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BORGES EN GINEBRA

Borges en Ginebra

Por Alejandro Vaccaro (*)

Mucho se ha dicho y escrito en los últimos cinco lustros acerca de la muerte de Borges en Ginebra y su posterior descanso en el Cementerio de Plainpalais de esa Ciudad. Al respecto entiendo se deben hacer dos distinciones: por un lado la voluntad de Borges de morir lejos para evitar un show mediático que podría haberse formado alrededor de su muerte, tal como había ocurrido unos años atrás con el líder radical Ricardo Balbín, y por otro lado su expresa voluntad de ser enterrado en forma definitiva en esa ciudad. Este último punto es sin duda el que cobra envergadura con el paso del tiempo y es el que vamos a abordar en este trabajo.

LA OPINION DE BORGES

En su primer libro de poemas de 1923, Borges ya expresaba su amor a la ciudad de Buenos Aires como una forma indivisible de su vida y su destino: “Mi patria – Buenos Aires – no es el dilatado mito geográfico que esas dos palabras señalan; es mi casa, los barrios amigables, y juntamente con esas calles y retiros, que son querida devoción de mi tiempo, lo que en ellas supe de amor, de pena y de dudas”. En ese mismo libro, en el poema “La Recoleta” Borges evoca una tarde cuando recorrió ensimismado las “veredas que apartan los panteones enfilados” y observó qué “hermosa es la serena decisión de las tumbas, su arquitectura sin rodeos y las plazuelas donde hay frescura de patios”. Luego de una descripción poética el artista se rinde a sus pies: “Lo anterior: escuchado, leído, meditado lo realicé en la Recoleta, junto al propio lugar donde han de enterrarme”.
Otra opinión contundente de Borges al respecto la expresa cuando ya estaba consolidado en la madurez de la vida. En su Antología Personal aclara que: “No paso ante la Recoleta sin recordar que están sepultados ahí mi padre, mis abuelos y trasabuelos, como yo lo estaré”.
En 1984 y ya próximo a cumplir 85 años, Borges publica en “colaboración” con María Kodama el libro Atlas. Incluye el poema La Recoleta donde nuestro escritor aborda el tema de la separación del cuerpo y “el alma” y donde deja en claro que su cuerpo una vez polvo (así lo denomina) estará en la Recoleta. Luego de enumerar a sus antepasados que reposan en la bóveda familiar, Isidoro Suárez, Félix Olavarría, Francisco Borges, su padre y su madre dice “Aquí no estaré yo. Estarán mi pelo y mis uñas (es decir su cuerpo) que no saben que lo demás ha muerto, y seguirán creciendo y serán polvo”.

OTRAS OPINIONES

Borges en Ginebra

En una carta de lectores publicada en el diario La Nación el 18 de junio de 1986, 96 horas después de la muerte de Borges y el mismo día en que se lo sepultaba en Suiza, su única hermana Norah Borges de Torre dejó en claro, sin saber para entonces cual sería el destino final de sus restos, cual había sido la voluntad al respecto del escritor muerto. Decía Norah haberse enterado “por los diarios que mi hermano ha muerto en Ginebra, lejos de nosotros y de muchos amigos” a causa de “una enfermedad terrible que no sabíamos que tuviera”, sintiéndose sorprendida “de que su última voluntad fue ser enterrado ahí, ya que siempre quiso estar con los antepasados y con su madre en la Recoleta”. Esta misiva cobra fuerza si se tiene en cuenta el fuerte lazo de amor y cariño que unió a los dos hermanos durante toda la vida.
Suponiendo, que frente a un posible show mediático Borges haya decidido terminar sus días lejos de los flashes de los fotógrafos en la tranquila y alejada Ginebra, eso no significa que su decisión haya sido que quisiera ser sepultado allí y para siempre. No existe ninguna prueba documental que se haya dado a conocer hasta la fecha que demuestre esa voluntad.
El testimonio de Roberto Alifano, amigo y colaborador de Borges por algo más de 10 años, entre 1975 y 1985, es decir hasta su partida definitiva en noviembre de este último año, es por demás contundente. Dice Alifano: “En reiteradas oportunidades, no una vez ni dos, sino muchas veces, Borges expresó que su voluntad después de muerto era que sus restos descansen junto a sus antepasados en la bóveda familiar del cementerio de la Recoleta”.
En una carta dirigida a la Agencia de Noticias española EFE, fechada el 6 de mayo de 1986, Borges expresa un cierto descontento en relación al asedio de los periodistas y por las llamadas y preguntas de las que dice estar cansado. Expresa ser un hombre libre que ha resuelto quedarse en Ginebra, “…porque Ginebra corresponde a los años más felices de mi vida”. La carta se halla suscrita por un Borges ciego que alguien con marcado desatino, o creyendo que con ello le daba mayor verosimilitud a la misma, le hizo firmar. Cómo podía saber qué firmaba un hombre ciego en su lecho de muerte?. Pero acá no está en duda la autenticidad de la misma, sino la necesidad de alguien que sabía que su testimonio podría no alcanzar para despejar dudas. Sin embargo en toda la carta, Borges, nada menos que el hombre que veía más allá de los hechos cotidianos, nada dice al respecto del lugar donde desearía que descanses sus restos, dejando por sentado todos sus dichos anteriores a lo largo de su vida y de una claridad meridiana: Deseaba que sus restos descansen en la Recoleta.
El texto de esa nota, escrita a máquina, decía:
Ginebra, 6 de mayo de 1986

