Dossier
 

“...en la escuela primaria cuando
cantábamos en coro “Feguasoma, ya sus
rayos iluminan el histórico convento...”.
Cantábamos con ge, cantábamos con efe,
cantábamos todo junto: “Feguasoma”.
Lo de “Febo asoma” fue una revelación
posterior, cuando ya la magia estaba rota.”

(Las cosas que nunca nadie me explicó, Isidoro Blaisten)


Me sigue pasando hasta hoy en día que, al pensar en la canción patria “Aurora” me es imposible que no se me aparezca en la mente la imagen de la portera de mi escuela primaria. Así se llamaba ella: Aurora.
¿Por qué una canción patria iba a llevar el nombre de la portera? Ese era el primero de varios planteos que dicha canción causaba en mi cabeza de niño. El resto estaban relacionados inde-fectiblemente con la letra de la canción. Quizá sea una de las varias
razones por las que me incliné por la escritura.
Por empezar, nunca supe qué demonios era “asulunála”. Una palabra incomprensible, más parecida al árabe que al castellano. Porque si era perfectamente claro que un águila guerrera se elevara audaz y triunfal
muy alto en el cielo, me era difícil saber qué era asulunar algo. ¿Por qué asulunar al águila guerrera? ¿Por qué asulunarla del color del cielo primero y del color del mar después? ¿Acaso no era casi el mismo color? Aparte, ¿Quién era el que daba la orden de andar asulunando al águila guerrera? Mejor dejarla que volara en paz a la pobrecita.
Después que mi boca se encargaba de reproducir mecánicamente esa estrofa, mientras mi cerebro se preocupaba por el plumífero ser, había que pasar a la siguiente. Allí volvía a aparecer Aurora, la portera, esta vez en desconcertante versión radial.¿Aurora y radial? No sé; ya mi corta racionalidad cedía terreno ante tamaño absurdo. Casi por generación espontánea se nombraba a una punta de flecha que nada tenía que ver a esa altura del relato, para luego desembocar en una de las

 

mejores palabras (junto con anticonstitucionalísimamente) para jugar al ahorcado:“aureorostroimita” era la palabra. No la sacaba nadie. Qué significaba no podía decirlo, pero no cabían dudas de que la palabra existía. Estaba en la canción que le habían dedicado a la portera.
Más adelante, también nombraba a mi compañerita Estela junto con el “purpurado” cuello. Qué demonios tenía Estela en el cuello, no sé. Pero sonaba bastante feo.
Ya para rematar el sin-sentido al que me sometía cada vez que tenía que cantar “Aurora”, en un momento se hablaba del “ala española” y de que el águila era bandera. Claro, la canción dice “el ala españo”. No entendía por qué no decían el la final. Quizá era porque no le daba la métrica de la música, o como una forma abreviada y cariñosa de decirlo. Así como Daniel termina siendo Dani, española se convertía en “españo” ¿O había que cantar el la pero tomando aire, por lo que casi no se lo pronunciaba?
En fin, sólo era cuestión de repetir mecánicamente el rito de cantar ese absurdo de palabras cada mañana. Igual otros días había que andar jurando a Marte, al planeta Marte, no sé qué cosa mientras palpitara “Mifi, el corazón”; un personaje que
siempre me causó mucha simpatía a pesar de no haberlo visto nunca en cine o tv.
Por último, los chicos de aquellos días le escapábamos a toda mujer que se llamara Gloria. No obstante el juramento final del Himno Nacional, nosotros queríamos seguir viviendo el día que ella muriese.


A buen entededor... / por Gerardo Goldberg