Antología
   Cuentos, poesías y otros de por aquí
 


Los placeres iluminados - Salvador Dalí


Por Graciela Busto

Afuera

Afuera era otro afuera y no lo sabía.
Protegida por manos buenas, para cuidarla en el hueco oscuro que la envolvía.
Así transcurrían los días, iguales desde su infancia.
Leía libros a su única manera.
Sólo el canto de algún pájaro llegaba hasta su ventana.
Prisionera tras los barrotes de cristal.
Un día abrió temerosa la puerta de calle.
Fue un vuelo del alma, un impulso.
Nadie lo advirtió.
Respiración pura de su mañana, caminó reconociendo las veredas.
Afanes que se logran. Se dijo que no se lo habían enseñado.
Quedó atónita por los ruidos de la ciudad. Tocó los muros de las casa vecinas. Recorrió con sus manos los picaportes y piedras que adornaban sus frentes. Algunas flores exhalaban su perfume y otras le hacían daño con sus tallos espinosos. Pero siguió.
Era su oportunidad de fuga.
Llegó sin pensarlo hasta la esquina y la sorprendió el bocinazo de un colectivo.
Su bastón voló por el aire. Ya era tarde para volver.

El relojero

A mi hijo Sebastián...

Tictac, cucú, suenan los relojes de la relojería de don Sebastián.
Ese día a todos ellos los habían confabulado. En el pueblo, a un viejo brujo le molestaba tanta precisión horaria y decidió utilizar los hechizos de los hechiceros. Así sucedió que oscureció y al dar las doce... suenan que te suenan, sonaron juntos. Sus agujas se volvieron locas, y giraban solas, solitas y solas.
Y, Tictac, cucú, era el único sonido que salía de esa relojería embrujada por los embrujos del gran brujo.
Yo no sé si aturdido, no sé si embrujado, pero el relojero sueña que te sueña su sueño medido estaba dormido. Por más que intentó el gallo del alba, con su quiquiriquí, quiquiriquí no pudo, aunque se esforzó con su canto. Así los relojes quedaron sin cuerda. Se hizo el silencio y gran tranquilidad.
Luego un gran bostezo y el relojero vio en su bolsillo un reloj chiquito fiel que le dio con certeza la hora.
Miró con asombro la pared y a sus pobres relojes a horas distintas. Que uno decía dos, que otro las seis. Solo su reloj pequeño y a pila pudo aclarar un poco lo que estaba oscuro.Y con gran paciencia de buen relojero, uno por uno los puso a la hora que correspondía. Suave y armónico escuchó el sonido de tictac, cucú. Fue el gran coro de relojes tan fuerte, que hizo que el brujo se quedara sordo y nunca más pudiera usar los hechizos de los hechiceros.

subir


Por Miguel Cavalie

El vidrio frío

Cuando Alicia miró su reloj pasaban las 16 h, su jefe seguía en reunión, las bocinas, las sirenas y los cohetes, alcanzaban la oficina del séptimo piso sobre Diagonal Norte casi Carlos Pellegrini. Por ambas calles el tránsito era un caos: La muchedumbre colmaba las veredas, los comercios cerrados y el calor intenso, ese 30 de diciembre del 2001, presagiaban una tormenta de nubes rojas y amenazantes de agua triste. Alicia, inquieta, espiaba a través del vidrio frío. Se preguntaba y no comprendía qué era lo que movía, a esa masa visceral, desordenada. Segundo Soto había llegado al medio día y seguía esperando en recepción, no había podido convencerlo, le había dicho:
-Horacio no puede hacer nada. La liquidación final fue hecha y depositada, tiene que ver la forma de extraer el dinero del banco, lo del corralito es algo de ello.
-Voy a esperarlo, sabe que contaba con ese dinero para volverme a mi tierra la ciudad no es para mi. Quiero que mis hijas se encuentren con sus abuelos en el Chaco. Prefiero romperme el lomo en la cosecha del algodón pero estar tranquilo, necesito irme. Alicia no veía la hora de llegar a su departamento ya había dejado tres mensajes en el contestador, para el Negro. También había discutido fuertemente con su madre. No podía entender que Alicia eligiera pasar el 31 sola, con el Negro en su departamento. No comprendía las excusas de Alicia. El Negro se ponía mal, nervioso, no soportaba el gentío, ni los estampidos de los cohetes. Alicia lo había conocido dos veranos atrás. Ella estaba tomando sol en la plaza Las Heras. Él estaba recostado sobre el pasto unos metros mas allá, la observaba de reojo. Quedó impactada por sus ojos renegridos como su pelo. Fue lo que se llama amor a primera vista ya que desde ese momento nunca más se separaron. Tuvo problemas con el portero y también con los vecinos, sostenían que el Negro era un revoltoso y que no cuidaba la higiene de los espacios comunes. Alicia sostuvo la relación. Nunca había tenido pareja y antes de que él llegara repartía su tiempo entre su trabajo y sus sobrinos, quizás eran por eso las largas discusiones que mantenía con sus hermanos y su madre. Claro, ella era la tía que consentía a sus sobrinos, la que siempre corría ante la enfermedad de los padres. Ahora era el Negro había cambiado su vida. Si bien salían muy poco compartían largas caminatas hasta quedar extenuados, luego se sentaban al sol. Horas en silencio, simplemente observando a la gente o saboreando un helado.
A las 16 y 30 se retiraron los clientes de la Empresa. Su jefe hizo pasar a Segundo Soto. Alicia pudo escuchar por la puerta entreabierta la conversación.
-En los últimos diez años siempre cumplí con la Empresa, ustedes me despidieron, necesito el dinero, tengo todo listo para volverme al Chaco.
-Tiene que entender, es una decisión de arriba, es una reestructuración por cuestiones económicas, el mantenimiento a partir de enero lo va prestar una empresa externa.
- No, no entiendo nunca entendí como viven aquí. Quiero reencontrarme con mi gente, una vida más simple.
-Venga el dos o el tres de enero, veremos… que se puede hacer, pero ya le digo el dinero está depositado, que no lo pueda sacar del banco, es lo que le pasa a todos, las medidas económicas del Ministerio, nosotros hicimos la transferencia de los fondos.
Alicia apenas pudo verlo pasar. El rostro desencajado, los ojos vidriosos, pero los pasos firmes. Segundo Soto se fue sin saludar, extraño en él. Horacio la llamó a su oficina y le dio una serie de indicaciones, a ella le costaba mantener la atención. Horacio le preguntó si le ocurría algo, ella se excusó dijo que estaba agotada. El jefe la observó con detenimiento y sintió una sensación extraña, se le ocurrió que hacia seis años la conocía como secretaria. La eligió por su personalidad sobria, había demostrado una increíble eficiencia, pero no entendía por qué desde hacía un tiempo comenzó a sentir curiosidad, interés, ¿por qué? Esa mañana la vio distinta. Con otro brillo en los ojos, otro estilo en la postura corporal, era un buen momento para conocerse un poco más. Llevó la conversación a un terreno más personal. Le confesó que en varias ocasiones la había escuchado, cuando hablaba por teléfono. Sintió entonces las palabras más bellas y dulces que una mujer pueda expresar a su amado y se animó a más. Le habló de su soledad. Ella lo escuchaba con atención y pensaba en el Negro que la estaba esperando y que había provocado esta situación. No podía encontrar en su conducta evidencia voluntaria de seducción para con Horacio. Eran más de la 20 cuando Horacio terminó su soliloquio invitándola a cenar. Ella se ruborizó y se excusó. Él nuevamente quedó sorprendido y admiró su fidelidad. Alicia pasó su largo fin de semana con algunos llamados a sobrinos, hermanos y padres. Realizó algunas lecturas y pequeñas salidas con el Negro. Cuando regresó el 2 de enero, la recibió un tranquilizante aroma a café y en la oficina, apareció algo más sobre su escritorio, un discreto retrato con la foto del Negro que lucía un collar rojo con una pequeña placa con el nombre y el número de teléfono.
Ese dos de enero en el cementerio municipal de Florencia de Varela también apareció una Placa con el nombre de Segundo Soto que al mezclarse con la masa ese 30 de diciembre fue por primera vez primero, primero en caer ante los cohetazos de fin de año.

