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Antología - Poesía narrada / Relato poético

C.Cárdenas -S.Santilli -C.Guala - H.Trezza - V.Ibarra - J-Schuster - A.Zamulko
A.Merel - C.Florentín Cabrera - T.Wansidler - J.Mansi - B.Fernández Vila
C.Vázquez - I.Perturic - D.Fernández - M.Leone - N.Vinciguerra - P.Moltedo
E.Migliaro - M.Mutti - G.García - T.Baruzzi - S.Novas - S.Seleio
A.Ferrante - V.Del Duca - O.Tasca - E.Giménez Toscanini - A.Fortunato
C.Cabrejos - M.Cañete - M.D´Angelo

 

María Del Carmen Cárdenas

Osvaldo Montone

Carta desde la última trinchera

Sabés, Marina, creo que esta noche desolada intentaré escribir mi último poema.
Plegaré después la hoja en cuatro partes y como es de mi práctica, la arrumbaré entre las páginas de algún libro cualquiera o en mi mochila gastada.
(Ya todas mis banderas quedaron resignadas en el campo de batalla). Estoy acorralado entre paredes de fango y tengo mucho miedo, y tengo mucho frío, y no tengo veinte años como allá, en Bahía. Enciendan las estrellas. Son muchas las historias que cargo en mis espaldas y vos sabés, Marina, que no son todas mías; que duelen en mis ojos las miradas tristes; que por mi cuerpo escurren las lágrimas ajenas.
Y vos sabés, Marina que nunca me fue fácil desentrañar mi llanto ni compartir mis gritos con oídos extraños. Ahora estoy cansado. El látigo y las piedras me fueron despojando de todas mis corazas.
Ellos dicen que es bueno, que me rescatarán, entonces; que me darán pan y agua y una cama abrigada; a cambio, aborto el alma, suicido rebeldías, los laberintos diarios, las palabras que callo, la caricia de mis manos, y mis ahogados abrazos.
¿Sabés, Marina? Te cuento: hace un instante llegaron mis fantasmas cotidianos; una me hizo el amor, la otra me enseñó de rimas, el otro arrulló mis sueños, y el otro me contagió risas.
Pero ninguno de ellos quiso darme las respuestas.
Decime Marina, entonces, ¿qué hago yo en este último zanjón, atrincherado?
¿Renegar de aquellos versos? ¿Desconocer mis recuerdos? O quedarme sin memoria de lo que me fuera dado y encender el cigarrillo puesto en el atado, para fumar muy despacio hasta mi último sueño. Después, Marina, no importa, que marquen otros mis tiempos, que calcen otros mis botas, que midan otros mi cuerpo.
Sabés, Marina, da igual. Porque yo, seré cenizas, y los otros, serán viento.

 

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Silvia Santilli

Ayer…Hoy
Ayer tu ilusión era más alta que este cielo. Envolvía tu cuerpo, te despertaba cada mañana y te invitaba a soñar, ¿te acordás?
Hoy el rencor cubre tu mirada y sientes el frío del espacio
Sin rumbo por el mundo vagas en los sonidos del silencio sin esa esperanza que algún atardecer, fue un rayo de luz.
Ciego tu corazón, sin aliento, en agonía negándose a compartir ese dolor que cambió el tablero de tu vida, no queriendo aceptar que el camino es largo.
Dejaste entrar la ceguera a tu alma; te meces en un manto sin luz, matando tus sueños.

