Antología
   Cuentos, poesías y otros de por aquí
 


Iris Perturic Burcio - Autorretrato en mano amiga


Cuentos Hiperbreves / Sudden Fiction / Short Stories / Microficción:


Por Horacio Aranda

¿Qué se ama cuando se ama?

Cuando le preguntaron al filósofo que condiciones debía tener la mujer ideal comenzó a enumerarlas. Cariñosa, simpática, instruida, competente, de carácter firme pero sereno, buena administradora, esposa y madre…No quise seguir escuchando, tuve miedo de perderla.

Enigma de la deseosa

La joven se paró frente al espejo y preguntó:
-¿Dónde puedo encontrar al hombre que me haga feliz?
-¿Qué necesitas para serlo?- contestó el espejo.
-Que sea como yo. La imagen se desprendió del cristal y la tomó del brazo.

Carta del suicida

No tuvo suerte ni en la vida ni en la muerte. Cuando se cansó de los fracasos, decidió irse. Comenzó a escribir cartas de despedida y no tenía a quien enviarlas. Finalmente buscó un arma, la apoyó contra su sien derecha y disparó.
Cuando despertó en el más allá se encontró con compañeros de trabajo, con los jefes que lo habían maltratado y con las novias que lo habían abandonado.

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Por Ana Zamulko

Soledades

Una mujer destocada levita en la oscuridad. Mientras busca una piel cercana, recordante estilete la atraviesa.

Libertad

El tipo camina por la peatonal entre la gente asoleándose. Las bocas de los negocios son flautas susurrantes... consumí... consumí... Esta serpiente está encantada de no desear nada.

Ventanas

Una mirada distraída tropieza con él. Se tornará esperante en el transcurso de los días.
Una tarde cualquiera, la oscuridad del SE ALQUILA.

Antecedentes

Las tropas ocupaban el pueblo. Sabiamente las más viejas escondían las muchachas, la vaca, las gallinas. A causa de esas previsiones mamá se puso de novia con papá veinte años después, en Avellaneda.

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Por Silvia Mabel Vázquez

El Mozo

A esa hora ya le pesaba el cansancio.
Colgó su saco impecablemente blanco en la percha y se puso el abrigo.
La tarde se había enfriado. El sol asomaba tímidamente detrás de los edificios grises.
Por suerte el colectivo llego rápido.
El calor de casa estaba cada vez más cerca.

Fiebre en carnaval

Vuelvo a mi último viaje. Las comparsas destellaban vida. Todos bailaban alrededor soñando futuros luminosos. En el medio de la calle, el niño lloraba desconsolado buscando a su madre. Lo empujaban, lo ignoraban, Corrió hasta el final de la noche y doblando la esquina cayó. Amaneció otro carnaval. Las víctimas poblaban los titulares "Alegría y muerte en Brasil"

Fuerza extraña...

Desperté temprano. No escuché las canciones que entonabas ni bien abrías los ojos. No sentí el perfume del jardín cuando abrías la ventana.
Las fuerzas me abandonaron. Te fuiste. Me dijeron solo, que partiste.
Mi pecho explotó de dolor, sin permiso dejaste mi corazón sobre la cama. Cerraste la puerta y jamás volví a verte.

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Por Silvia Santilli

Sin respuesta

La humedad de sus ojos opacó la mañana. Las gotas del tiempo caían sobre su rostro.
La respuesta se perdió en la nada.

El dolor

Bajo un crepúsculo gris, ahogada por la llamarada del dolor, decidió partir.

La soledad

La soledad empuja sus días. La vida, el vacío y el alcohol aprietan.
Y el otoño lo desnuda.

Huellas

Lo buscó en el universo del silencio y recordó la dulzura de los días serenos cuando temblaba en los latidos de su pecho.

Desnudez

En la desnudez de su cuerpo sentía una soledad melancólica.
La tarde la sorprendía. El tiempo masticaba palabras, una piedra dura para el alma.
La decisión se presentía.

Un minuto

Recorre la verde y desolada pradera. Imagina la claridad del lago. Acaricia la suavidad de una rosa roja.
Piensa: sólo un minuto de luz para mi mariposa sin sueños.

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Por Víctor del Duca

De tablas y bambalinas

Un escenario perlado de estrellas comunica al odio, que existe el amor. Ya no hay barros que me convoquen. Ya no hay sirenas en el fondo del mar. Basta un rasguido para que la música me absuelva y se vista de sangre en esta insomne noche que no me concierne. Mas con rezar no alcanza. La tormenta se avecina sugiriendo al riesgo su patética tempestad. Sé que es un tanto difuso. Admito en esta prosa un dejo de confusión: un abnegado sustento de anarquía. Pero ¿cómo revelar el contenido caprichoso de esta feudal apología de encierro?
Danzo sin parar, por entre las aguas de mi naufragio, solapando novedades; estafando al movimiento con el vuelto de una personificación anclada en el instante.
Pero todo es ayer y nada es hoy y vivir en la armonía del pasado pareciera ser el abrigo que abriga más. Pero no. Ya no hay sitios para mi sagrada constelación. Todo se ha desbordado en escenario. El mundo entero ha rasgado las bambalinas para sólo recordar a lo real que la dramaturgia no es más que un simple error que las venas del globo han maquillado.
Se levanta el telón. Subo al escenario. Chasqueo los dientes. Camino como Chaplín y sin despertar a nadie, muy lentamente, comunico que todo ha terminado.

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Por Julia Mansi

El camino

Todo comenzó al abrir la puerta. El solitario camino se sorprendió al verla, no la esperaba y comenzó a retroceder hasta el abismo. Ella lo siguió. Al alcanzarlo lo abrazó.