Queridos amigos de la agencia EFE:

Les envío estas líneas para que las publiquen donde quieran. Lo hago para terminar de una vez por todas con el asedio de los periodistas y con las llamadas y las preguntas de las que estoy cansado.
Soy un hombre libre. He resuelto quedarme en Ginebra, porque Ginebra corresponde a los años más felices de mi vida. Mi Buenos Aires sigue siendo el de las guitarras, el de las milongas, el de los aljibes, el de los patios. Nada de eso existe ahora. Es una gran ciudad como tantas otras. En Ginebra me siento misteriosamente feliz. Eso nada tiene que ver con el culto de mis mayores y con el esencial amor a la patria. Me parece extraño que alguien no comprenda y respete esa decisión de un hombre que ha tomado, como cierto personaje de Wells, la determinación de ser, un hombre invisible.
Con todo aprecio se despide de ustedes

Jorge Luis Borges

 

Hilando un poco más fino en el texto transcripto, resulta curioso que Borges se halla sentido “asediado por el periodismo” o molesto por las “llamadas y preguntas” ya que sus últimos meses los pasó o bien internado en el Hospital Cantonal de Ginebra o recluido en la habitación 308, del Hotel l’Arbalète (La Ballesta) contiguo a la ocupada por María Kodama, alojada ésta en la habitación 309. El asedio no podía ser tal para él, quien salió del mismo en contadas oportunidades y mucho menos en relación a las llamadas telefónicas, fácil de bloquear viviendo en un hotel. Quien sintió la necesidad de esa justificación, olvidó sin dudas, que Borges se expresara concretamente sobre el destino de sus restos.

