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Radiografía del arte cosplay en Argentina

Daniel Rodríguez con un diseño propio de personaje

Julieta Inés Polverari

 

Julia Boykore presenta a Maria del juego Castlevania:
Symphony of the night.

El olor a laca para pelo y pegamento de pestañas, para las damas, y pegamento para goma eva, en general para los caballeros, se mezcla con el sudor que genera la base de maquillaje y la peluca de aquel fanático de cualquier edad o clase social que por durante días o incluso meses trabajó en un traje para representar a su personaje preferido de alguna serie de animación, comic, manga, serie de Ficción o video juego con que se identifica y soñó ser y, en el escenario, sin importar la incomodidad de los lentes de contacto, el de haber llevado grandes piezas de escenografía, también confeccionados por ellos mismos, o el cansancio de haber usado su tiempo en editar video y audio, quizás aprender diálogos o practicar movimientos, al igual que fabricar desde cero un accesorio,despliegan una performance, individual o grupal, digna de cualquier teatro de la calle Corrientes. Y por si esto fuera poco, frente a una cámara de fotos profesional posan como el héroe o villano elegido con sus exactos gestos, modismos y personalidad. Ellos son los cosplayers, personas que realizan costume play o “juego de disfraces”, una disciplina artística que creció a pasos agigantados en Argentina, desde 1998, de la mano de eventos dedicados a los géneros mencionados donde poder mostrarse y cuyos trabajos se equiparan a los realizados en las llamadas “mecas del cosplay” como Japón o Estados Unidos.
“El cosplayer es un artista o un actor frustrado”, define y sentencia Roxana Ayala, de 24 años, alias “Ryuuzaki Kamui” (Cada uno posee su “nombre artístico”) y explica: “La actividad encierra artesanía, diseño, escenografía, maquillaje, peluquería y teatro todo en uno. Es un lugar de creatividad completa y de no reprimirme a nivel inventivo”. Ella, en particular, disfruta de una rama del mismo como lo es el crossplay en el que una persona se viste de un personaje de otro sexo. “Es decir, una mujer hace de hombre y un hombre de mujer, sin que eso dependa de la sexualidad u orientación sexual”, puntualiza. Pero Ayala es aún más abarcativa y no se queda sólo con este subgénero. También, hizo cosplays de idols, cantantes populares de Japón como Gackt, y diseñó trajes visual orientados al renacimiento “o versiones más bien góticas, con peinados extravagantes de un personaje de anime”.

Daniel Lencina interpreta a Deadpool, de Marvel Comics.

Sofia Saavedra, de 21 años, coincide con Ayala en destacar la “innovación personal” ya que para ella se trata de “poder disfrutar de hacer las cosas con tus propias manos habiéndole dado un significado determinado”. Julia Boyko, de 18 años, enfatiza:”Es una ocupación súper sana, aprendés a hacer un montón de cosas y lo más importante: te descubrís a un poco más a vos mismo mientras buscás que las personas se diviertan con vos”.

Ana Bertola como Zoe Pampakai, mascota de Animefriends.

Maria Lingenfelder, de 22 años, afirma que gracias a esta práctica socio cultural sigue la carrera de Diseño de Indumentaria al igual que otros referentes del país como Ana Bertola, de 27 años, quien desea “que más gente conozca” y Franco Cuccoro, de 26 años, para el que hay “un antes y un después” porque le “abrió las puertas a muchas personas” a las cuales hoy considera grandes amigos, lo hizo recorrer parte del interior del país asistiendo a eventos, mismo contactarse con gente del exterior y compitió en concursos internacionales donde los jurados evalúan tanto la representación escénica como la confección de los trajes. Lingenfelder posee un taller donde enseña moldería con más de 50 alumnos y en sus palabras se dedica “100 por ciento” a lo que la hace feliz.
Mientras que para unos el cosplay forma parte de su vida cotidiana otros le rehúyen a esa idea. “Para mí es como mi segunda vida, es lo que me gustaría ser y que en la realidad no podría ser”, confiesa Daniel Lencina, músico y efectista de 25 años, y asegura: “Es algo que me apasiona hacer y que no voy a dejar”. Tampoco lo hará Pablo Matías Flores, de 29 años. Para él es “un hobby que me ayuda a liberar lo malo, es mi escape”. El gamer aceptó el desafío de realizar armaduras para poder ser “por un día” un guerrero de su video juego favorito World of Warcraft. ¿Qué raza? “La raza Worgen-Warrior, que son una especie de hombres lobo, porque me encariñé con ellos, hasta me he tatuado su insignia en la pierna y en la misma vida me siento con doble personalidad, una la del chico común y corriente y otra la del que hace cosplays y se mete en un mundo de fantasía y arte”, manifiesta. ¿El mensaje? “¡Animate! ¡No te rindas!”. Y en esto no hay excusa: uno puede ver para creer.

Fotos gentileza de Ezequiel Mendez de Otaku No Baires, Carlos Escobar Estudio y Walter Medina WM Photo.

Franco Cuccoro y su personificación de Cloud Strife del video juego Final Fantasy VII.

Roxana Ayala como Sephiroth del video juego Final Fantasy VII. Crossplay.

Ana Bertola y Romina Bosich como Ranka Lee y Sheryl Nome de la serie japonesa Macross Frontier

 

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