Tentar a la muerte

Quiere conocer la noche fría. La soledad de la sala en penumbras, espera.
Se extiende en la cama, cierra los ojos. Una nueva experiencia enfrenta. Junta sus manos, sólo por un momento. No se despertó más.

Venganza

Se despojó de toda su ropa y el calzado. Sobre una silla, crueles herramientas dieron testimonio. El puñal calló.

El crujido del ocaso

La mirada del hombre acaricia el paisaje sumergido en una densa neblina. El canto del zorzal se pierde en la lejanía como los latidos apagados de su corazón. Sentado en su sombra siente el murmullo del silencio. Lo agota. El aroma del ocaso llena su hastío senil.
Sus pasados días tan iguales al presente, recuerdan gritos, tan sólo gritos.
Cruje el hombre como un tronco seco cansado de regarlo en soledad.

La sangre grita

La tierra impregnada por una sustancia rojiza, no absorbe más. Comienza a gotear.
Es la sangre de Abel, grita y se esparce por el Universo. Caín no encuentra un lugar donde reposar su cabeza, quiere volver a nacer sin culpas.

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Por Graciela Busto

Laberinto

Camina. Sus manos empujan con gran fuerza. Sus hombros sienten el envión. Sabe el recorrido. Y el recorrido sabe de él. Toma del camino lo que van dejando. Deja lo que no conviene. Elige lo necesario. Fortalece sus intentos. El cansancio se nota.
La plaza lo llama con sus sonidos y voces. La fuente lo tienta con sus chispas de agua que lo refrescan. Los árboles apantallan el calor que ya aumenta. Todo se torna pesado.
Vuelve, pues el sol cae. Debe renovar sus fuerzas y descansar. La misma plaza lo saluda. La fuente le ofrece sus chispas de agua cansada. Su carga está repleta, el cuerpo lo percibe.
El día ha sido provechoso. Mañana venderá todos los cartones...

Acantilados

Las maletas faltaban del placard. Recalenté el café para despabilar mi mente. No le creí, pero era definitivo. Ni una nota que indicara su destino. Una llamada apresuró mi mañana sin sentido.
Por la noche lo vi en el noticiero. Un auto desbarrancó en los acantilados del camino.

Doble vida

- Estoy angustiada, por tu doble vida.
-¿Doble vida?, preguntó con voz angustiada
- Sí, ¿trabajas por las noches también?
- No es lo que crees...
- Entonces ¿por qué tus manos desalineadas, y ni una sonrisa?
Me esperas con una flor marchita y no hablas de lo nuestro. Sólo miras distante y te vas. ¿Qué debo pensar? Él no contestó, se cubrió con su saco ya transparente, le entregó otra flor, y se marchó.

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Por Ariadna G.

I
Camino hacia vos pero la distancia es mucha. Sólo en un momento te atrapo y te toco con mi ser
y vuelvo. En ese instante te declaro prohibido, y huyo para poder seguir.

II
Mis lágrimas fueron muchas, las heridas por milagro no existen. Yo no las viví, solo pasé por las alegrías y resistí.

III
Cómplices de juventud, él y ella compartieron un afecto sin igual. Hoy se miran, brillan sus ojos, él semeja el olvido .Ella, aún es el recuerdo.
En silencio una vez más, olvido y recuerdo son cómplices.

IV
¿Eras vos? ¿Era yo?
La emoción, el encuentro, las charlas. La ciudad recorrida, la noche, el día
La vida tomó el vuelo, como ese avión que nos llevó a destino.

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Por Juan Arrate

Niña Mula

Se seguía llamando Laura. Era capaz de sonreír mariposas. En la pancita le hallaron un polvo blanco cuando cruzó la frontera. Qué trabajo era ese, decía la gente acomodada a las buenas costumbres y en señal de pánico dejaban la mirada detenida en una suerte de pausa cósmica.
Los señores grises meditaron sobre los peligros de la droga y el alcohol, o de la falta de mano dura
para los que nacen torcidos.
En la cárcel fueron buenos con ella, sólo la manosearon de la cintura para arriba.
Pero Laura, se ocupaba de llorar. Las mariposas se le borraron bajo la triste tormenta de sus ojos. La decencia juzgó. El martillo de la ley golpeó el destino de Laura, entre barrotes de acero desapareció, a la hora en que el mundo cierra sus puertas.

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Por Dolores Fernández

¿Qué ves, cuando me ves?

Esta mañana, he visto a un perro dormir bajo la lluvia. A una mujer, despertar, bajo el techo de una galería comercial, indiferente a las riquezas que muestran sus vidrieras. Ajena al raudo paso de los coches. Vi a las gotas, sollozando, hasta caer en el asfalto. Vi a un niño, prenderse, al pecho generoso de su madre y a ella, colgar la mirada, más allá, de las copas de los añosos árboles, añorando, una casa pequeña y un perro dormido, debajo del alero.
Esa vereda, donde se cobija la miseria, será más tarde, el paso obligado, el rápido ir y venir de otra gente. Los habitantes de la noche, guardarán el colchón y los cartones, en un lugar privado. Extenderán las manos, quizá, alguien deje caer una moneda, para lavar una mínima culpa.
Vi un perro dormir bajo la lluvia y me sentí culpable. Vi el despertar de una madre, y cerré la memoria.

Año nuevo

Hoy di a luz un nuevo año, me corté las venas y dejé caer, doce gotas rojas. Perfectas. Espesas. Una por cada campanada. Una por cada deseo transgresor.
Fue una buena manera, de viajar, ligera de equipaje.