ANTECEDENTES A CONSIDERAR

Borges en Ginebra

El 2 de setiembre de 1982, Borges sí, en forma concreta, expresó su voluntad de que sus restos sean cremados. En un documento certificado por el escribano José González Pagliere el escritor expresó: “En presencia de mi fiel servidora Fani, Epifanía Uveda autorizo a Sara Kriner de Haines a efectuar todos los trámites necesarios para que a mi muerte se proceda a la incineración de mi cuerpo. Este acto de disposición lo hago en pleno uso de mis facultades mentales y con carácter irrevocable, hoy 2 de setiembre de 1982”. Fani no solo fue testigo de la voluntad de Borges sobre la cremación de sus restos, sino que presenció cuando María Kodama en una de sus visitas que realizaba una vez por semana a Borges en su domicilio de la calle Maipú, visiblemente ofuscada, rompía en pedazos el original del documento y lo arrojaba al cesto de la basura.
Desconociendo este último hecho, pero valiéndose del documento de marras, su sobrino Miguel de Torre inició un complicado trámite ante las autoridades del cementerio de Plainpalais ubicado en pleno centro de la ciudad de Ginebra. Cuenta al respecto Juan Gasparini que llevó a cabo una paciente investigación de lo acontecido: “Por resolución judicial del 2 de agosto de 1988, tomada por el magistrado de Buenos Aires, José Luis Galmarini, manifestando que la diligencia (la cremación) debía sustanciarse “en el estado en el que se encuentre el cadáver, en el caso Suiza”, Sara Kriner de Haines se apersonó ante el Servicio de Pompas Fúnebres de la Alcaidía de Ginebra, pidiendo la exhumación de (los restos) de Jorge Luis Borges, sito en la tumba 735, sector 7 del cementerio de Plainpalais. Para proceder, un presupuesto de 3.000 francos suizos fue establecido por dicho servicio comunal en ese 15 de setiembre de 1988, una vez estudiada la documentación original aportada durante cuatro horas de examen. Se antepuso el requisito de que un cementerio de Buenos Aires certificara que aceptaba las cenizas del occiso. Miguel de Torre obtuvo el permiso de la Recoleta, protocolizándolo en Ginebra el 21 de octubre remitiendo seis días después los 3.000 francos suizos, poniéndolos a disposición de la repatriación en la sucursal de Ginebra del Lloyd’s Bank.
Apercibida María Kodama, bloqueó el trámite, haciendo valer su condición de viuda del escritor y dando a conocer su oposición al alcalde, entonces Guy-Olivier Segond. Miguel de Torre y Sara Kriner de Haines repusieron que la declaración de soltera insertada por Kodama en el expediente sucesorio de Borges, iniciado entre tanto en Buenos Aires, desmentía el carácter de viuda invocado por ella. Arguyeron con razón que, en la jerga jurídica, a confesión de parte, relevo de pruebas. Coincidieron que ello le suprimía la facultad decisoria sobre la suerte de los restos mortales de Borges, transmitiéndola natural y enteramente a su hermana (entonces viva) y sobrinos, los únicos con lazos sanguíneos. La manifestación de soltería de Kodama se puede apreciar también en todos los juicios en las que ésta participó como actora o demandada tanto en Tribunales Nacionales como Extranjeros. Para muestra nos remitimos a lo expresado por Kodama en ese sentido, el 8 de marzo de 1988, en una audiencia del proceso que la enfrentara con Epifanía Uveda de Robledo, Fani, relativa a los bienes domésticos y los dineros hogareños de Borges.
El Intendente ginebrino Guy-Oliver Segond se expidió el 23 de diciembre de 1988, rechazando la repatriación. Determinó que la decisión relegaba la opinión del Consejo Administrativo de la Alcaidía y del Departamento Cantonal de Justicia y Policía – equivalente a un ministerio provincial de Justicia en Argentina – anteponiendo la de los derechohabientes. “Ahora bien”, resumía, “la señora Kodama Borges, que fue la compañera de los últimos días de Jorge Luis Borges, informada de las gestiones de Sara Haines de Kriner, había transmitido su oposición formal”. Concluía que, “en ese estado”, le era imposible una respuesta favorable. Como se ve la respuesta del Alcalde es vacua y carente de contenido, ya que la afirmación “compañera de los últimos días” es condenatoria para Kodama quien ya no es ni su viuda, ni su concubina, ni la mujer que en última instancia Borges eligió para compartir ese trance especial de su vida. El interés del Alcalde es que los restos de Borges sigan en Ginebra y poco o nada le importaba dar argumentaciones contundentes, que por otra parte no las tenía, ni defender los derechos de Kodama.