subir


Por Lola Caloeiro

Como cuando fui libre

Decime, qué otra cosa podía hacer, era mi trabajo ¿no? Yo sólo obedecí las órdenes. “Salta, ruge” y rugí… pero no sé que pasó, la gente, fue un escándalo. Sí, ya sé que la sangre impresiona… pero qué otra cosa podía hacer, era mi trabajo ¿no? Pero… sabés, volví a rugir, como nunca, como cuando fui libre.

Alquimia

La historia cíclica degrada la materia. No existen sustancias. Los elementos se confunden. Aire por fuego, fuego por agua, agua por tierra y la tierra es nada. Siglos de materia. Artificio lumínico que se extingue. Es pequeño, el más pequeño nacido de su creación. Asteroide lo llamaron. Su alquimia se desgasta. Resiste. Dónde están sus manos. Cae, sólo cae. Es polvo que muere y el polvo es ajeno a su alquimia. No existe causa. El tiempo, detuvo los latidos de Dios.

El Viajero

El viajero va a partir. “¿Estás preparado?”, pregunta el anciano. “Sí, creo que sí”. El anciano observa y espera. “En realidad, no sé, es que de acuerdo con sus enseñanzas, el oriente y el poniente se complementan, uno no existe sin el otro, pero… también hay un norte y un sur”. El anciano sonríe complacido. “Veo que has aprendido bien”. El viajero espera. “No”, responde el anciano, “Yo no puedo” “Pero, anciano estoy perdido” “¿Cómo puede suceder, si aún estás aquí?” “Es que… no sé, tal vez debería ir hacia el norte que es más seguro”. El anciano ríe. El viajero se ha descubierto, está preparado, va hacia allí. El sur lo lleva.

subir


Por Carina Castelluccio

Que tal si hoy dijera...

Que tal si hoy dijera adiós….
agradeciendo las horas que compartimos
cuando aún el amanecer no se dejaba ver…
Que tal si te dijera adiós, agradeciendo el paso marcado que supiste acompañar,
cuando aún la noche no dejaba de ser otra, que la más oscura de las lunas nuevas…
Que tal si te dijera que el lecho ha desviado su curso para fundirse en el espejo luminoso, rápido y avasallante de la vida misma.
Que tal si te dijera aunque sea una vez la irracional decisión que me marcaría un camino distinto como echarme andar cuando aún no he dejado el andador que sostenía mis pasos firmes junto a ti.
Pero aun así, nuevamente te diría un adiós…sin ser adiós…

La mariposa

Se confundió la mariposa
se confundió.
Le pareció ser oruga pero era mariposa
miró las flores y confundió su color
se confundió.
Confundida batió fuertemente sus alas
hasta que su corazón percibió otro corazón,
confundida fue, hasta que dejó de ser.

Cárcel

Desde la cárcel te llamo,
¿De qué cárcel me llamas?
De la cárcel del miedo sin palabras
que susurra a tu oído
una y otra vez el número de barrotes
que encierran tus palabras…
¿De qué cárcel me llamas miedo?
Si yo no tengo oídos para escuchar
ni vista para contar…

subir


Por Carmen Concepción

Un día de campo

Era viernes, Cholub y Francisco organizaban un fin de semana de caza para ellos y sus amigos.
Estaba todo listo. Carne, verduras, condimentos, damajuana, maderas, leña, parrilla y equipo de mate.
Los rifles y las escopetas perfectamente empavonados. No faltaban cartuchos y balas.
La camioneta estaba en condiciones, tenía reserva de combustible porque los kilómetros eran muchos.
Zulema, corría tras Cholub, su marido, con un repasador y unos cubiertos en la mano, intercambiaba palabras con Francisco y trataba de que no le falte nada. Cuando estaba todo dispuesto el matrimonio y el amigo se despidieron con un beso. Emprendieron el camino con unos cuantos amigos más y partieron rumbo al campo, lejano y agreste. Entre risas y cuentos llegaron a destino. Juegos, mateada, naipes y todo dispuesto para la cacería. Al anochecer, comenzó el silencio total. Las perdices iban y venían y también caían tristemente ante cada bala y cada cartucho. Los frágiles esqueletos, luego un gemido, el aleteo y la tibieza de sus plumas se tornaba fría. Cholub, Francisco y sus amigos seguían tirando, corrían y corrían. ¡Una más gritaban! y las iban tirando sobre la camioneta. Ellas con sus ojos abiertos ya no sabían ni de pichones ni de nidos. Pasaban las horas. Amanecía, ya se podía dejar todo…pero en un momento algo terrible sucedió. Sonaron los últimos cartuchos. Cholub en el piso ¿Qué había pasado?
Una mala maniobra lo desplomó, la distancia y la herida hicieron lo propio.
El duelo y la tristeza abrazaron al campamento. Las perdices eran tantas que las repartieron entre otros amigos. Muerte, pena y la desgracia hecha realidad. La sangre de Cholub mezclada con la de las perdices hacía aún más cruel el momento. Los perdigones se resbalaban en las manos mientras las limpiaban, las plumas mojadas caían al piso y sus cuerpos quedaban insignificantes. Y allí quedaban más tarde las perdices en los frascos y la pena de Francisco y Zulema.Y el gusto de matar por matar que quedó sumido en la tragedia.

Canción de cuna

"A rorró mi niña, a rorró mi sol..."
Allí está ella, balanceándose, acunando a su hijita entre sus brazos. No quiere soltarla, cada dos horas se despierta para darle de mamar con una cucharita. Es prematura, no tiene fuerzas, casi huye de sus manos.tPaso a paso, envuelta en algodones sale adelante. Su madre día y noche vela su sueño. En algún momento su rostro se cubre de lágrimas, llora, llora hasta el cansancio, recuerda…. sólo recuerda… ¿Qué pasó aquel día?, no puede explicarlo, no puede entenderlo. Ahora siente como late el corazoncito.
Se aferra a ella, la sobreprotege, la ama, se aman. Son inseparables.
"A rorró mi niña, a rorró….a rorró pedazo de mi corazón."

subir


Por Tatiana Cos

La noche

Una más
Una menos en su vida
Locura, tus deseos
a la verdad que no te enfrentas.
Aquí muero
otra madrugada violenta.
No te veré
yo necesito de tu compañía
Sos parte de mí
Solo vos podés,
ayudarme a seguir.
Y ya no te veré.
Solo aquel oscuro espacio nos unía
Y ahora, que ha llegado la luz
tengo miedo.