A las Diez en Punto y en ayunas

Esta mañana, a las 10 en punto y en ayunas, dejé retazos de mi amor, en una herrumbrada camilla de un ignoto lugar. Hoy, renuncié a la dicha de contar los deditos de sus pies. Decidí, no sembrar besos. Te condené, me condené a ignorar de qué color eran sus ojos. Te liberé, me liberé, de dar nombre y apellido.
Fue esta mañana, a las 10 en punto y en ayunas.

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Por Luis Elorriaga

Protagonismo

Cuando se negó a representar el papel asignado en la obra no imaginó las consecuencias que aliviarían su vida. Ahora sabía que el papel protagónico le correspondía sin lugar a dudas.

Falsa atracción

Su mirada le infundió temor y un leve temblor recorrió su cuerpo. Cada movimiento de ella era parte de la seducción que lo atrapaba sin que atinara a rebelarse aunque fuera lo que más deseara. Ante aquella ocurrencia del destino opto por proponerle matrimonio. Por supuesto no aceptó la propuesta y se deshizo el misterio que lo perturbaba: la atracción fatal se desvaneció.

Libertad

El cerrojo que impedía abrir la puerta cayó repentinamente. Nadie supo que ocurrió con aquella situación ante la cual muchos se excusaban, otros renegaban y los menos aguardaban con esperanza que sucediera el milagro. Y sucedió que la libertad se presentó así de pronto y manifestó: "aquí estoy, aunque no sé por cuánto tiempo". Y hubo silencio, el silencio de siempre, el silencio ubicuo, el silencio que habla y que al mismo tiempo no dice nada.

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Por Carmen Florentín

Las mujeres y los pantanos

Las mujeres y los pantanos en algo nos parecemos. Sólo dejamos entrar a quienes nosotras queremos. Algunos hombres se pierden y no regresarán jamás con sus queridas esposas.
Otros nos recorren descubriendo un mundo único y maravilloso. Unos cuantos desaparecen y otros tantos, huyen por el temor de quedar atrapados.

Marcha fúnebre de una marioneta

La marcha fúnebre de esa marioneta movilizó a todo el pueblo, siendo muy llamativo su colorido cajón. Su mortaja de color amarillo contrastaba con el color violáceo de su rostro.
Entre sus manos llevaba una carta que nadie se atrevió a leer. Su viuda se reía a carcajadas.
Pobre Mario siempre supimos que era una marioneta de su mujer, pero como nos hacía reír, nadie hizo caso al auxilio de su mirada.

Fiebre de carnaval

Los carnavales de Río siempre tuvieron su fama. No bien llegué me compré ropa diminuta y muy brillante. El posadero, un mulato musculoso, formó con mi piel un marmolado exquisito goloso, que saboreé despacio sabiendo que sería la última vez, cansada ya de que las tortas me caigan pesadas.

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Por Norma Vinciguerra

La puerta

En cuanto entre se lo digo, si no quiere hacerse cargo, lo grito a los cuatro vientos, no me importa, que se entere todo el mundo, no voy a cargar con esto, él también es responsable. Seguro dirá; no es momento, no puedo enfrentar a mi familia, vos sabías de mi condición, tendrías que haberte cuidado, como si el cuidado pasara por mí nada más. No me importa lo que piensen, él puede creer que todo lo calla el dinero. Como aquella vez que quise hablarle a la cara; él ya no te quiere, entendés, me quiere a mí, me detuvo, me sobornó y después me amenazó. Me asustó en verdad, pero ahora es distinto, ahora si desaparezco, no desaparezco sola. Sé que no es real la aparente felicidad que aparece en las revistas. Lo sabe, sabe quién es el yerno, esa vieja que domina a todos porque tiene el poder, sabe que hace tres años que está conmigo, seguro la hija también lo sabe, todos lo saben. Pero llegó mi momento, soy yo quien tiene el poder ahora. Ahí viene, oigo la llave en la cerradura, forcejea, no puede abrir, le abro yo. ¿Pero, sos vos? , lo sabe seguro lo sabe.

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Por Miriam Claudia López

Paso decisivo

La mujer ensimismada en sus pensamientos, mira por la ventana buscando una salida, un soplo de aire fresco. Su figura se dibuja bajo la tenue y fina seda. Se pueden observar sus curvas, imposible determinar el daño de su corazón.
Acaba de…hacer el amor. No sería esa la frase acertada. Desde su lugar puede escuchar los ronquidos de su pareja como una continuidad de insultos. Lo miró con desprecio.
Unos días antes, había llegado a sus manos un número telefónico que guardó como un tesoro, una posibilidad, una salida. Llamó desde un locutorio. Le hablaron de privacidad, de contención. La voz del otro lado del tubo era cálida y amable. Le hizo ver que reconocer el problema y pedir ayuda era el primer paso, aunque el más difícil. Ella lo dio.
Miró hacia atrás. El hombre dormía en el lecho desparramando impunemente su violencia.
Sigilosamente sacó la maleta que tenía preparada desde hacía días. Abrió la puerta de calle y la brisa fresca le acarició el rostro. Cerró y dejó tras el umbral su terrible pasado.

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Por María Alice Mato

A veces es el amor...

Es el otoño y allí están las hojas ocres, rojas, pardas. El viento las pasea por las calles. Son las bufandas de colores que se mecen o se agitan con el caminar de la gente. Se arremolinan los recuerdos de otro otoño, entre las hojas y las bufandas, cuando estabas conmigo.
Ahora, que el otoño está dentro de mi tiempo, ojalá que volvamos a vernos, si no será en otra vida, y que pueda reconocerte con sólo mirarte a los ojos.