En un intercambio de cartas con Roland Haefliger, Director del Registro de Estado Civil de Ginebra, Miguel de Torre constató que para hacer valer la nulidad del matrimonio de su tío, celebrado en Paraguay a la luz del derecho argentino, debía emprender la vía judicial y conseguir en los tribunales cantonales de primera instancia una sanción condenatoria que le diera la razón y que lo reconociera a continuación como “representante de su familia carnal”, quitando de la escena a Kodama. De esta forma Miguel de Torre volvió a la carga comunicando a la Alcaidía de Ginebra que su madre Norah había iniciado actuaciones judiciales en Buenos Aires para impedir que María Kodama utilizara el apellido Borges. René Emmenegger, sucesor de Guy-Olivier Segond al frente de la Intendencia, le respondería secamente que Kodama proseguía en su oposición “categórica” a la repatriación. La nota fechada el 23 de octubre de 1989 mantenía la solución en la esfera judicial, ya que un arbitraje externo que disolviera el altercado, posible según el derecho internacional, requería acuerdo de partes; y según “nuestro conocimiento, la señora Kodama mantiene su oposición” decía Emmenegger, esquivando al igual que su antecesor expedirse sobre la cuestión de fondo y favoreciendo a Kodama por la simple razón de mantener intereses comunes.
El 22 de diciembre de 1989, Miguel de Torre aceptaba concurrir a los tribunales, acusando recibo el Alcalde el 31 de enero de 1990. Sin embargo la causa abrió un compás de espera. En el marco del arbitraje externo para resolver el altercado hubo dos mediadores autopropuestos, Sergio Chaves, un traductor-interprete y poeta argentino radicado en Ginebra y el después Embajador Argentino en Francia Archibaldo Lanús y por entonces embajador de la Argentina ante los organismos de la ONU establecidos en esa ciudad.
Meses después, el 24 de mayo de 1991, Miguel de Torre apeló la decisión de la Alcaldía ante el Tribunal Administrativo de la ciudad de Ginebra, que se declaró incompetente ante el recurso. Estimó que revocar o confirmar decisiones del Alcalde es jurisdicción del Consejo de Estado del Cantón de Ginebra, una suerte de gobierno provincial a tenor de una comparación con Argentina. En su veredicto del 4 de setiembre de 1991, el Tribunal añadió que al sobrino de Borges le era imposible sustentar que María Kodama no era la heredera del escritor. Una vez más la justicia Suiza sienta una negativa con argumentos de otro virtual, ya que Miguel de Torre no perseguía quedarse con el patrimonio de Borges sino lograr exclusivamente la repatriación de los restos de su tío.
La negativa de esa instancia administrativa de admitir el recurso de Miguel de Torre conllevó, según la reglamentación local, la petición a las partes en pugna que pronunciaran sus opiniones sobre el fondo y la forma en vista de elevar el sumario al foro de tutela, el Consejo de Estado, o sea, el gobierno Colegiado del Cantón. En las conclusiones que le tocó definir a María Kodama, su abogado Bernard Vischer, un especialista de Ginebra en la materia, fue artero. Dejo sobrevolar la sospecha de que la iniciativa del sobrino de Borges alimentaba un pretexto que cuestionara “las cualidades de heredera universal y de esposa de la señora Kodama-Borges, para indirectamente obtener una decisión judicial sobre esas cuestiones”. Obsérvese que el abogado de Kodama utiliza las mismas argumentaciones que esgrimió el Tribunal Administrativo sobre un particular que no estaba en tela de juicio. Pero el abogado fue más allá, argumentando que a Miguel de Torre no lo animaba “el respeto por los muertos”. Sustentó sus dichos al decir que éste había dejado en abandono la bóveda familiar, lo que debió ser atendido por su clienta. De Torre entrando en el juego que le proponía la otra parte, y que sin duda desviaba la causa del centro de atención se defendió diciendo que: “Puede haber sido que en algún mes posterior a la muerte de mi tío haya llegado al departamento de Maipú alguna factura que desconozca, aunque lo dudo. El mantenimiento de los nichos en el Británico y de la Bóveda de la Recoleta lo pagamos mi madre, mi hermano y yo”. Alberto Paramidani, tercera generación, luego de su abuelo y su padre en cuidar el “sepulcro del Coronel D. Isidoro Suárez y familia” en la Recoleta, asegura que siempre y sin fallas fueron los Borges quienes cubrieron los gastos de mantenimiento. Tanto éste como Jorge Martoni, constructor y encargado de las refacciones en la bóveda, dan cuenta que todos los trabajos se concentraron siempre de palabra y nunca hubo problemas de dinero.
En relación al tema central, los derechos sobre los despojos mortales de Borges, el abogado ginebrino afirmó que “el cadáver forma parte de la masa sucesoria del difunto”, diciendo que corresponde a su “heredera legal” disponer del mismo. Citando jurisprudencia Suiza, Vischer indagó primero sobre la voluntad del exánime, y luego sobre quien tuviera “el más estrecho vínculo con el difunto antes de su muerte”. En relación a lo primero aportó declaraciones de Borges diciendo taxativamente que “yo creo que no volveré jamás a la Argentina. Buenos Aires no existe más. No tiene más nada de lo que nosotros conocimos”. Sin duda el hábil abogado de Kodama soslayó todas las otras opiniones anteriores de Borges que en forma expresa manifiesta querer ser sepultado en la Recoleta, dicho tanto en su juventud, en la plenitud de su vida como en el ocaso. En el “no volveré jamás a la Argentina” no está expresada la voluntad que se discute. En cuanto al segundo punto alegó que era decisiva “la intensidad del lazo”, definitoria para quien la pérdida “lo haya tocado más duramente”. Dedujo así que entre los familiares del muerto el que más sufre es el cónyuge por ser quien está “más estrechamente ligado” subjetividad esta que no merece el más mínimo análisis.