Ya no podría

Te lo suplico doncella de manitas blancas.
No me dejes. No quiero volver a perder un pedazo de mí.
No quiero extraviarte.
No te vayas buscando el sol, dejándome sola, en esta vida tan mezquina.
Yo te necesito. Ya te estoy sintiendo lejos.
De a poco siento el extravío de tu perfume entre la gente.
Si no te veo, yo sufriré.
Solo vos sabes que es lo que escondo. Solo vos sabes a lo que me enfrento.
Necesito de tu brillo para poder ver.
No me dejes, no podría perdonártelo
No sabría ya como mirarte a los ojos. No sabría como no morir.
No me cambies, que esa es la pena que me persigue a donde mire.
Por favor, no lo hagas, no me cambies.
Sola ya no podría.

subir


Por Luis Elorriaga

Tankas

I
Con una silla
y ya está todo dicho
subiré al cielo
en una bicicleta
disfrutando de placer.

II
Mueca burlona
que acecha tu espíritu,
esconde rencor,
voltea la luz interior,
gime ante un gesto de amor.

subir


Por Ada Curto

A su abuela

Pinta a su abuela.
A su abuela con la ventana entreabierta tras las rejas.
Pinta más tarde
Algo arqueológico. Algo urbano. Algo simple.
Algo hermoso. Algo bello. Algo mágico.
Para su nona.
Apoya el pincel en la pared de una habitación o de un bosque.
Esconderse tras el hierro.
Sin decir palabras. Sin pestañar...
Su abuela impaciente llega
No hay que esperar. Observa en profundo silencio la mágica pintura, suavemente con el pincel borra cada barrote sin tocar el rostro.
Proyectando la pared de la habitación
Mirando que quede dentro su abuela.
Pinta de verde la frescura del aire que refresca y entra con el sol.
Y el ruido de los coches.
Y esperar que la abuela se decida a pasar.
Si la abuela no habla, mala señal.
Señal de que el cuadro no le agradó.
Pero si habla es buena señal.
Pasa su mano al final de la derecha pondrá ese sello que no olvidará.
Como cuando era niña y la acunó en sus brazos hoy acuna ella el recuerdo de la que pintó hace años, su abuela.

Tu corazón

Tu corazón me reclama como
acertijo evanescente de tu respirar
que derrama el alma.
Querer saber y no perder la esperanza,
de ver correr, el reloj, el día y el mañana
que ya es de alegría porque mi corazón te ama.
Juntos sentir la vida en poemas
que nos atrapan el corazón que ahora no reclama.
Tú y yo en el lago disfrutando el aire, el cielo
en el verde junto al fuego del amor.
Fundidos como el oro y la plata.
Llega la noche y nos embriaga
como la luna cuando se refleja en el agua
recorriendo en calma a tu corazón
que me ama.

subir


Por Victor del Duca

Ambrosía

Dijo que sí. Almorzaría conmigo. Nada ni nadie sería capaz de apocar esa felicidad que me consumía casi por completo. Tarde o temprano tenía que acceder. Dijo que sí, dijo que sí ¡Que emoción! “¿Qué cocinaría?” Pensé ¿Cuál sería su platillo favorito tal vez un pavo, tal vez un faisán, tal una carne al horno? ¿Cómo saberlo? pero eso no importaba, pese a la crítica de mis escasos lectores que no sin correcta argumentación advierten o asimilan la verdadera importancia de aquesta ambrosía, no importaba o tal vez sí. En definitiva cocinaría un pavo, si señores cocinaría el pavo más grande que encontrara en el mercado. Y así lo hice.
Lo amaba tanto que lo mucho era poco y lo poco la gloria emancipada de mi voraz devoción. Era casi como un culto, una adoración extrema. Él lo debía saber, pues en tal caso sería el pavo el detonante de esa singular, individual, unitaria declaración de amor. Y así fue.
Una ajada y precaria enciclopedia de gastronomía era el medio por el cual declararía mi amor a este gentil hombre que abusaba, sin actos carnales, ni formales de mi admiración. En fin basta de palabreríos y a los hechos:
“Dos limones bien exprimidos son suficiente para aromatizar un pavo de dimensiones moderadas” rezaba la enciclopedia ¡Por Dios, qué ridiculez! Yo amaba verdaderamente a ese hombre, en que cabeza (harta en lóbulos y circunvoluciones) cabe pensar que use solamente dos limones, como mínimo quince. “Dos cucharadas de comino” ¡Diantre! sólo dos: mínimo veinte. Quince almendras, mínimo medio kilo. Un cebollón bien picado, por lo menos cinco cebollas, y lo más ridículo “una pequeña proporción de ralladura de nuez moscada” ¡Señor mío! mínimo tres nueces. Sal y pimienta a gusto: un cuarto kilo de pimienta y un tercio de sal, mas una rama de laureles con algo mas de cuarenta hojas. ¿Y por qué? Pues porque lo amaba. Todo, pero todo, todo era poco para él. Encendí el horno y caprichosa a la recomendación de la enciclopedia que aconsejaba “a fuego lento” coloqué la perilla en el máximo, porque lo amaba y el amor, en todo caso, no es otra cosa que una locura intensa llevada al extremo y el extremo era para mí un derroche de ambiciones derramándose en lo más profundo de mis vanidades.
Y así llegó el gran día ¡Que emoción! Tomó los cubiertos, pinchó el muslo del pavo, cortó un trozo y lejano a toda superstición introdujo la ilustre porción en su boca dejando escapar tres segundos más tarde un chillido ensordecedor capaz de someter a la China entera a la eterna vigilia. Mi comensal arrojó el plato a la pared, me miró con ojos desorbitados y partió para nunca, pero nunca, nunca jamás volver. Yo tomé el plato y, mientras quitaba las manchas de comida de la pared, lloré.
Mi amor no había sido suficiente.

Escombros

Este montón de escombros, que finaliza con mi derrota, no es más que un símbolo artificial de aquella individualidad proteica, esa que supo consumir, de mis invocaciones, migajas de la nada. Es la fatídica institución del ego lo que anula al cuerpo de la zozobra, lo que lo colma de haberes intempestivos y salvajes. Nadie retorna al cuerpo de la madura esperanza, no hay avatar que Visnú no juzgue en este cementerio gnóstico donde la analítica erudición coincide con el ojo pragmático de la materia.
Ya no quedan fuegos, centellas, redes ni escombros en esta elipsis de luz artificial.
Una gota de lluvia más y el vaso se derrama, un lánguido chapoteo es la premisa que augura la fatalidad de lo bendecido. Son los escombros de aquella divina comedia los que matizan, a modo de salvación, los recodos estilísticos de la prudencia. El vaso tiembla. Truenos y relámpagos atizan su demorada cognición. “El sueño derrota a la materia” grita el apunado celo de Dios ante un centenar de gnósticos mortales.
La gota tarda en caer, es imprecisa, dudosa, apenas perceptible, nadie duda de su elocuencia por el contrario, todos exigen que caiga de una buena vez.