Es mi alma, amigo

¿Ud. sintió alguna vez que su alma llora? La mía también, casi siempre me habla, pero algunas veces aúlla, patalea. ¿Sabe? siento que mi cara es la misma, tal vez aprieto un poco los dientes, después, esa sensación que llora y mucho, con tanta pena.
Algún día va a salir por mi boca, por los ojos, por las manos y no voy a poder encerrarla. Escapará de mi cuerpo y buscará lo que necesita, pero tengo miedo que vuelva más triste, más angustiada, peor que ahora.
Ud. me llama cobarde, lo lamento, tengo que calmarla, tengo que decirle que debe ser sensata, que no puedo correr detrás de ella.

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Por María Leone

Elección

Te levantarás una mañana, en armonía. Ya tenías decidido que ese sería el día. Le ofrecerás, con cariño, su desayuno. Lo acompañarás. Te vestirás, arreglarás tus cabellos, el espejo devuelve una agradable imagen. Sonreirás. El, ya dispuesto a salir, se acercará a saludarte, le ayudas a ponerse el abrigo, acomodarás su bufanda y con voz pausada, mirada firme, le dirás: "cuídate, afuera está frío, he retirado de tu portafolio las llaves de la casa y en el automóvil he puesto una valija con algunas de tus cosas. El resto las enviaré al domicilio que me indiques ¿o acaso, al de la calle Florida?". Se irá callado, nada hay para agregar. Lo verás partir, te parecerá que camina erguido, quizás sin peso en sus espaldas, pensarás. Tendrás resuelto llegar más tarde a tu empleo. Te servirás otro café. Tomarás el periódico recién llegado. En tanto lees, la libertad, caerá sobre ti como cuentas doradas. Disfrutarás, al fin, la soledad, a solas.

Paraíso

Ama su luz, que sabe a vida. Penetra su cuerpo, sacia hasta la última gota de su endiablada sangre. Muere en ella para volver al paraíso perdido.

Fuego

Sin buscarse, se encuentran. Su piel, sus pechos invitan a la lujuria plena. La verde mirada de quien esconde el rojo. Son opuestos. No pide nada. Le entregan todo.

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Por Juana Rosa Schuster

Protección

La estrella cayó dentro de la maceta. No te diste cuenta, al mirar el firmamento, que faltaba una. La tomé con delicadeza. Subí a una escalera. Inútil. No llegaba al cielo.
Ya en el tejado, tampoco pudiste. ¿Qué haremos con ella? ¿Dónde la cobijaremos?
Los niños la destrozarían con sus juegos. Podría lastimarse con la margarita del molino de viento. Tuviste una buena idea. La tibia sonrisa se vistió de ternura.
-La guardaremos cerca del almiar donde come Platero.

Ausencia

Hay un hombre que huye mientras atraviesa los muros de mi cuarto.
Es un sueño que me desvela con persistencia tenaz. No le veo el rostro pero lo conozco bien. Se va cuando abro los párpados y me ahogo en el silencio que hamaca un pasado pleno de recuerdos. Sé que lo amé hasta el delirio.
Arrastro mi sed de encontrarlo. Él lo sabe. Por eso escapa en cuanto me despierto.

Desde la ventana

Soy una mujer iraní. Contemplo el Río Shivan, siempre adormecido, muy idéntico a él mismo. Envidio a las mariposas que vuelan desnudas y muestran sus colores.
El "chador" me produce mucho calor. Mi visión está en dificultades y comienzo a ver las cosas borrosas.
Del sótano del alma nace la pregunta: -¿Por qué nací mujer?
No se me permite comer con los hombres. Vivo en un cono de temores.
Mi abuela atenderá mi parto. Debo sostenerme con fuerza a los barrotes de la cama y pujar cuando llegue el momento, sin emitir un grito, eso alteraría a los hombres.
Éstas son las cartas que me han tocado.
-¿Qué haré si es una niña? La ventana, compañera de mis noches sin estrellas, testigo de mi destino. Fiel amiga, me deja ver el río y me permitirá entrar en él.

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Por Analía Spataro

Alto Vuelo

Sentí a las nubes rozar mi cara, con mis dedos podía tocar las copas de los árboles…
Tengo alas, que aligeran los pesos que me atan a esta tierra. Despego. Huelo el exquisito perfume de las nubes que acarician mis mejillas.
Soy libre, etérea. Me encuentro con gente conocida que hace tiempo que no veía, conversamos, reímos, nos abrazamos. Me despido de ellos con profundo amor y emoción. Despliego mis alas, pero el viaje no sigue.

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Por Edith Migliaro

Sandro Boticelli

Posa, simple y ajena a la relevancia del papel que debe representar, una muchacha con un niño en brazos, sentada en un pedestal que asemeja un rincón de la nave de una iglesia, a su lado cuatro niños, ángeles custodios. Más abajo, sobre el piso, formando dos grupos de tres personas, su corte.
En el extremo más alejado una mujer, quizás la madre del niño, expectante y atenta observa; en el otro extremo un soldado con figura y rasgos femeninos, la ternura de la fuerza o la debilidad de las armas. En medio de cada grupo dos hombres mayores con barbas blancas simbolización de experiencia y sabiduría, cardenales u obispos, con los ojos cerrados rezando, meditando o abstrayéndose del mundo terrenal. A la derecha de la virgen el más cercano vigilante y soberbio, mirando por encima de los demás, el rey. Y a la izquierda enjutado, triste o abatido observando todo, un pensador. La fe, lo celestial, el poder, las armas, el amor maternal, la indiferencia y la reflexión.
¿Un cuadro religioso o una postal de la sociedad?