También argumentó a favor de Kodama por una carta que le enviaran sus sobrinos a Borges con fecha 14 de mayo de 1986. Unos días antes de esa fecha Borges telefoneó a Buenos Aires para hablar con su hermana, que por entonces vivía con su hijo Luis. Al decir de la asistente que atendió el teléfono, ya que los dueños de casa estaban afuera, Borges marcadamente ofuscado dijo textualmente: “son todos unos canallas”. Los sobrinos, aun a sabiendas de las interferencias de Kodama, enviaron una carta a su tío pidiéndole explicaciones por lo dicho y por el desalojo de Fani del departamento de la calle Maipú, sucedido días antes. Esta carta fue utilizada por el abogado ginebrino para querer hacer ver que la relación de Borges con sus sobrinos era “tensa”.
El abogado de Miguel de Torre, Daniel Meyer, quien casualmente tiene sus oficinas en el mismo edificio en el que viviera Borges en su juventud, entre 1914 y 1918, la calle Rue de Malagnou 17 (hoy FerdinadHodler 9), refutó los dichos de Kodama expresando que el hecho de haber sufragado el equivalente a 495 francos suizos para mantener la tumba de la Recoleta, pese a lo irrisorio de la suma, manifiesta una clara voluntad de que tarde o temprano los restos de Borges volverían a Buenos Aires a la bóveda de la familia, pero en lo que repara Meyer es en el nudo gordiano de la cuestión: la negativa de la Alcaldía de permitir la repatriación de los restos del laureado escritor se basa únicamente en el parecer de Kodama ya que esa opinión coincide con la voluntad del gobierno ginebrino. Entonces el tema cobra un tinte político, no jurídico.
Reunidas esas dos opiniones, prácticamente de oficio, el expediente fue cursado al Consejo de Estado del Cantón el 1º de abril de 1992. Kodama y la Alcaldía mantuvieron sus posiciones el 11 y 12 de mayo de ese año. Miguel de Torre fue invitado a aportar nuevos datos susceptibles de cuestionar a Kodama como “heredera universal” o para demostrar la nulidad del casamiento paraguayo. El ultimátum le fue dado para pronunciarse, teniendo como fecha límite el 9 de diciembre de 1994. Ante el silencio del sobrino de Borges, el 6 de octubre de 1997, el Consejo de Estado del Cantón y la República de Ginebra, dictaminó el decreto definitivo y ejecutorio contra Miguel de Torre, transmitido directamente al interesado por vía diplomática a su domicilio en Buenos Aires, publicándolo en el Boletín Oficial de Ginebra el 13 de octubre de 1997. La pelea había sido muy despareja. En lo económico Kodama ya había cobrado suculentos derechos de autor, un millón de dólares de Alianza y un millón de dólares de Emece Editores solo para las ventas en español, más los derechos en otros idiomas, que son muchos y estaba en condiciones de pagar los mejores abogados y solventar viajes y desplazamientos, así como también victimizarse ante los medios de prensa sensibles a las prebendas. Miguel de Torre vivía de su sueldo en la Editorial Losada de Buenos Aires. Su objetivo era meramente platónico ya que aun habiendo ganado el juicio hubiera tenido que sufragar un sin fin de gastos inherentes a la repatriación de los restos y otros menesteres. De Torre no contaba con ningún apoyo económico. Para Kodama estaba en juego algo más que mantener los restos de Borges en Ginebra, sino su calidad de viuda que esgrime sin pudor. Su descrédito hubiera sido manifiesto, si se demostraba que el matrimonio con Borges era nulo, ya que como sabemos éste estaba separado de Elsa Astete pero no divorciado, condición indispensable para contraer un nuevo vínculo, en cualquier país del mundo. Borges murió apenas 45 días después de haber violado la ley de bigamia. Y hubo sin duda otra gran coincidencia: La ciudad de Ginebra y Kodama pugnan por un mismo objetivo: que los restos de Borges sigan en el cementerio de Los Reyes (Plainpalais) de esa ciudad.
Ningún argumento importó a la justicia Suiza: el lazo de consanguineidad de su sobrino, la voluntad del escritor expresada en forma clara y contundente a lo largo de su vida, los testimonios de sus amigos y parientes al respecto y por último que el lazo que Kodama defiende se origina en un trámite hecho mediante apoderados en el Paraguay, país este ubicado en el primer lugar en el ránking latinoamericano de corrupción.