 

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antologia

Claudia Guala

Dibujos Oníricos

Liberó el acústico sonido de sus entrañas antes de caer en el abismo de la nostalgia.
Soltó aquella presión de ancestros inquietos. Rigurosa flojedad de las palabras que punzaron la sensibilidad de lo inoportuno. Intenta desbloquear las barreras que agonizan allí, sin poder elevarse.
Despertó del largo sueño. Hundió sus dedos en la carne, allí frente al océano que le devolvía el azul intenso a sus huesos cristalinos, reflejados en la pared verde del cuarto. Perfume a jazmines amarillentos. Vuelta y más vueltas hasta caer, en clavado en el hueco del jardín del vecino, el desequilibrado de mirada obsecuente. ¡Está loco! piensa, mientras se sacude el pasto de sus brazos y piernas.
Ríe frente al espejo, mientras sus sueños pasan en caravana por detrás. Vuelve a reír, se pliega el tiempo en la piel, desborda lo que inquieta. Inconsciente en la otra vereda la vida es una fiesta congelada.
Sin respiro, corre por el pasillo atestado de almas, la entrada ya está bloqueada y las sabanas huelen a flores silvestres.
Cualquier día podría regresar. Ya no. Rigurosos motivos lo aturdían en el laberinto de la noche. El océano inundó su cama y sus sentidos. El metal brilló más que nunca y los tambores volvieron a latir.

 

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Paola Baruque - Lolipop

Hilda Trezza

Cristales

Tu risa irónica se levanta en el silencio…. Estoy perdida, cansada de decirte:
Tu corazón frío, indiferente.
Agrego una hoja más al libro que encierra mi memoria y pienso que cada una de ellas se vuelve cada vez más amarilla, resquebrajada, polvorienta.
Ahora me sucede.
No me importa tu silencio, entro al mundo turbio de un sueño.
En él no veo ni quiero tu figura, de pronto te escucho nuevamente.
Debes hacer lo que yo quiera. Sentí tu cuerpo sudoroso, escuchaba desde lejos palabras humillantes, lujuriosas, viscerales.
Ordeno mis silencios… de pronto desato las palabras necesarias.
Arrodillado al borde de mi alma juntas los fragmentos de mi risa que se clavaron como cristales en tu agonía.

 

 

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Vanesa Ibarra

La espera

¡Corre veloz, audaz penumbra!, llevando en su montura a valiente caballero; ¿a quién pertenece tu sueño? y ¿a quién el destino de tus pasos? Portas feroz, la espada victimaria; aunque más temeraria es la templanza que embestida enfrenta, la cruel batalla. ¡Lloras tu amargura mi Lady, en tu lecho solitaria!, por aquel noble caballero cuando se despidió una mañana. ¡Descolorida belleza, nada seduce a tu encanto! ni la lira, ni la prosa que con humildad os canto. Cuando en noches la calma abraza, ambas almas se conectan; él susurra que la extraña y ella reza que lo espera. ¡Calla, calla, lividez etérea!, ¿o acaso no confiáis que los santos lo atraerán a tus brazos, sano y salvo de la guerra? Y sucedió un día cualquiera, tan especial como otro; que la guerra como vino se marchó recelosa. Y de la mano podéis verlos, cosechando mil amores porque cuando es verdadero, todo conspirará en su nombre.

 

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Juana Rosa Schuster

Antologia - Avatares letras

Eso Dicen

Uno ve miles de cosas cuando no va a ninguna parte. Así contemplé yo pasar la vida durante cien años. Las casas mutaron, el progreso abarcó todo.
Fui el patriarca de esta placita, poblado de hojas, vestido de pichones. Se olvidan que en la pizarra de las nubes, dibujé caricias. La idea de eternidad, llenaba todo el espacio de mi pensamiento. ¡Cuántas cosas me enseñaron las hamacas, sólo con mecerse!
Yo, que fui con mis raíces sobresalidas, el cálido descanso de tantos ancianos.
Yo, que supe interpretar el diálogo entre el rocío y las flores silvestres.
Yo, que viví muchos inviernos, pasé noches y noches cubierto por sus mantos negros.
Yo, que consolé a miles de pájaros que encontraban el nido vacío.
Yo, que de alguna manera, fui la nodriza de la plaza República Argentina.
Ahora me decapitaron. Estoy en agonía. Dicen que mis ramas estaban secas.
Sí, eso dicen. Suponen que por mis brazos ya no corre la savia vital. En la oscuridad, alguien verá una ilusión, creerá que aún estoy. Y después... vendrá el recuerdo.