La puerta y la mujer

Un obstáculo que impedía seguir su camino. Pero encontró la manera de sortearlo, no sin gran esfuerzo. Tendría por delante más obstáculos.

Una vuelta por la vida

Como en los asientos de una calesita, cada uno de nosotros ocupamos el lugar escogido y rodeados por el destino, creemos dominarlo. Distraídos por la música creemos avanzar, el viento que produce nuestro propio movimiento nos asusta y nos sentimos amenazados por la naturaleza, que sólo nos acompaña. Y al final de la vuelta, nos encontramos en el mismo punto de partida.

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Por Rodrigo Moral

El perfume iba aferrado de su cuello y tenía órdenes de delatarse sólo ante su mujer.

La muñeca dejó las tijeras ensangrentadas y bebió de la mamadera aún tibia.

"Dios es el único que me ha dado trabajo", se tituló la famosa entrevista con el Diablo.

Dentro de mil años todos los hombres seremos del mismo color, como el del sambayón, y todo gracias a la nunca bien ponderada promiscuidad.

Quema de libros

Con el frío metal sobre la sien apretó el gatillo. Es que tenía la convicción que de allí en más sería la única manera de esparcir sus ideas.

A través del espejo la adivina leyó en la borra de café que aquel hombre sería su asesino. Así que le propuso otra entrevista. Esta vez envenenó la taza. Mientras el hombre tiritaba en el suelo, leyó la nueva borra de café: decía lo mismo, solo que esta vez no la había leído a través del espejo.

Fin de la guerra

Tiraron los palos, luego las pistolas y, finalmente, la bomba.

Pescado podrido

Dejó de comer. El diario le sabía raro.

I
Cuando le hablé al cuento este me respondió. Cuando intenté con el relato solo escuché el eco de mi voz.

II
El niño discutió con el anciano hasta que lo convirtió en esqueleto y se fue a trabajar.

Recursos naturales

Se acabó el café de todos los bares y el mundo seguía sin arreglar.

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Por Marta Rosa Mutti

Monstruos

-Ya no hay ningún monstruo vivo, - dijo el aprendiz de sabio a su maestro, luego de que Teseo acabara con el Minotauro.
- Te equivocas - respondió el anciano, y antes de que viniese la pregunta apuró la respuesta: - siempre estarán los hombres.

Paralelos

De ella dicen que es el Hades. De él, que es el Paraíso.
Ella siempre que puede araña los bordes del abismo para salir.
Él, no deja de mirar hacia las profundidades.

De los sacrificios por comer

Cierto emperador debía su fama singular a su voracidad. Llegó al punto de sacrificar esclavos, ofrecerlos a sus invitados y degustarlos como manjares en sus banquetes. Un día pasó la lengua con fruición sobre su brazo porque le picaba. El brillo ominoso que se reflejó en los ojos de los comensales, lo hizo decidirse y se suicidó.

Los niños

Aquel día nacieron dos niños. Uno hijo de una virgen y un carpintero. Otro de una reina y un incubo. Herodes y los guardianes del Alba sólo sabían de uno porque en el cielo del infierno las estrellas no alumbran.

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Por Patricia Moltedo

I
La tarde caía, y entonces le dije: "¿escuchás?, el tren estremece la casa"
Primero lo escuchó, era como un ligero canto, como ese cuando las hamacas quedan solas con el viento. Un ir y venir. Entonces, se animó, y miró...Y en la oscuridad de la noche negra, no vio nada.

II
Imaginó la llamada, guardó el celular, corrió hacia la ventana, y la vio volar.

III
Se decía: "seré exitosa, saldré en los diarios", iba por el puente, el sol iluminó luego, el chasis del coche...

IV
Triunfaré o me matarán en un asalto, contestó el pequeño cuando le preguntaron qué planes tenía para más adelante.

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Luis Castro - La banda tricolor


Relatos:


Por Claudia Guala

Sin destino

Vuelvo a casa luego de una jornada normal y cansadora de mi trabajo. Mi auto es chico y conozco el camino, no voy despacio, aprovecho que conozco el barrio. Tengo que hacer unas compras mínimas, y nada más, ya me puedo encerrar tranquila y ver cómo me entretengo hasta la hora de volver a empezar, después de un tramo.
Me llega un texto con el mensaje: "ojo con los días grises, alientan a los tristes e incitan a los suicidas". Es de mi amigo el loco Willi, que quiere ser escritor, o algo de eso, y cuando se le ocurre algo, me lo manda. Seguro que está medio depre, entonces piensa ese tipo de cosas. O tal vez ayer se haya embriagado de nuevo, y la resaca y todo eso le provoca esas salidas. Falta poco para llegar a casa, no le contesto. Tomo por Chivilcoy, y me encuentro con la barrera baja (otra vez tengo una especie de desafío con ella, si las barreras), y un caos de tránsito. Algo pasó. Por fin la atravieso, escucho al policía con su radio: "accidente fatal, masculino, joven, cercano estación Villa del Parque". Llego a casa, mensaje a Willi, no contesta.
Cada mañana quiere volver a creer en algo, y una nueva ilusión se destiñe frente a él. Prepara sus cosas y sale, la noche fue muy difícil, el día vuelve a darle otra oportunidad, quizás.Mi casa está un poco desordenada, comienzo con la tarea y también con la cena, cocinar es terapéutico para mí.
Willi, vuelve a llamar:
- ¿Qué tal flaca hoy?
- Yo bien, suerte que no era un día gris para mí.
- ¡Viste cómo estamos! Estoy por mi segunda cerveza. Sólo compré dos.
- ¿Y tu hígado?
- No sé. Creo que sigue ahí, en el costado derecho del cuerpo. No estamos bien. ¿Qué novedad no?, tengo que cuidarme.
Pienso mientras casi no lo escucho, que el destino se provoca. Intento creerle porque siento, algo digamos diferente por él. Pero como podría si hasta veces descreo de mí misma. El diálogo entra en un cono de sombras.
- Seguí con tu tarea niña, yo sigo por aquí. Corta
No tan lejos o muy cerca cartones mojados y desparramados por ahí, sin nombre, sin documentos. ¿Alguien esperaría por él? o por un par de monedas que hagan ese día diferente. No lo sé.
La mugre está en otras almas, las que no esperan a nadie…Vuelve Willi a llamar
- Sigo mal y ya no tengo que tomar
- Esto no lo podes hacer sin mí. Esperame. Voy.

