabra deberá escribirse que no tienda a
formar parte de una oración que apunte hacia el
desarrollo del desenlace o al fortalecimiento del efecto.
Por otra parte sabemos que la trama suele entenderse de
manera muy imperfecta y nunca se la ha definido
correctamente. Para muchos es sólo una complejidad del
incidente, pero desde el punto de vista de este autor, trama
es aquel conjunto del cual ni un solo átomo componente
puede ser desplazado, sin arruinar todo.
En la ventana de Edgar Allan Poe - por Marta Mutti