La muerte es una difícil circunstancia, oscura y absurda, tal
vez, tiendo a eludir la reflexión sobre ella. Pero está claro que
ante su presencia no cabe otra cosa que atenderla.
El sábado 12 de junio, al volver de la casa de mi hija, con mi
señora observé que la calle por la que habitualmente regresamos
a nuestro barrio estaba cortada por la presencia de vehículos,
bastante gente y un patrullero con sus luces en movimiento.
Desviamos el recorrido y al llegar a nuestro domicilio la custodia
nos esperaba. Luego de entrar el vehículo, llamamos al conductor
del móvil de la custodia policial y preguntamos si sabía que había
ocurrido en la otra cuadra.
-Mataron al vecino del chalet de la esquina, hace apenas 15 ó
20 minutos -nos dijo, agregando que había regresado del
supermercado y en la puerta de su casa fue asaltado por dos jóvenes
en bicicleta y a continuación asesinado. Así nomás, lo mataron
como si nada.
Con mi mujer no comprendíamos lo que nos decía. Por
supuesto, que lo primero en estos casos es ignorar o no querer
reconocer qué nos sucede. Casi holgadamente nos permitimos
ignorar la violencia con la que convivimos a diario.
Ayer, lunes 14 de junio, al volver del trabajo mi mujer me
dice que se va a realizar una marcha desde la casa del vecino
asesinado hasta la Comisaría 2da. de Villa Ballester. Nos miramos
en silencio y nos preparamos para participar de la misma.
Estaban la televisión y otros medios regodeándose con el dolor
ajeno, con la excusa de informar. La marcha se realizó en silencio,
apenas se escuchaba un murmullo entre los asistentes. Al llegar a
la puerta de la dependencia policial esperaban el Comisario y Sub-
Comisario a quienes se entregó un petitorio firmado, previo a lo
cual fue leído a viva voz. Cuando las autoridades policiales
quisieron decir unas palabras fueron interrumpidas por los vecinos
de muy mala manera con gritos soeces e insultantes hacia su
investidura. Finalmente ingresaron al edificio con los
representantes vecinales y salieron al rato largo, informando lo
poco que se había conseguido: promesas, sólo promesas de un
mejor patrullaje, de la próxima entrega de nuevos patrulleros y la
incorporación de personal para cumplir tareas en las calles. La
irritación de los concurrentes fue en aumento y se escucharon
voces y gritos que clamaban justicia unos, venganza otros, pena
de muerte aquellos. Fueron momentos que desconcertaron a
muchos, invitando a perder el equilibrio hasta ese momento
observado a modo de respeto y consideración por los deudos,
algunos de los cuales intentaron acallar la vocinglería que en nada
contribuía a la reunión, agregando cháchara sin sentido.
Hasta aquí el relato de lo sucedido en este penoso episodio.
En lo que a mi atañe, experimenté una inmensa tristeza, una
congoja que me dejó sin poder razonar ni articular pensamiento
alguno que pudiera ubicarme en el sendero de la esperanza. Más
tarde, intenté armar el rompecabezas que se presentaba ante mis
ojos.
Claro estaba que con mis conciudadanos equivocamos, a mi
entender, el camino para protestar en serio. Es cierto que no existe
una gimnasia ciudadana para reclamar los derechos que emanan
de la Constitución y la legislación como también de las
obligaciones inherentes que descienden de aquéllos.
La verdadera falta está en nuestras autoridades, las que nos
hemos dado, que en lugar de servir a la comunidad se sirven así
mismas sin el menor pudor. Y no me refiero a todo lo mal habido
por parte de esta partidocracia esquizofrénica, que también merece
la mayor reprobación, si no a la destrucción de las Instituciones
que pergreñan día a día sobre la Nación que habitamos. Aquí
está el quid de la cuestión. La representación indirecta que
ejercen, por así disponerlo nuestra carta magna, es ficticia y atenta
contra las voluntades de la ciudadanía. Así en plural, porque
aparece siempre en escena la concepción del pensamiento mágico
para inculcarnos el pensamiento único, que nos brindará la
felicidad que anhelamos. Estos son nuestros padecimientos que
nos impiden ver que la alternancia en el gobierno, de distintos
partidos y distintas opciones políticas, es una posibilidad cierta
de progresar y conseguir un futuro acorde a los merecimientos de
una República.
Pero la educación ha sido deteriorada de tal modo que somos
incapaces de ver que pasa con nuestras Instituciones. En la medida
que nos gobiernen aquellos que dejen de lado aspectos inherentes
al desarrollo del individuo como salud, educación y fuentes de
trabajo reales, la pobreza y la marginalidad no permitirán una
sociedad de pensamientos claros y valores justos. Es tan
lamentable y horrible esta situación que a cualquier persona la
deja sin aliento. Pero no sólo esto es lo lamentable, si no que
existe una mediocridad rayana en la indigencia intelectual y
cultural e ignorancia de lo que sucede alrededor de los que rigen
nuestra sociedad y menos por supuesto de lo que ocurre en el
mundo, desnaturalizando cualquier intento de realización cierto
y que signifique un atisbo de progreso... ¡Pobre país, pobres todos
nosotros! No tengo ninguna duda de que cada remedio que se
prueba es peor que la enfermedad. Habría que preguntarles a los
científicos que develaron los códigos del genoma humano, si existe
alguna posibilidad, remota por supuesto y no de pronta resolución
como se acostumbra, para nosotros, porque desde La Quebrada de
Humahuaca al Canal de Beagle unos cuantos argentinos aguardan.
El tiempo dirá como sigue esta película que se estrena cada diez
años para envejecer y ser cambiada por otra de signo contrario.
Es el péndulo de la inmadurez y el oprobio del poder por el poder
mismo.