Misceláneas
  
 

 

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Estaba tan emocionada, que no podía creerlo, allí, mirando el mar, sentado sobre una enorme piedra, lo vi. Revolví mi bolso buscando el celular y solo encontré el pequeño grabador. Discúlpenme que no haya fotografías en esta nota, no sé si él me habría permitido sacarlas. Pero les transcribo la entrevista íntegra, ustedes si quieren, pueden hacer un dibujo de aquel famoso personaje de Grecia. Los lugareños me habían dicho, que parecía un poco ido, pero que algunas veces contestaba lógicamente, otras sonreía y sin respuesta volvía su vista a los enigmáticos vaivenes de las olas. Le pregunté si podía hacerle algunas preguntas y me ofreció un lugar a su lado:
-¿Tú eres el héroe de la Odisea?
-No, soy solamente el sobreviviente de la Odisea
-¿Me podrías decir tu nombre?
-Llámame Ulises
-¿Cuántos años tienes?
-Sesenta.
-Tú eres un hombre famoso, ¿te sientes feliz de tus hazañas conocidas en el mundo entero? ¿Cómo has vivido todas esas sensaciones?
-Yo no soy feliz, Homero escribió una historia que terminó cuando yo volvía a la patria, a la dignidad de un hombre de familia. Hoy, en realidad soy otro.
-Pero, tú retornaste como un vencedor...
-Te repito, no soy el mismo hombre de la lucha de Troya, No soy el hombre de ninguna de aquellas epopeyas vividas largamente en el viaje de vuelta.
- ¿Puedes explicarte mejor?
- Me fui de casa siendo apenas un muchacho, dejé mujer y un pequeño hijo. Creí que volvería en poco tiempo. En ese entonces yo era despreocupado, divertido, a veces tenía fuerza y otras, astucia, era tanto un zorro, un lobo o un león.
Poco después supe que el tiempo de la guerra no dependía de mí. Descubrí que muchas personas, mis compañeros mas amados, estaban muertos. La muerte no era un juego de niños y la guerra el juego donde se pierde la vida.
Pude percibir el olor de la sangre, escuchar los gritos de los heridos, he visto la carne cortada esparcida por todos lados, la noche y el día teñirse de rojo.
He visto a los hombres caer, sin saber yo mismo, cuando llegaría mi hora, y de quién dependía esa elección.
Después ocurrió aquello del conocido caballo de madera, que me dio la borrachera de la victoria. Sentí que todo era mío, era otro hombre, un vencedor, rico, famoso, como me has dicho hace un instante.
Pensaba que volvería en pocos días a casa, como un dios. Me creí omnipotente, los dioses me había elegido para dar testimonio del triunfo.
A poco de comenzar el retorno, me di cuenta que yo era nadie, nada, menos que Ulises.
-¿Dime de qué estás hablando, o tal vez de....?
- Entre otras fueron las desventuras regaladas por Poseidón. Por ejemplo la consecuencia de la ceguera de Ciclope, la desgracia quiso que él tuviera un solo ojo, en vez de ciego lo habría dejado tuerto. Entonces Poseidón no habría tomado venganza.
Debo reconocer que, en aquel preciso momento y cuando la situación era realmente crítica me hubiera entregado y muerto…pero ¡Gracias Atenas! Ella me permitió reponerme.
- ¿Cuál de las situaciones vividas te parecieron más ventajosas?
- El romance con Circe, la recuerdo tanto...Ella era una diosa y yo era un hombre inexperto, digamos me faltaba la práctica, y con ella.... aprendí verdaderamente.
Después en casa, con mi mujer, la dulce Penélope, he tratado de enseñarle, pero la pobre no pudo aprender mucho, siempre con ese mal carácter, enfurecida a veces, especialmente a la hora de las prácticas, no obstante mi legítimo interés en hacerla feliz. Me aconsejaron que tratara de hacer terapia, apoyo psicológico, pero fue inútil. Claro, estamos hablando de una mujer de cincuenta y no se pudo hacer milagros. Ya para entonces Atenas, miraba para otro lado. También tuve problemas con Telémaco, un muchacho que parecía un hijo maduro, poco después de mi regreso comenzó con sus lamentaciones, que se había sentido huérfano de padre, que siempre estaba solo, que no tenía coraje... En fin sus traumas, fueron tantos que no puedo contar los problemas a los que nos arrastró en nuestra vida familiar, social y real. También fue a terapia y aún hoy dice que no puede elegir a una esposa, ni hacer ningún trabajo, al decir del psicoterapeuta, es el hijo conflictivo del abandono.
De los demás, ya lo conoces, puedo hablarte de mi padre, muerto un año después de mi retorno. En cuanto ceñí mi corona, para ser el Señor del Palacio, él me planteó que se sentía triste y regresó al campo con sus sirvientes, cuando lo visitaba me decía que estaba cansado. La melancolía y la vejez lo vencieron. No lo sé, hasta hoy lo extraño.
-¿Cómo es tu vida, hoy?
-Te lo dije al comienzo, no soy feliz, no pude encontrar mi lugar, aquel que imaginaba. La patria cada tanto me pide que justifique las muertes que ocasioné.
Puedes verlo, soy parte de un cuento, de una novela, pero la vida es otra cosa.
Asentí con un gesto, le agradecí la nota y lo dejé contemplando el Mediterráneo, me marché despacio.


Ulises, años después / por María Alice Mato