 

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Ana Zamulko

El Soberbio. Misiones

El ansia devora mi mirada cuando persigo el secreto de los rojos senderos que desaparecen en la hondura de los yerbales y resurgen en el verdor espléndido del té.
Las casas humildes, maderas desteñidas por miles de aguaceros, puertas y ventanas abiertas a las pequeñas huertas inundadas de luz y calor. Los gurises juegan al borde del camino. El tabaco secando en los galpones sombríos es un manchón dulce en el verde que estalla sin respiro contra el cielo azul.
Camino en el silencio de la mañana apenas inaugurada. Mañana de domingo, respiro descanso en el barrio adormilado, los perros en los patios de tierra ignoran mis pasos intrusos. Enredado en el humo de la cocina de leña sube remoloneando un chamamé.
Se abre una puerta. Sale un hombre moreno en mangas de camisa, hacha en mano.
Baja el par de escalones que lo separa de la tierra colorada y corta madera.
Aparece gateando un crío, sortea la dificultad de los escalones y se sienta junto al padre. Sin palabras, sin gestos, sin sonrisas. Amoroso fluir de la vida simple. En un rato habrá calor en el hogar, se entibiará la leche, el mate iniciará su ronda.
Regreso con el alma en regocijo, río que se desmadra en sonrisa solitaria.

 

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Adrián Merel

Ascención - Osvaldo Montone

Huelga

Hoy amanecí en huelga de musas la inspiración humeó alquitrán dulce hacia el desierto de otros gritos mudos.
Justo hoy, cuando me urgía perfumarme contándole al dolor que sos caricia, que acuna las heridas y las deja dormirse en una ilusión de sangrar vida.
Pero ya ves, no se me ocurre nada, las ideas huyeron por las vías que van hasta el consuelo de otras voces quemándose los pies en las calles frías.
Y no pude contarle a tu cintura que a mis abrazos es pan, trigo y semilla.
Y callé sin susurrarle a tu almohada que tu amor mata espinas, riega un árbol que florece emoción, fe y alegría.
No pudo ser, algunas veces pasa, dicen que hasta en las mejores familias. Yo sé que vos sabrás perdonarme esto y algunas otras cosas. ¡Es la vida!
Mientras me sentaré a esperar al ángel que a veces se asoma entre tus pupilas, él oirá si ya acabó la huelga y enredándome en tus huesos, podré volver a hablarte de poesía.

 

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Carmen Florentín Cabrera

Pasó por mi vida

Horas perdidas de un reloj sin tiempo, a tiempo para llegar y no irse. Hizo agua.
Sábanas blancas y no negras, bailes de a dos, acompañaron las dos hojas escritas.
¿Quién era? ¿Quién seré? Negras nubes, mala fariña. Que poco dura el fuego, fósforo de un día, hoguera eterna entre sus…
Se termina? Entre líneas se lee un poema, entre lo antiguo, un zaguán oscuro.
Una luz eterna alumbra, nadie sabe de quien es el farol. Pero brilla y ríe.

Hombres de ojos chicos

Que estrecho mundo de permitidos. Caminos negados a la propia conciencia. A tu alma la duermes antes que bostece. El mar de tus ojos no ha visto la selva que habita en ella. La miel de su mirada te ha endulzado tu estado. Has dormido por años acunando prestigio. El tablero has sabido moverlo pero no has ganado. La virginidad no te ha llenado. Ríe. Su candor ha derretido tu témpano. Te rasguñas para sacártela de la piel. Festeja. Arrancarías tu mente para que no te la recuerde. Tienes poder y tomas decisiones. Tienes un alma que te reclama lo que debes. Anotando cada minuto sin sentido. Necio de ojos pequeños, ábrelos, salta. Verás que el abismo no era tan profundo.