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Por Sandra Laino

Cuando la veas

Hace tiempo me creí afortunada y lo llamé felicidad. Sin embargo hoy creo que se trata de purgar condena, una red finamente hilada a lo largo de los años.
Lo pienso un caballo, no un caballito del diablo, un caballo árabe, fuerte, salvaje. Una fiera de pura sangre, ágil, esbelta, un potro que arrastra el viento como un velo de novia en su hocico húmedo de vida. No cualquiera, mi Rocinante. Una pieza clave del tablero cuadriculado. El gigantesco caballo de madera, ardiendo en alguna ciudad perdida.
Lo siento a mis espaldas, respirando, oliendo cada centímetro de carne fresca. Felino macho, cruel y despiadado. El gran tigre de vientre blanco, carnicero, sanguinario, cubierta su lengua de espuma que relame el paladar. Magnifica bestia, ojos de tigre que pintan la espesura de la noche, al acecho, con la calma sepulturera de quien solo cava el hoyo. Hoy toca a mi puerta, al fin puedo verlo. Cuello largo y flexible, de cisne blanco. Impecable postura, de sutil delicadeza. Cisne de Mantua, ciudad de lagos, que canta por última vez en absoluto acorde con la naturaleza. Inimitable. Belleza en plenitud de mirada ajena y peligrosa estirpe. Te hago caso y te sigo en obsceno éxtasis hasta las puertas. En el espejo asoma de tu plumaje una ostentosa cola de zorro. Ya es la hora. Oigo a los ángeles reírse como hienas.

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Por Daniel R. García

P a n c h o

Se lo puede ver deambulando por ambas veredas del seiscientos de Directorio, nunca por el quinientos o el setecientos, vaya a saber por qué, siempre el seiscientos.
Allí transita con su porte semi altivo, semi aristocrático, semi digno, siendo culpable de los "semi", la catinga que lo precede y antecede.
Respetuoso de las luces espera su verde y cruza, mirando con auténtica superioridad, la hilera de coches que aguardan, acelerando, continuar con su apuro.
Así, una y otra vez recorre pares e impares, durante todo el día, sin motivo aparente.
Se sabe donde pernocta pero no donde vive, subsiste de algunos mecenas que lo protegen, él, con regularidad de cronómetro, los visita:
Medio día: la parrillita del Tano.
Media tarde: la panadería de Riglos.
Nochecita (cerca de la hora de cierre): la carnicería de Ricardo.
En todos, se para en la entrada mirando hacia el interior, sin hacer un solo gesto, quieto, muy quieto, esperando pacientemente que noten su Real presencia y le sea entregada su cuota de alimento, retirándose sin siquiera dar las gracias.
A todos nos conoce y a ninguno nos da ni cinco de corte. Todos algo le decimos al cruzarlo. Toto, el sereno del garaje al lado de los fletes, es su único contacto social, pudiendo pasar horas sin darse corte o jugando constantemente.
Pancho, a pesar de su personalidad migratoria, tuvo el mágico Don de entrar en el corazón de todos. Perdón… no todos…
Oscar, el dueño del kiosco al lado de la parrillita del Tano, lo quiere matar, Pancho, cada vez que pasa frente a su negocio se detiene, levanta la pata, y le mea una bicicleta que tiene en venta en la vereda.

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Por Silvia Ferrante

Niebla

La niebla había puesto nervioso a todo el pasaje del micro. Murmullos, inquietud. Un estremecimiento terco y reservado. Cuando escuché el estallido apreté fuertemente los ojos, cuando los abrí, ya nada era igual.

Viajábamos de noche contra mi voluntad. Odiaba viajar de noche. Germán se había encaprichado. Para peor la niebla no permitía ver más allá de veinte metros. Cuando las luces me encandilaron apreté los ojos, cuando los abrí, todo había cambiado.

Me debería haber quedado en la estación de servicio y descansar. Estaba muy cansado, había manejado más horas de lo que podía, pero había que cumplir con la entrega y la niebla demoraba el viaje. Cuando los vi, apreté los dientes y pisé a fondo el freno…

No abro los ojos, no puedo. La neblina se ha filtrado dentro de mí. Siento todo mi cuerpo invadido por una bruma algodonosa. No me responden los brazos, ni las piernas… Las voces, desconocidas. Creo que me ordenan, que me piden que haga algo que no soy capaz, que no comprendo. Las otras voces, las que siento reconocer, me hablan de cosas que quisiera recordar pero una confusión enorme me invade, me detiene… Se repite la misma imagen, la última, ¿la primera? La única que veo con claridad, repetidamente una y otra vez. Entonces aprieto fuertemente los ojos. Quiero abrirlos…, no puedo…, no puedo…, todo sigue igual.