Dios escapa de toda perfección. La perfección es la nada. Dios existe.
La nada: el vacío de Galileo, el disco de Newton, la traslación de Copérnico.
Dios existe y su existencia es el júbilo de lo tangible, de lo que expresa corporeidad, de los escombros que se amontonan en el rigor físico del esotérico desorden.
Dios existe y su existencia nos condena a perseverar en la materia, a soportar en el líquido amniótico la inútil reproducción del ser.
Dios existe y su existencia perdona al mágico enredo que lo sustenta y a la vorágine del reloj que articula su tiempo.

subir


Por Dolores Fernández

Sueños de pobre

Todos duermen. Me acosté vestido. Envuelto en las frazadas para que no sospechen.
Cuando todo es silencio saco el bolso de abajo de la cama. Despacio para que nadie despierte. No tengo coraje para enfrentarlos y decirles adiós.
Mi viejo lo presintió. Cuando decidí estudiar, me dijo:
-Te recibís de enfermero y te rajás ¿no?
-No. Solo quiero progresar.
-Va a ser enfermero profesional - dijo mi vieja.
Al comienzo sólo quería recibirme para ganar más plata para no oír al Supervisor:
-Negro. Andá a limpiar los baños del subsuelo.
Yo no soy negro, salí a mi viejo. Es polaco. Pero te ven con un balde en la mano. Y sos negro. Trabajé dos años limpiando. Corría de las clases en la Facultad a las prácticas en el Hospital. En casa, el ruido era uno más de la familia. Y el barrio no conocía el silencio. Muchas veces estudiaba en la Iglesia frente a la Plaza Mitre. Por la tarde no van más que unas beatas y algún turista curioso. Cuando llegaba a mi casa mi casa mi vieja me cebaba mate y preguntaba:
-¿Qué, cuándo, cómo?
Estaba orgullosa de mí. Por fin tenía un ejemplo para mis hermanos. Ella pensaba que trabajar en el Frigorífico como el viejo no era suficiente. Al final los dos vestiríamos de blanco. Me recibí ayer. No se lo dije a nadie. Mañana comienzo a trabajar como lo que soy: Un profesional.
Miro alrededor. Las cuatro paredes sin revocar que guardan a mi familia. En el rincón una cocina vieja. Separadas por una cortina descolorida la cama de mis viejos y las de mis hermanos. Bajo la ventana como un privilegio mi cama disfrazada de sillón.
Mesas, sillas. La TV. Lo único recién comprado. Al lado, una reliquia descascarada con un Santo protector. Cierro la puerta despacito. Está tan vieja que creo que se va a caer si pongo la llave. Tropiezo con una pelota desinflada y espanto unos gatos callejeros que persiguen una rata.
Uno de ellos me sigue por unas cuadras. El olor de las zanjas compite con la basura amontonada. Todo apura mi paso. Remordimientos, de no bancarme ser el mayor. Vergüenza de no cumplir el sueño de mi vieja, tan sencillo. Levantar cuatro paredes. 1500 ladrillos. Comprar una cocina. Me voy. Escapo. Los quito de mi vida como al asqueroso barro que se pega a mis zapatillas. Corro. Siento el motor del colectivo que se acerca. Alguien corre detrás de mí
-¿Adónde vas pibe? ¿Qué llevás en el bolso?
- ¿Que le pasa? Es mi bolso.
-Ahora es mío.
-Espere.
-Tenés razón, faltan la guita y las zapatillas.
- ¡No! Son mis cosas.
El sonido frecuente en las noches del barrio sobresaltó a pocos. Un disparo más.
La madre despertó. Miró las camas de sus hijos todos dormían. Con alivio cerró los ojos. Siguió soñando con el mañana. En la zanja el agua sucia se tiñó de rojo.
Él conocía los síntomas. Pero aún necesitaba tiempo para calcular, cuanto cuestan 1500 ladrillos.

Arrebato

Sólo fue un arrebato
un delirio, fugaz ilusión de los sentidos.
Loco impulso de volar a la cima más alta
de ser ave ser nube.
Arrebato increíble desaforado, loco
que me empujó a la cresta de la ola
a sentir la blanca espuma
mojándome la cara, salándome la boca.
Sólo fue un arrebato
que me llevó al encuentro
de otro mundo, un mundo
de emociones excitantes
que agitaron mi pulso y nublaron mi mente.
No quise despertar y en lo alto
de la cumbre lejana grité mis ansias de
triunfo
de glorias y de aplausos.
Y en un loco girar en el trapecio
caí veloz sin anestesia
recogiendo migajas de mi loca quimera

subir


Por Laura Ferrarez

Pasaje

Sabía que al despertar ya no sería la misma, rogaba que fuese un sueño.
Esa noche, como cualquier otra, me dispuse a dormir aferrada a la cama como si quisiera quedarme allí por siempre. Salió el sol y con ello el miedo a querer abrir los ojos. Un ligero sudor empapaba mi espalda de angustia e incertidumbre y abracé mi cuerpo como si algo se quebrara. Un río de color rojizo envolvía mis sábanas y cubría mis ropas. Volví a cerrar los ojos pues me hallaba presa de un huracán de sentimientos y sensaciones extrañas. Doce años pasaron a mi alrededor como las escenas de una película ya vista.
Di un salto. Aquella mañana algo quedó atrás.

Visión

Te veo y veo la luz.
Te siento fuerte
aferrado a mi corazón.
Vuelven las mariposas dormidas
en los campos del sol
vuelven las sonrisas inocentes
del primer día, del primer amor

Te sueño despierta

Si la vida no me alcanza para amarte tómame y haz de mi lo que desees.
Si las palabras se borraran con el tiempo escúchame, te estoy diciendo que te amo.
¡Ay amor! No tengas miedo de perderte yo estoy aquí para quererte.
Sentir que esto no es una ilusión.
Creer que nada nos puede pasar.
Sólo estamos en un mundo de locos que saben soñar y sentir que todo es posible cuando despiertas.

subir


Por Matías Ferrer

Silencio

Poema inspirado sobre premisas del
cuento Sonny de Julio Cortazar

Había silencio detrás de su voz
un vacío inexplicable
conocía aquel abismo
desde donde me veía.

Una calma cómplice del derrumbe
amamantaba un torbellino
solo al más gigante
al mejor de ellos.

Silencio
en todos los tiempos
abundante ruidos.
Solamente ruinas.

¿Puedo preguntarte algo?
Acaso
la máscara de tu silencio
me amó.