 

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Antologia

 

Toribio Héctor Wansidler

Huella

Al mirar el firmamento.
Mi estrella caminó el cielo y dejó su huella.
El viento frío, la noche oscura, el universo tachonado por millones de luminarias, invitan a seguir sus pasos.
Me hubiera gustado tenerla en mi mano, o subir a un alto, y aunque más no sea tocarla. Correr hacia el horizonte donde las estrellas bajan y poder hablarle, preguntarle de su historia y contarle la mía, hacerle saber cuantas veces ella fue mi única confidente, cuantas veces, con sólo verla secó mis lágrimas.
Hoy la he visto caminar en el cielo y dejar su huella en mi alma.

 

Tibieza

No escucho tus pasos presentidos, sólo ambulas por mis sueños y apoyas tu cabeza en mi hombro haciéndome sentir la tibieza que recuerdo. En eso consiste el verte. Instante de luz, con un después de nada.

 

Solo

Me obligué, a no volver a ver tus ojos, que invitaban a la tristeza, como la fría garúa que caía.
Te dejé ir, con tu dolor, tu silencio, con tu fina ironía y tus escasas sonrisas.
Ahora entiendo. En el dolor y en el silencio, también hay cierta belleza.

 

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Julia Mansi

¡Sola, no!

Ansiedad - Jorge Soto

Sin palabras este desliz inconcebible. Injusta es tu ausencia para siempre.
Cuando la felicidad toda nos rodea, en un segundo ya se va, ya no estás.
Cantan los pájaros y tu silbido fluye en las lánguidas mañanas sin sol.
Inconfundible el aroma de tus rosas, gotas de rocío embriagan de amor.
¿Cuántos besos en lágrimas se van? ¿Cuántos abrazos quedan sin abrazar?
¿Dónde estás? No te vayas, ya voy. Este amor, sola no lo quiero, sola no.
Despierto junto a mi almohada húmeda, en un mar de penas mis ilusiones.
La noche larga te arranca de un soplo sin importarle nuestro eterno delirio.
Terrible picardía de una mala pasada, en un juego donde la victoria no existe.
Te rodean sin defensa, tus brazos caídos, sin mirar el embriagado llanto de tus hijos.
La vida no te ofrece ninguna oportunidad, cierra los gélidos ojos sin misericordia.
Excelente padre, marido, amigo, hijo, tío…que más da… si ya no estás.

 

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Beatriz Fernández Vila

Niña rota

Yo sé porque la niña todavía espera en el patio inmenso. Y camina las baldosas una a una, con su pie que ya no es pequeño. La lluvia que cae no arrastra barquitos de papel y sólo anega su cielo de rayuela. Pero ella igual insiste en soñarse reina o princesa. Y da besos de desencanto
Aunque ningún príncipe aparezca ¿Dónde se curan las niñas a las que ya no les leen libros de cuentos? ¿Existirá un lugar para niñas rotas, como esas clínicas de muñecas, donde les curen el alma y a sus gastadas esperanzas las cambien por otras?

 

Él me mira desde esta foto

¿Quién es el de la foto antigua? fijo allí para siempre,con su carga de amargura o alegría. Eterno tiempo que lo cerca y espanta, como sobre mí, se ciñe mi propio tiempo. ¿A quién besó esa mañana en la temprana hora donde se balbucean los sueños, y la rotunda cotidianeidad se esfuerza por rescatarnos de esas quimeras? ¿O a quién no gritó lo que sentía? ¿Qué sinsabores soplaron su corazón en ese instante?¿Qué alegría pasajera lo habrá asaltado para quedar guardada ahí en el oculto espacio de su alma donde esta foto no llega?

 

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antologia

Camila Vázquez

Terciopelo Violeta

Mi voz y el terciopelo se mezclaron, se transformaron en propia manipulación; me obliga a decir lo que creo irrelevante, siendo tal vez lo más importante y secreto.
Estoy en una encrucijada, prostitución de palabras vendidas y enredadas. Seduzco la ceguez de lo que alguna vez dije y nunca debería haber nombrado.
Me prohíben, necesito gritar, pero estoy callada. Finjo emociones en la cama, busco oleos en mi sangre, perfumo de violetas la oscuridad de mis lágrimas.