Abro los ojos, y la realidad me vence. Quisiera detener los relojes, el giro de la tierra, las risas, los recuerdos, todo un minuto antes de aquel momento. Un minuto antes de ceder al capricho de Germán. Un minuto antes de las luces, un instante antes de… Quisiera cerrar los ojos y al abrirlos encontrarme liberada de esta bruma que ha penetrado mi alma condenándome a su ausencia y a esta silla de ruedas. Pero los abro. Los abro y nada cambia.

Aprieto los ojos y vuelvo a verlos. La neblina se disipa y vuelvo a verlos. Aprieto los dientes y el freno... La niebla fría penetra mis sentidos, mi corazón y allí permanece perpetua, intolerable. Sueño, y en el sueño un vapor espeso me impide reaccionar. Aprieto los dientes y mi pie se hunde en un pedal dilatado, sin fondo y entonces el estruendo, el humo, los gritos...
En sueños o despierto siempre aprieto los dientes y piso a fondo el pedal, pero no freno, no freno, no…, no…

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Por José Manuel Ortega

Es que se ha hecho de noche

María. Tiene sólo cuatro años. Es inquieta como toda criatura de su edad. La madre cansada de limpiar sillas, paredes, acolchados, decidió inscribirla en un taller de arte, pues para la pequeña, cualquier superficie libre era motivo para dar rienda suelta a su imaginación con crayones, fibras, lápices. A los pocos días, la profesora observaba como María, sobre una hoja de color celeste, dibujaba atentamente, con un lápiz circunferencias, para luego completarlas con distintos colores. Así transcurrió la clase. Ese día María, no recorrió las mesas del salón observando la tarea realizadas por los otros niños. Al día siguiente, la maestra luego de leer un cuento, pidió a los alumnos que lo ilustren. María, con igual seriedad que el día anterior, prosiguió con la hoja celeste, pero completando con cuidado cada círculo, respetando cuidadosamente los bordes. Su "seño", cada tanto pasaba y observaba de reojo, como la pequeña completaba los círculos con amarillo, naranja, verde, azul, violeta…hasta terminar los catorce que había dibujado.
Tomando la hoja con sumo cuidado se dirigió a su maestra, y sólo le dijo:
-Seño, terminé, ahora iré a dibujar el cuento de los patos, ¿eran seis, verdad?, y se retiró a su mesa de trabajo.
Asombrada, por el esmero en que ninguna rayita saliera de los entornos; la maestra se retiró del salón, dejando a su auxiliar, y regresó con la Directora del Taller.
Luego de recorrer el salón, la docente acompañada por la Directora, se dirigieron a la mesa que ocupaba María, a la que le solicitó ver el dibujo.
María, le extendió una hoja toda pintada de negro. Asombrada su maestra le dijo:
-¡María esa no es!
-Sí, lo es Seño, repuso la niña sin inmutarse.
-No. María, mostrale a la Señorita Directora, ese tan lindo, que terminaste hoy, hace un ratito.
-¡Ah, el de los globos en el cielo!
Es éste señorita…
-María, ese no es, - con tono de enfado le repuso su maestra.
-Si Señorita, ahí están, lo que pasa es que se ha hecho de noche…

"Así como la noche no nos permite ver cosas hermosas, no dejes que tu enfado te haga ver la situación más fácil…, complicada"

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Por Teresa del Valle Baruzzi

Juanchi

Todo comenzó de la manera más extraña que podríamos imaginar, las mejillas me ardían, como si la fiebre abrazara mi piel, pero no…, era de la euforia que sentía, bajo el hechizo embriagador de ésa música extraña que llegaba a mis oídos. Mi hijo jugaba con su perro, lanudo de ojos vivaces, encantador, saltarín, que sobresalía por su collar y ahora, en este instante de un brillo poco usual. Me sentía cómoda al saber que hoy sería un día hermoso, pero algo en mí me hacía sentir algo inquieta, diría expectante, volví a mirar a mi hijo y a su perro de golpe una fuerza desconocida me aplastaba contra la hiedra del cerco al mismo tiempo que una masa corpórea, bajaba hasta el lugar donde saltaba feliz Juanchi sacudiendo sus largas orejas brillantes como nunca. No podía creer lo que mis ojos veían. Todo era tan veloz como bajar del último tobogán de la montaña rusa. L a música desbordaba, estaba más alocada, contagiosa y estridente, no alcanzaba a observar lo que pasaba en el collar, ahora más brillante y hermoso, dispersando millones de puntos y esferitas de colores. Me dieron ganas de componerme y bailar, hasta caer rendida, porque todo era muy raro, de pronto nos sentimos más vitales, con mucha energía, era como si la luz al descomponerse enhebraba mil colores, cálidos, perceptibles. Mi perro había alcanzado el éxtasis, mi hijo sostenía la más bella sonrisa, jamás vista, yo caminaba de prisa, para llegar a Juanchi, todo mi ser palpitaba, los latidos de mi corazón explotaban de emoción. "El Collar" "El Collar", desaté el mismo en un instante había un mensaje en él, a medida que desenvolvía el rollo pequeño, de un papel como si fuera seda, el mensaje decía: Devuelvan el perro de donde vino "y el resto del mensaje se borraba lentamente, al contacto con el aire sin permitirme leer el resto del mismo.
Quedé atónita, no podía emitir palabra, ¿quién pudo haber puesto ese mensaje y cuando…? y ¿cuánto tiempo estuvo allí…? sin habernos percatado de ello, de su existencia. La luz, sólo la luz brillaba, hasta más no poder.