Involución

Comprendí que mi cielo
erosiona
con la caricia de tus garras.
sordo es tu tejido.
Un desliz voraz y sin fin.
Deambula ese paisaje
desde envoltorios vagabundos
hasta galpones envenenantes.
Somos cofres de cristal
y trabajo de nuestras manos.
Refugiamos a las más oscuras gamas
esas que pasean en la soledad
de nuestra soledad.
Derretimos la lucha
eterna y unívoca.
Los senderos van hacia la noche
a una, sin estrellas.
Y
nuestra raíz
es sólo un hueco.

subir


Por Carmen Florentín

Frida y yo

Frida y yo por la espalda clavadas.
Puñales de hojas filosas
cortan la carne cansada.
Nos piensan duras
y en el amor olla caliente facilitada.
Nadie habla del desamor
de horas vacías a solas habladas.
Todos quieren saber quienes nos
inspiran.
Qué nos mantiene.
Y yo les digo: “La fe”, Señores
que a la existencia
convirtió en sabia positiva
y que nosotras le dimos
forma de cántaro con agua fresca
rosas rojas, limones, miel
con aroma de almizcle
y limas recién arrancadas.

Si supieras

Si supiera dónde estás
te buscaría disfrazada
me haría primavera
para ver dónde floreces.
Otoño
para ver dónde despojas
tus hojas.
Invierno
para saber el frío
de tu alma.
Verano
para atrapar
cálidas frases que a ella
regalas.
Si supieras
Cuánto te amo…
Cuando pasas atrapo tu perfume
para ver si puedo tener tu esencia.
Rescato pedazos de tu imagen
Y las pego en mi pensamiento.
Quizá si algún día falto
esa magia que abriga tu alma
y por qué no tu propia vida
quizá…te falte.

subir


Por Claudia Guala

Rocé tu espalda

Mis prendas se vuelven rígidas
ante la carencia de tus manos.
Debajo, mi cuerpo
no reveló ningún olvido,
cuando te sentí, aquella noche tan cerca.
¡Ya no! Me dije.
Si me confundo en tus aromas
dejaré de ser y me volveré recuerdos.
…Rocé tu espalda.
Me hablabas como siempre
Me miraste como nunca.
No fue un sueño.
Algo de vos se sumerge debajo de mis ropas
livianas a tu caricias.
Algo de mi se revela en tus rincones.
Tu espalda, mi cuerpo, una canción.
Quise abrazarte. No pude.
Estábamos casi todos allí.
Tu espalda
me recuerda el infinito placer.
Me miras…
Siempre nos miramos
con profunda intención.

subir


Por Adriana Lorenzo

Haikus

I
Si no cambiamos
como la serpiente
para qué vivir.
II
Cuando me miras
abandonas tu mente
ahí el encuentro.
III
Alma agitada
Y por tu culpa y duda
a veces muero.

subir


Por Gerardo Goldberg

Plastilina

- ¿Por qué no me mojo? – le había preguntado aquella pequeña, alumna de la vida, con sus tres años.
- Porque es una foto. No es un lago de verdad. Es una foto del lago– le contestó el tío desde su mundo aprendido hacía años, desde las anteojeras que había ido construyendo día tras día sin darse cuenta.
Los pequeños gusanitos que formaban la mano de la chiquita se movían por encima de aquella fotografía buscando entender desde el tacto lo que su razón de plastilina no alcanzaba a incorporar.
El tío vio en los ojazos, que apenas cabían en la cara de su sobrina junto a una boquita diminuta, que debía continuar con la explicación.
- Si fuésemos al lago donde saqué la foto, que queda muy lejos de acá, podrías tocarlo y te mojarías. Pero como es una foto, lo que tocás es la imagen del lago y no el lago.
Pero ella no estaba convencida de lo que su tío le decía. Su boquita se le abría y su pequeña lengua se movía dentro intentando entender lo mismo que sus gusanitos.
De pronto le dijo, con un tono lento y una línea lógica poco lineal y poco lógica:
- ¿Y qué pasaría si vamos a ese lago, y llevamos la foto, y pongo la foto en el lago, y la toco?

subir


Por Julia Mansi

Mariano

Tesoro de recuerdos ingenuos
en la etérea ventana del tiempo
siempre afloran tus huellas de niño
dibujadas con amor y a fuego lento.
Subamos al tren juntos
de los mágicos momentos
entre lápices y juegos,
entre risas y sueños.
Tus manitas suaves aprietan
un mundo de candor entregan
ojitos de luz almendra
buscan, miran, balbucean.
Rayitos de sol tu cabecita enmarañan
rozagantes mejillas en besos dibujo.
Extrañan mis brazos el calor,
la cuna vacía y quieta.
Tardecitas de lluvia sin freno un triciclo,
pistas de carrera dentro de un hogar,
el desorden exalta la belleza
cómplice de tu alegría y felicidad.
Arca con puñados de emociones
aún no quiero cerrar.
Delantal a cuadrillé triste estás
manchas de chocolates,
crayones y acuarelas, ya no están.
Tus manitos que hacen ahora,
¡Escriben mamá!
En cuenco rebasan caricias.
¡Una estrella quiero regalarte!- me dices.
¡Ya la tengo! – te digo.
El tiempo pasa, un hombre crece.
Eres mi orgullo.
Te amo, hijo.

Rescatado en la noche

Arrellanado en la proa, solitario y taciturno, como siempre, desde que el destino lo zambulló en la sombra de su vida, con camisa de colores desteñidos y pantalones arremangados, deambula en busca de alguna acción que haga mover su fibra más íntima.
Una silla, al lado una mesa mece el efímero potencial de una botella casi vacía.
Las manos en la nuca, transmiten la sensación de degustar el momento. Lo que hacen es escribir los días en la azabache cúpula, moviendo las inalcanzables luciérnagas en busca de
alguna satisfacción.
La luz rasga la noche. Un rugido sordo surge de las profundidades.
Es invitado a navegar por mares inhóspitos, en un caballo blanco muy particular. Su galope placentero pasa casi sin advertirlo pero no por mucho tiempo. Envuelto en nieblas huracanadas, no alcanza a distinguir la travesía en los campos del cielo. La cola leonina lo sujeta y dándose vuelta le contagia su fuerza y su valor.
Vuelan ágiles a gran velocidad y siente que deja todo, sus pensamientos, sus pesares, su conciencia.
Siguen sin parar, no quiere regresar. Brazos protectores lo empujan, queda solo y con una nueva sensación.
El caballo se alza en sus patas traseras, inclina la cabeza y sigue su camino, en su cuerno espiralado cuelga una botella.