 

 

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Iris Perutic Burcio

Te he visto

El mar está presente en mis palabras de sal, que evocan en tu mirada, la quietud del vendaval. Cuando el aire te recorra, la brisa avive tu piel, el pájaro azul de esta tarde, te encontrará en otra orilla, gritando en espacio nube, mi transmutar de ave. Sentirás recién entonces, pues ya estoy como tú quieres, en la dormida ausencia, siempre apretada a tu pecho, de nuestro amor presencia.

 

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Jorge Soto - M. Eugenia Martinez

 

Dolores Fernández

Sopa de letras

Allí estás, ahogándote en la sopa de letras. Naufragando, entre disímil y diverso. Siete letras, vertical, comienza con d, de delirio o deseo. Allí estás, ajena a las promesas doradas del otoño. Estás y no. Quita la rutina de tu falda. Gira la llave de la puerta. No temas. Paso a paso, derecha, izquierda, izquierda, no importa. Derrumba las trincheras. Respira hondo, más allá de este instante te espera una caricia, un susurro en tu oído, un silencio de besos. Detrás de los cristales de tus lentes, lunas y soles bailan, más allá de otros tiempos, más allá.

 

De amores

Ensordeció la noche con el rugido sordo de la mínima muerte. Sediento, mi corazón rasgó la frágil muralla de tu cuerpo. En mi pecho, tu sangre escribió amor en letras góticas y los cuervos azules cerraron tu mirada al iniciar el vuelo. La realidad, ese oscuro pozo donde expiran los sueños, nos trajo de regreso.

 

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María Leone

Por siempre

Tan apasionado fue aquel beso, que los labios sangrantes fueron la excusa ideal para un pacto de amor eterno. Jóvenes, ilusionados, trazamos un mapa de lugares en el mundo que no podíamos dejar de conocer. Con escaso equipaje y sed de aventura, nos tomamos de las manos y partimos.Te perdí a mitad del camino. Dolorida y deshabitada, decidí continuar nuestro sueño. Había llegado tu tiempo, no aún el mío. Mi corazón latió por los dos, mis ojos abarcaban doble mirada. Mi alma, el éxtasis de los paisajes. Pasé por aguerridas ciudades. Reposé en las montañas acompañada por los sonidos del silencio. Navegué mares azules, otros turquesa y ríos color sangre. En los aeropuertos, nadie más que tu recuerdo, aguardaba. Hoy estoy en el penúltimo punto de nuestro plan. Mis pies están cansados. No encuentro fuerzas para tomar la barca y llegar a la isla. Destino último y único. ¡Amor! Siento tus manos tomar mi cintura. Mi cuerpo liviano como el aire. ¿Cambiamos de rumbo? ¿No cruzaremos el mar? Tienes razón. Lo imprevisto tiene otro sabor.

 

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NormaVinciguerra

Entre tú y yo

Julia Mansi

La sangre del río hace una ronda con la muerte, en una danza gaseosa se saludan los espectros aborrecidos. Pájaros secos arropan los despojos. Inmigro sobre un campo sembrado de tinieblas. Mutismo de voces que salen de los costados, de arriba, de abajo hablan un idioma sacro, se estacan junto a mí, igual que carceleros, me someten, me encadenan, me arrastran hacia el bache infinito donde es imposible encontrar el fondo. Calderas flameantes chamuscan el cielo, un cielo que no transmite luz, un cielo que se cierra, que se niega. Fotografías que zumban como una sierra mecánica alrededor de la geometría falsa de tus manos, aquellas que acariciaron, que ofrecieron, que sanaron. Hoy son las mismas que ayer pero distintas. Ayer escasamente daban vida. Hoy golpean, aplastan la inocente maldad de mi carne. Ayer comíamos el fruto prohibido bajo la sombra de la verde agrura. Hoy digerimos las ruinas sobre la radiación limpia que mana el odio. Tú, con los ojos puestos en las orillas del acantilado frágil de la historia, vas hacia la nada de lo inalcanzable, como quien busca el tesoro perdido de los Incas bajo la tierra árida. Yo, que navego con el ansia de la marea alta siembro huellas en la arena para tropezar con el diamante opaco de los orígenes. Tú te paralizas en el vértice del olvido y yo me dirijo al centro para no recordar.