LOS ARGUMENTOS HACIA EL FUTURO

Borges en Ginebra

Confinados los sobrinos de Borges a la mordaza jurídica que le impone el fallo citado, y no habiendo otros parientes directos para dar la batalla, solo otro Estado involucrado (Argentina) podría reabrir el debate. Para Raphael Martin, otrora responsable de recursos de la Cancillería del Consejo de Estado del Cantón de Ginebra la reapertura de caso solo podría considerarse “si se aportan nuevas pruebas sobre la invalidez del casamiento en Paraguay o sobre la calidad de heredera de María Kodama”. El Tribunal Administrativo de la Municipalidad de Ginebra, con la extensión de sus prerrogativas a la de juzgado civil de primera instancia a partir del año 2000, podría aceptar reexaminar el expediente y confirmar, cambiar el fallo, o promover una conciliación de antagonismos.
En la Argentina, las opiniones con respecto a la repatriación de los restos de Borges, de índole jurídico, político o social son por demás contundentes.
Desde el punto de vista social una abrumadora mayoría de argentinos apoyaría la petición al gobierno Suizo de repatriar los restos de nuestro primer escritor. Borges es hoy un ícono de los argentinos.
Repatriar los restos de personajes célebres es común a la historia de los argentinos. En su momento se hizo con Domingo Faustino Sarmiento, muerto en Paraguay, Juan Bautista Alberdi y José de San Martín, fallecidos en Francia y recientemente, en 1989, Juan Manuel de Rosas que descansaba en Gran Bretaña desde hacía más de cien años. También Gardel que murió en Colombia regresó a la Argentina luego de un largo periplo. Pero el antecedente histórico que más está emparentado con este caso es el del poeta Ricardo Guiraldes muerto en Francia, en París más precisamente, en 1927. Sus restos fueron repatriados por ley de la Nación. En cuanto a la cercanía familiar su bisabuelo el Coronel Manuel Isidoro Suárez, héroe de la batalla de Junín, de agosto de 1824, fue repatriado desde Uruguay junto a su amigo el Coronel Olavarría y sus cenizas descansan en una urna de madera en la bóveda de los Borges, que fue construida para esa ocasión e inaugurada en 1879. Borges presente siempre en los homenajes al Jefe de los Húsares del Perú, avaló esa acción. Recientemente, en 2007, el gobierno de San Luis logró la repatriación de los restos de Juan Crisóstomo Lafinur, tío bisabuelo de Borges, desde Chile hacia La Carolina, pequeña localidad a 90 km. de la ciudad de San Luis y donde se levanta el Museo de la Poesía. MaríaKodama estuvo presente en ese acto avalando ahora para Lafinur lo que le negó a Borges años antes.
El punto de vista jurídico reconoce dos vertientes. Por un lado la eminentemente jurídica a través de la cual, si fuera el Estado Argentino, soberano y a través de una Ley del Congreso Nacional, el que reclamara la repatriación, toda las argumentaciones que se utilizaron para denostar a Miguel de Torre, caerían automáticamente. De esa forma la vía del reclamo quedaría expedita, salvo una negativa sin fundamentos, como el simple “se opone María Kodama”, que ya han utilizado, pero claro está contra un individuo carente de poder real y económico. No ocurriría lo mismo si el peticionante fuera el Estado Argentino. Pero la otra vertiente que se abre es la diplomática. Ya sea a través de negociaciones de Estado a Estado fijando pautas, o bien a través de Tratados Internacionales con fuerza jurídica de cumplimiento obligatorio. La vía diplomática puede establecer pautas como ser: que va a pasar cuando muera María Kodama o más allá en el tiempo cuando se venza la concesión gratuita otorgada por La Municipalidad de Ginebra a Kodama por 99 años. Si Francia, Gran Bretaña, Paraguay, Chile y muchos otros países aceptaron la repatriación de personajes célebres de nuestra historia, con que fuerza se opondría Suiza, o lo que es más real, el Consejo de Estado del Cantón de Ginebra a que ello se lleve a cabo.

*Alejandro Vaccaro
Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores
Setiembre de 2011



 

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