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Por Olga Tasca

Amanecer

Llegaron las vacaciones. Julia y sus padres acomodaron el equipaje y una caja que ella preparó en el baúl del auto. Llevaba también un cachorro ovejero alemán para regalarle a su amiga Mariela y partieron hacia las sierras. Quería que el cachorro ayudara a Mariela en su trabajo diario; cuidar sus ovejas y organizar el rebaño para que ninguna se perdiera. Sin inconvenientes en el viaje llegaron a destino.
Se encontraron las dos amigas, Mariela, muy contenta con el regalo, le pide que la ayude a ponerle un nombre al cachorro. Deciden bautizarlo con el nombre de Sultán.
Deciden salir bien temprano al día siguiente y ver el amanecer como era su costumbre. Van con las ovejas y Sultán. Julia lleva consigo la caja que había traído en el auto. Sultán es quien se encarga de las ovejas. Julia y Mariela, saltan y juegan entre las piedras. Mariela intenta enseñarle a Julia a saltar con las dos piernas hacia delante pero Julia no lo consigue.
Los pájaros, revolotean a su alrededor y alegran con sus cantos el paisaje. Mariela los imita, gorjea y trina a la par de ellos, le dice entonces a Julia que sueña con ser cantante. Julia aprovecha ese momento para abrir la caja que traía y le muestra a Mariela lo que hay en su interior. Una especie de arco de fútbol en miniatura. Dos palos verticales y un travesaño del travesaño cuelgan siete botellas con distinta cantidad de agua separadas entre sí por distancias iguales. Julia clavó los palos en el suelo y con una vara comenzó a percutir las botellas poniéndole música al canto de los pájaros de Mariela y le confiesa a su amiga que quiere ser pianista y compositora.
Las vacaciones llegaron a su fin y las amigas se prometen un encuentro.
Pasaron los años, Julia ganó un concurso de composición y canto y recibió el premio el teatro Colón.
Fiel a su costumbre y descansando de una gira de conciertos por distintos lugares paseaba todos los días, muy temprano, por la playa viendo el amanecer. En esos paseos veía entre las rocas a una joven que también esperaba el amanecer, luego tomaba sol y finalmente se iba. El último día de su descanso vio que la joven se retiraba saltando entre las rocas con las dos piernas para adelante, alejándose rápidamente.
De regreso al hotel donde se alojaba preguntó al conserje por la joven. "Una cantante famosa" "Se marchó" "Debuta esta noche en el Colón" La respuesta no se demoró, Julia tampoco, preparó su equipaje y partió de inmediato. Tenía que buscar una caja y preparar el mejor acompañamiento.

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Por Renée Rodríguez

"Y fuiste tú, el capullo del Señor"

Ven, siéntate en mi regazo, pon tus manitas entre las mías, te contaré un cuento.
Había una vez dos chicos jóvenes, radiantes, hermosos que se enamoraron y ¡colorín colorado se casaron! Desde el primer día comenzaron a esperar el milagro de la creación…Pero, no llegaba.
Y, colorín colorado la dulce niña de ojos muy grandes, muy verdes y soñadores comenzó a mirar con ojos partidos, tristes y empañados…Y el mozo gallardo, bromista , y alegre que a todo ponía nota de alegría, se tornó adusto y pensativo...Y colorado colorín un día el médico dijo: -No, no, nunca llegará, esto no se da... Y la niña bella, lloraba por todo…por la vecinita de panza radiante, por la compañera que compra otra vez y qué no decirte, mi dulce muñeco, por aquella impía que no lo quiso tener.
Y pasaron largos días de trámites grises, de casa perfecta, donde todo estaba donde debe estar, todo se cumplía en ritmos parejos, todo estaba denso, no se preguntaba, pues nadie quería urgir en la llaga. Y, colorado colorín, un día en que el Señor recorría sus verdes prados, sus bellos y perfumados jardines, tomó un prieto botón de rosa, lo llevó hasta su rostro, aspiró y con los ojos cerrados le dijo: Tú serás, tu misión será encender la vida, prender las sonrisas, soltar las campanas y penetrar en el alma de los que te esperan convertido en niño. ¡Alegra ese mundo, que cerrado y silencioso no mueve las cosas para invitar al milagro! Sé el rezo convertido en niño, sé el deseo de la proyección convertido en hijo...
Y llegó… con dos meses bajo sus bracitos. Y de los ojos de la niña saltaron brillantes estrellas, se abrieron sus brazos y la carcajada sonora y abierta quebró la tristeza. Su mundo perfecto tambaleó ante la quinta esencia y así volvió a renacer el milagro del Señor y del amor.
Y el joven pensativo, se mudó en padre serio, y sacó seguros, y cambió estructuras y fue el dulce corcel del jinete que lo conducía a donde él quería. Y el niño, que ya es grandecito, invadió los cuartos, llegó al comedor, subió a la azotea, los perros mimó, y en la galería, implantó la hamaca junto al tobogán. Y la vida sigue radiante y hermosa, junto a los abuelos, tíos y demás.
Y colorín colorado el niño se sabe amado, útil, imprescindible.
Que no empañe nunca el porqué del abandono el dulce misterio de la maternidad, que escogida está en algunas mujeres y negadas en otras está. Tal vez, nunca este cuento te cuente, mi dulce nietito que no tienes mi sangre, pero tienes mi alma.
Colorado colorín brotaste en el sentir y en el seso de este hombre que hoy en andas te lleva por doquier con orgullo y placer. Tal vez hoy no lo comprendas, pasarán años sin fin. Y eres y serás el amor buscado, en el hombre de bien que todos forjamos.
El milagro de tus padres, explicarán el amor, cuando la semilla se transforme en flor.
Y colorado, colorado este es tu territorio, Lautaro, Delfín…

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