 

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Patricia Moltedo

Las muñecas

-¿No parecen muñecas?, decía nuestra madre, nuestra tía y el médico forense. Las muñecas. Sombras movedizas en el miasma incansable del tiempo.
Se prenden y se apagan. La única manera de llegar a ser tapa de revista fue muerte por sobredosis. Vana y olvidable existencia pone a prueba al ser anónimo. El atardecer hiere la oquedad de los ojos glaucos, entre tanto el sol fuerte y colorido marca una cruz en la medianera de dos culturas, nada, nada, nada, las puede rescatar, ni la maestra, ni el uniformado, ni la toga, ni el hábito. Sólo el amor sublime, que nunca, nunca, nunca han tenido.
Idénticas y distintas, las muñecas, ¿han igualado el destino? El silencio sordo, el movimiento paralítico, veladas miradas despellejadas sin perfume las llevan de la mano, sus lágrimas humedecen nuestras mejillas.
Las llevan, entre flores, rodeadas de gente y vuelan en el oscuro aire hacia lugar tan cálido que derrite las ilusiones... para siempre.

 

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Antologia - Avatares Letras - Marta Rosa Mutti

 

Edith Migliaro

Camina Todavía

Seducía su guitarra con canciones clandestinas, robaba pensamientos de terceros ignorados y poco a poco se fue haciendo conocido, indispensable, aire interrumpido. Se colaba entre las rejas acariciando humanidades. Nombre, nombre propio y nombre ajeno trovador de desconsuelos, decidor de tonterías. Fue nieve en el desierto, luna en pleno día, navegante de las pampas, volador de cielos gringos, contador de historias de distintas dimensiones, verdades de verdades, verdades de mentiras, mentiras de suspenso. Era alto, libre, colibrí de muchas flores, alfarero de engaños, pensador de ilusiones que vendía por dos besos. Mensajero de las flores, en los llantos, suspiraban los que oían su cantar de ramas viejas. Meditaban los que seguían sus votos de locura, rezaban los ateos entendiendo su mensaje, de paz de gloria y de ocaso hablaba de tristezas disfrazadas de sonrisa, caminante de las almas que encontraron su gemela y de otras no tan listas que estrujaron su destino y se perdieron en las selvas. Selva de torres altas y abogados, gris y tapizada obscenamente. Alegró noches muertas, consoló amaneceres en camas incorrectas, se creía sacerdote pero no quería predicar con el ejemplo, se reía de las normas de las leyes y cabalgaba apasionado los costados de la ética. Invulnerable e irreverente se hizo famoso canturreando por el mundo su enhorabuena. Conoció gente experta en conmover hasta las piedras, la vida le robó los dos diamantes que tenía, un pájaro imperfecto los hizo polvo en un segundo hippie drupi dragoñante conocía las ventajas de ser rebelde de conciencia, solitario melancólico y risueño. Voló bajo y rasante a centímetros del suelo embajador de ilusiones, colgando de las nubes refugiado de los truenos caminaba casi ciego por los sueños de otra gente tan distintos tan lejanos olvidado de los tiempos.

 

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Gloria García

Futuro incierto - Osvaldo Montone

Comienzo

Quiero llorar tus cuadernos de tinta y sombra. Decirte esta alegría de muerte insobornable. Esto somos y es hoy. Ves lo que veo…un punto de fuga porque no hay lugar de la tierra donde morir.
Te miro a través de la ventana y desde el ser de la escritura comienzo a rebelarme. Sin horarios ni visitas estoy consumida y absorta. Hasta que estás presente en mi habitación y la nada y el todo; no están perdidos.