Remembranza inesperada

Los nubarrones espesos se apoderaron del azul intenso del cielo. Volaron restos de plateados papeles de chocolates y caramelos desde los niños y madres que regresaban a sus hogares.
El canto del atardecer enmudeció sobre el banco al aire que esperaba para abrazarlo. Entre acacias y eucaliptos, él malgastaba sus días en monótonos paseos. Salía a recorrer los arbolados caminos moteados con flores que animaban el triste paisaje de sus ojos. Dejaba la casa atrás.
La concordancia entre cuerpo y mente últimamente no iban de la mano. Los pasos se dirigían hacia la fuente y el recuerdo lo trasladaba hacia el invernadero, donde sólo el aroma de los jazmines lo embriagaba y tristes quedaban los fresnos y las madreselvas. Iba a su encuentro.
Cuidar del lugar de trabajo le proporcionaba placer. El galope de su corazón se fundía, entre los susurros de amor de los árboles en cada uno de aquellos abrazos evanescentes, en medio de melodías de calandrias y zorzales. La sombra que lo acompañaba no lucía erguida y ágil, en su lento caminar, difusamente miraba a los ancianos, que intercambiaban comida por cariño con esos pobladores: la plaga gatuna. Llegaba la tarde y la soledad lo envolvía. Un agudo silencio aisló el lugar, olía a algo inesperado mientras sentado en el confidente banco, la vio.
La mirada quedó fija en la fuente llena de hojas. El sensual cuerpo empezaba a mover los ojos y su tétrica mirada lo instigó a levantarse. La larga cabellera cubría sus senos desnudos. Una de sus manos recogió los mechones para mostrar ostentación, mientras la otra aflojaba el paño que cubría sus redondeces, con disimulo y provocación. La brisa tendió sus redes y jugó un rato hasta que lo deslizó de su cuerpo y quedó flotando entre los rotos reflejos.
Fue un momento, no hubo palabras, él se acercó. Le tomó el brazo. Sorprendida ella le dijo, “mi compañía son los grillos, las noches”. Él, inmerso en un silencio que lo devoraba la miró, de pronto la sintió nuevamente suya. La abrazó. Brotó un ruido, quizás un secreto, un íntimo sentimiento.
Un escalofrío que no viene ella, ahora se transforma en algo tibio.

subir


Por María Mantovan

Una suave nostalgia

Como un sembrador de sueños
del que ya me siento alejada
intento convertir mis pensamientos
y sentimientos en palabras.
Alucinada por otra oportunidad
me fundo en un maravilloso caos
al igual que Neptuno, sin barba y sin tridente
para llenar de inquietantes recuerdos
mis noches de insomnio.
Y mirando a los ojos
hacia una realidad que consume
hago este viaje
buscando alivio instantáneo
en épocas oscuras.
Vuelvo una y mil veces
para cerciorarme de la
austeridad de recursos
sin saber si queda tiempo
para encontrar serenidad
en el medio de la tormenta.

Lugar de paso

Allí, recorre su historia personal, como rindiendo culto a la tristeza.
Un fuego interno abraza la noche helada. Momento de establecer contacto con su ayer donde conexión y complicidad se escurren entre la inconciencia y el miedo, solo posibles en el silencio.
Para aliviar su aislamiento y alucinado con la sinfonía de los recuerdos, se queda inmóvil en ese instante que dura una eternidad.
Impotencia contenida de diversas procedencias.
Reconociendo su sensatez trata de librarse del terrible fantasma que ha sembrado el germen de la intriga, tan lleno de rincones, personajes y sensaciones. Sólo queda tiempo para un diálogo forzado. Un recorrido planificado hacia el tramo final de horas intempestivas para que no quede vibrando ni una nota, en el solitario asilo de los muertos.

subir


Por Hannah Martin

El pensamiento

Nadie puede escaparse ya, de la sombra.
Y ser más oscuro.
Si alguna vez no lo intentas sucumbirás sin ver la luz.
Puedes encontrar sabiduría en lo íntimo de tu ser.
Puedes caminar sin miedo aunque el corazón estalle en rojo pasión.
Y cuando llega ese amor desenfadado que te evade sólo por un instante otra vez vuelve el remolino neuronal huracanado obligándote a empezar.
No te detengas en el camino.
Estás vivo, no mires atrás aunque te amordacen y acobarden.
Sigue, camina, hasta ver más.
El mañana está cerca.
Allí donde está el resplandor.
No te detengas, aunque sólo sea para volver a intentar solo resta esperar.

La vida - el fin

Cadenas montañosas. Así es de largo el camino por recorrer
Así es, el que no se detiene un segundo y no avisa ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
Él aparece y te sorprende justo a tiempo aunque no lo necesites ni lo llames.
Si quieres llegar a conocerlo, tal vez no entiendas, tal vez no aprendas, que llame a tu puerta dos veces, más aún, él nunca se detiene, nunca dice basta, entra y nada…todo…puede pasar.

subir


Por Patricia Moltedo

Doméstico entrevero

Al principio, todo fue como siempre: ella en el mismo lugar.
No, no todo era igual, ella estaba cada vez más vieja, más desgastada, más rajada, más dura, más sonora. Tal vez, más resentida. En muchas oportunidades, infinitas, fui abrirla y la cerré. Fui y vine. Vine y fui. Por lo que fue sorpresivo su ataque.
Exactamente, fue así: Traté de tomar el picaporte y ella respondió clavándome... la uña, dirá usted. Pues, no. Me clavó, justo entre mi uña y el dedo, aquella chapita, que desde siempre lleva. Otro día, traté de entrar, y no pude. Empujé, empujé... Nada. Hasta que aflojó. Y como en una chanza, pasé volando. Lo peor fue cuando olvidé su postigo abierto y casi guillotina con su vidrio, a mi perro. Por supuesto que desde tiempo atrás, venía yo comentando mi deseo de cambiarla. Pero, no hacía falta más. La cambiaría. Esa puerta, floja, rajada, fuera de escuadra y oxidada, debía ser cambiada. Ya.

Horizonte Urbano

J.D. saludó, como acostumbraba, a su gato, al gato del vecino y al perro cimarrón del barrio. El frío, impregnaba todo. Una nube blanca había descendido. Y el barrio de clase media, silenciosa y luchadora, emergía en medio. Siguió, J.D., su camino, hacia la estación de tren.
Iba a un curso para perfeccionarse. Consideraba que era poco y muy peleado lo que había logrado. Sacó boleto, subió al tren donde la recibió una población decadente, de gente desconfiada, con gorros, capuchas y caras semitapadas. ¿Dónde iban a las diez de la mañana? ¿Qué trabajos podrían esperarlos?
J.D. entendía que las obras de construcción empiezan mucho más temprano.
Se corrió más hacia delante. La helada temperatura también había entrado, por la puerta entre vagones. Por lo que J.D. trató de cerrarla. Y tiró, tiró, mas no pudo, las fuerzas no le daban. Los demás la miraban como si hubiera sido una desubicada. Consiguió, entonces, un asiento, se acomodó el costoso abrigo heredado. Y se dedicó a observar el aspecto de la gente que la circundaba. Sólo unos pocos se salvaban.
Se dedicó a escribir. Ni se dio cuenta. El papel quemado, con las letras de la birome, voló por el campo. La radio dijo que lo hicieron por el pueblo.

subir


Por María Cristina Muns

Ya no me acuerdo

Y ahora todo está bien,
porque él siempre está bien,
me cuida y me arropa,
me cambia y alimenta,
ya nada lo desvela, excepto mi ser.
Pero sé que no siempre fue así
aunque ya no me acuerdo
pero no importa, lo prefiero así
me cuida y me arropa,
hoy se preocupa por mí.
Intuyo que mi ser en él dejé
que mi entrega fue total
así que su dedicación,
recibo con tierna devoción,
lo prefiero así.
Por lo que recuerdo,
por las viejas imágenes que vienen a mí
en desorden y deshilachadas,
creo que no fue bueno para mí
ni para ti.
Por lo tanto, hija mía atiende tu ser
para el resto siempre tiempo habrá,
no me imites a mí y aunque hoy lo prefiero así,
veo que aún no aprendiste,
lo que yo ya olvidé.

El mural

Apenas mueve sus ojos, mira hacia un lado y hacia el otro y espera. Ahora mueve la cabeza y observa, ya casi no queda nadie. Por las luces apagadas sabe que el crepúsculo está por acabar y la hora está por llegar. Deberá cumplir lo que él le hizo prometer aquella noche y que cumple cada día mientras no llueva pues teme confundirse nuevamente y no poder volver.
Se alisa el vestido, acomoda su peinado y ajusta sus sandalias gastadas. Toma el bolso que la acompaña desde aquella última salida, ordena sus monedas y encuentra cospeles que ya no recuerda para qué servían. De pronto, revive una luz que no supo a tiempo reconocer.
Qué pena haber escuchado entre gritos y llantos tantas preguntas, entre el frío de hierros y el sabor a tierra, cuando ya no tenía sentido decir nada. Si al menos lo hubiera escuchado antes cuando todo era silencio, problemas, angustia. Cuando la vida era eso.
La noche se ha cerrado, luces de mercurio se han encendido a lo lejos. El olor a naturaleza se ha adueñado del lugar. La noche despliega su encanto y su nostalgia. Entre hojas de eucaliptos que se desprenden perezosamente flotan aromas de azahares y algún jazmín recién regado.
¿Por qué no pude aferrarme a esta naturaleza, a estos aromas que van y vienen, que siempre están?- se pregunta. Y cerrando los ojos, como absorta en un sueño o aún perdida en su recuerdo parte. Llega al cruce y espera. El no llega pero igual lo espera, sabe que algún día volverá aunque sea a preguntarle y entonces sí, él deberá hablarle.

subir


Por Florencia Muñoz

Memoria

Traicionera como el pasado,
ambiciosa como el presente.
Existe en nuestras vidas
sin poder apresarla…

Historia

Hechos que marcan la vida.
Huellas del pasado y del presente.
Futuro indeciso
que se develará con el tiempo….

Metamorfosis

Ya no soy la misma de ayer.
Ya no soy.
Sufrió todo mi ser
y sin ninguna explicación
he vuelto a nacer.

Sueños

Ilusiones existentes por la noche
que perduran durante las horas próximas.
Reflejan nuestros pensamientos,
nos ahogan en nuestra esencia
hasta llevarnos a un impreciso infinito.

Amor de mi vida

Dulce espera de un amor verdadero,
que pronto llegará a mi vida.
Para poder olvidar a viejos y falsos amores,
para ilusionar mis sombríos días.
Romance que me hará, por primera vez,
amar de verdad.

subir


Por Ana María Perez Arce

Lejos

Y un tesoro de perfumados árboles
en la orilla de un mar austral
entre escondites de rocas y bosque.
Donde el cielo se hace iceberg para engañar al
sol…
Y es soberano del espejo…
Que gusta del poder,
como el cóndor
allá, donde nadie sabe…
Un lugar en donde acecha el asombro
en donde no hay sitio para la causalidad
ni encadenamiento de hechos
ni premisas verdaderas
ni enunciados coherentes…

Ventura

Barco y muelle y pleamar
océano y sal en los labios
ojo de buey por donde asomas
red y trampa y vela
Y una mañana
que se enreda en la zozobra

Insomnio

Huye del día.
Sucede en las profundidades.
En la umbría habitación de los misterios
que muerden sin boca.
La luz escapa de los sótanos
de los túneles
de las grutas húmedas
de los cañadones
visitados por fantasmas.

subir


Por Maribel Podestá

Susurro

Oír en lo desconocido
un susurro asiático
y primitivo
en la piel.
Azotan los silfos
la ventana.
Y en lo oculto del bosque
emerges azul.

El beso

Diluida en otoño
pulsa la naturaleza

el beso del pétalo
en alta mar.

Reguero de eternidad.
Ángel del silencio
brega al alma...
Huerto de pájaros
en cenizas.

Río Cuarto

Testimonial cantan
los teros.
El tiempo es la sorpresa
Vaho de pasión
en la quietud de la noche.
La alcoba desnuda
al tibio estertor
Incólume
la casa.

Septiembre

A veces
las flores en su mano
anclan la felicidad
tenue de hojas frescas.
Y una canción de amor
brota contemplativa
del sonido marino.
Arrojada la calma
al último médano.
La última luz tan solo
arcas de trinos
al velar la mañana.
Septiembre
puerto de algas
viento bautismal.

subir


Por Graciela Ruffini

Gaviotas de verano

En bandadas encaminan su rumbo
huyen del caluroso verano.
No es el viento, ni la arena
es su marcha, no se puede detener.

Aletean sin cesar las gaviotas
en la orilla amarilla del mar
humedecen su plumaje
tratan de calmar su ardiente sed.

En sereno vuelo retornaron
abriéndose en florido abanico
rozan el rojizo horizonte
buscan de su ansiado descanso
las gaviotas del verano.

Tomás

Tomás
Manitas de ángel
dibujan alegría
pintando nubes serenas
en cada mañana.

Pícaros ojitos miran
a su alrededor
travesuras por hacer
juego de tu niñez.

Pequeñito corazón
latir de amor
abrigas con tus brazos
la vida con pasión.

Correteos que no paran
girando al compás
de gritos alborotados
golpes de tambor.

Manitas de ángel
dibujan una caricia
en el rostro de la abuela
cada mañana.

subir


Por Silvia Santilli

Reencuentro

Mañana inestable, el sol abrazado por tupidas nubes. El silbido anuncia la partida del tren a Mar del Plata. Sentado al lado de la ventanilla dejo volar mis pensamientos recorriendo el motivo de este viaje. Comienza a llover. Las gotitas golpean el vidrio, se deslizan como pequeños espermatozoides en distintas direcciones, se chocan entre sí y se unen en un profundo abrazo. Detengo mi pensamiento y pregunto: ¿Me abrazará? ¿Me reconocerá? ¿Me aceptará?
Siento frío, miro la hora, había llegado. Comienza el gran desafío.
Necesito descansar. Bajo la lluvia busco un lugar para alojarme y ordenar mis pensamientos. A la mañana siguiente, pregunto a varias personas por la calle Banat, me indican como llegar.
Tomo un taxi, ubico la casa, mi corazón palpita. Es una voz que llama. No me atrevo a tocar el timbre, rodeo la manzana y desde la huella de mi ausencia contemplo: la puerta se abre, decido acercarme, salen dos niños y se escucha del interior de la vivienda: “Cuida a tu hermana, Nicolás”. La niña de trenzas y cabello de oro tropieza junto a su muñeca, corro, levanto a las dos, al incorporarme la veo parada en la puerta.
Asustada y hermosa como siempre la soñé. Dice gracias y entra sin darme importancia. Me atrevo y pregunto: "¿Es este el pasaje Banat?", la niña de trenzas interrumpe.
"¿Cómo te llamas?"
"Nicolás""
Nico, como mi hermano". La señora busca mis ojos, miro los de ella descubriendo el mensaje mudo de la mirada que habla. Comienzo a caminar sintiendo sobre mi espalda sus heridas hacia fuera y el dolor de la ausencia. Escucho una voz milagrosa:
"Señor dice mi mamá si va a venir mañana".

Iba a suceder

Los vecinos gritaban: ¡Iba a suceder!
Llegaron los hombres de blanco. La pesada puerta cancel fue derribada por los bomberos.
El panorama deprimente: los utensilios de cocina tirados por el piso, los gatos saboreando la sangre que se extendía por la casa, las flores y las fotos del álbum familiar dormían en un viejo brasero. Y Joaquín: ¿Dónde estaba?
No les fue fácil a los hombres de blanco, los perros enloquecían, los pájaros revoloteaban perdiéndose en los caminos infinitos del aire, y Joaquín con los ojos ausentes y apagados gritaba:“Fue necesario”, “fue necesario.”
Hoy deambula por los descascarados pasillos del Borda como si estuviera recorriendo los senderos de la muerte. A veces perro, otro gato y grita: “Fue necesario.”
Me hubiera gustado decirle que el miedo y el desprecio de los demás lo cambié por cariño, el día que se acercó hasta mi y en una pequeña caja me regaló un tero que colmó los días de mi infancia.

subir


Por Mabel Spinelli

Percepción

A orillas del río, desde el alto puente, cae un pesado paquete. La mujer se mira las manos rojas, temblorosas. Acaba de arrojar el revolver de su marido. Mira como las aguas van haciendo círculos cada vez más difusos. Su mente está vacía. El corazón late acompasado.
Inclina su cuerpo hacia abajo. Recuperarlo… es imposible. Sonidos la perturban, se va a tirar.
Siente una luz poderosísima. Levanta la cabeza, el calor la detiene. Lentamente su cuerpo gira, se siente bañada por un intenso perfume. Se mezclan imágenes, ideas, un rostro aparece convirtiendo espacios, tiempos pasados. Desciende, sus huellas se llenan de luz. El tiempo pasa. Ella regresa al puente, pensativa. Se para frente al río. Tiene un pesado paquete, lo tira y sus manos vuelven a ponerse rojas.

Pax

Lloró su propia muerte,
pasó por el túnel misterioso
y el alma en éxtasis profundo
gritó... Soy libre!
Luz, mucha luz plena de
paz, cantos, risas, perfumes.
Bebió la luz de las estrellas
y empezó su danza
magistral...
Cada rincón, cada pecíolo,
cada pluma del entorno
giraba, se enfrentaba
ocupando todos los puntos
de la materia cristalina,
indisoluble, incolora, mágica...
Hasta unirse en un profundo abrazo
donde el odio, la mentira
y vanidad no tenían color,
ni fragancias, ni formas,
ni nombres propios.
Lloró su propia muerte
pasó por el túnel telúrico, misterioso
hasta encontrar una
gota de rocío sobre una violeta.
- Pudo bañarse- ... Y volver a empezar.

subir


Por Adolfo Velázquez

Espero

Últimamente, solo vuelo
con el polvo de las alas
de aquella mariposa...
la de aquella noche.
De allí que...
Curando ausencias
espero el trance...

Estática

Ella también
–parte de la mayoría-
Paso inseguro, supone que avanza
parece que va, que viene…
pero no, estática
me figura
la instantánea del desamparo.
Con su gran cartel, al frente y alto.
Y en él, escrito, fondo blanco
letras negras, la gran palabra:
NECESITO.

subir


Por Toribio Wamsiedler

Provence

…Pusiste la rosa blanca, sola, sobre el féretro como un homenaje a la singularidad y a la pureza.
Te encontraste con viejos amigos con los que te separaban décadas de ausencia. Contaban historias, historias de ellos, historias que también eran tuyas.
Seres grises, comunes, a los que a nadie le conocía sus vivencias, muy diferentes a ti, ése que las revistas especializadas muestran hasta el último pliegue de su tiempo.
Estabas como perdido, no te encontrabas en ninguna posición, te costaba ser común, volver a ser uno cualquiera. Envidiabas su naturalidad para la vida y para la muerte.
Mientras tomaban café engullían porciones de tarta de coliflor, te admiraban con el orgullo de sentirte de ellos.
Brillaron tus ojos cuando alguien con la boca llena se animó a decirte, el lema del internado: “Somos el resto de Oc.” Como haciendo un intervalo, recordaste la orquesta, la flauta traversa, el fagot que llenaron tu corazón con alegrías sinceras.
Habías sufrido con ellas más allá de lo que se puede contar y cuando los viste, todos pretujados en torno al féretro para rezar junto al Prete el responso y la despedida, agradeciste a la vida de haberlos tenido de compañeros, de hermanos.
Todos forcejeaban para adueñarse de las manijas, todos querían portarla, te quedaste atrás acompañando desde tus últimos recuerdos, como si debieras levantar, la pisoteada rosa blanca...

subir


Por Diego Propato

Vástago

Cierto océano contemplaba a un niño que oculto en su razón, intimaba el sueño del cosmos. Cruel abstracción de los Dioses: Su imaginación tenía fecha de vencimiento.

subir


Por Aldo F. M. Ferrante

Números son más

Hay paredes con secretos
durmiendo hasta ser encontrados.
Consta la literatura encriptada
y sobreviviente, sapiente, engañosa.
Sin laberintos hoy.
Hay más, son más.
Desapilo ladrillo a ladrillo
en casas de nadie, casas de muchos.
Cavo en las plazas secas
de la arquitectura depredadora.
Hay más.
Mirando en las insignias
revolviendo sus letras.
Allí los nombres
los lugares, las pistas.
Entrar a las iglesias
para preguntarle a Dios.
El todo lo sabe.
¿Anduvieron por aquí, por allí, cerca de ti?
En un mar de dudas, en oración,
¿Soltaste sus manos o fue esa su liberación?
Hablar de alas con algas y preguntarles
cuán verde son sus hojas
si por sus tallos, sus venas,
corre savia, corre agua salada
o corre sangre.
No enmudezco al grito de sus presencias
puedo moverme, en la búsqueda
acompañando.
Huelo perfectamente que todo sigue igual.
Hoy tampoco están, ni estarán mañana,
pero son más.
Los mismos amigos
calzan trajes perseguidores,
son los libros de páginas en llamas
son guitarras de cuerdas apagadas
con el poder de saber que irían por ellas.
Son más, mas no dónde están.
Son todos, son todas.
Hablo de todo
de lunas, de selvas, de coplas
de la estepa y la pampa
de montañas y ríos, de islas.
Son más, son menganos, son zutanos.
Soy de tal.

subir