Un castillo de mimbre

En las aguas calmas de los cuentos se pierde parte desde mí.
En el curso del remanso aparecen arbustos con mi nombre
colorido brillante casi un resplandor del atardecer.
Desde la otra orilla la luz plata descubre la pose de mis garras aferrándose a la vida, que sacuden cuando la hora marca su fin.
Poco después, se me ha descubierto tirada entre las cosas…sin nombres…abrazada a un cesto de mimbre deshecho por el uso.

 

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Marta Rosa Mutti

Oscuro

El estremecimiento llega en una noche sin bordes. La niña deja la muñeca luego de quitarle los ojos. Detrás, el espejo ahoga el llanto. Ya no devolverá inocencia sino azahares que amarillean sin perfume una cintura insomne que se vuelve de cera. En el cuarto a oscuras los brazos del hombre, deshilan sin pena un camino de niebla. Un galope de campanas mudas se instala en la garganta pequeña mientras el alba despierta ruidos en la cocina. La mañana se abre y condena a la luna, por el sol; a ser sombra. La ventana deja entrar a una bocina. El silencio se rompe. Un rostro impasible llena el hueco oscuro del que se ha ido. Afuera todo sigue igual. El ruido de motores, y voces anuncia que la ciudad despierta. Adentro una mirada impasible de un rostro indiferente piensa que cuando los niños duermen, pueblan las casas con sueños. En tanto despacio en un libro se pierde un llanto, porque allí está a salvo.

 

Limpieza

Memorias y olvidos. Miedos y permisos. Sol y amor. Encuentros, soledades, cuerpos, pensamientos, se agitan. Limpio mi armario.
La indiferencia en una bolsa traslúcida, imperturbable, molesta a la ira que va y que viene. Ruedan monedas falsas sonriendo instantes. Una mano pasa por mi cara. Llovizna en mi almohada después de las sonrisas de estar cuando no hay nada. No hay ventanas hay afueras dice la confianza. El día no basta para vivir y escribo pájaros. Ellos se las arreglan donde pueden. Se arrebujan en los cajones y estantes, entre los platos y las boletas de los servicios por pagar, y hasta debajo del felpudo de la puerta. Son pacientes. Son tenaces. El monstruo prepara la tijera. Tarde, esta vez el arco de mi piel no es de papel. Siento pena cuando cierro las puertas y lo dejo que añore el desorden. Los pájaros cantan y eligen un rumbo.

 

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Antologia - Marta Rosa Mutti

 

 

Teresa Del Valle Baruzzi

Osvaldo Montone - Arcos en perspectiva

El silencio del adiós

He traído conmigo los atardeceres de este tiempo que huele a poemas desesperados que necesitan ser escuchados.
El verano está llegando, nos ha dejado su marca indeleble y todas las verdades que encierran los días que rememoran la historia de esos huesos que ya no se mueven. Ellos están hechos de silencios, ellos crecieron junto a nosotros corriendo en la esbeltez de las verdes praderas en el campo del amor y las llanuras de las risas. Caminamos juntos, es cierto. Nuestra última luna de nostalgias se vistió de fiesta, extendemos el largo desteñido papiro de escrituras, donde estábamos tejiendo con perfumadas letras sus recuerdos. Hoy silencios… No interrumpas… Escucha solo la música que juega con ellos en la eternidad por siempre.

 

Ingratitudes

Yo cuidaba un sueño de duras y afincadas raíces, con armoniosas eternidades, tonta de mí que lo creí. Era un camino fértil donde el clima árido crecía en el verano y en mis ojos de ausencias descansaba la más cruel soledad de mujer. Crecían los infinitos cielos, con alegrías prestadas, con secretos a nidos. Con el humo flotando de un tizón apagado que otrora fueron lenguas de fuego en pasión. Cuidaba el sueño y abrazaba el viento en adioses hecho sonidos, añorando la tarde, huyendo del día para acariciar las estrellas que jamás fueron mías. Ahora palpita el río de sangre que recorre los párpados rojos de tanto llanto contenido en este suelo ya estéril donde estás tú hecha capullo. Ya ni mi voz ni mis ojos velarán auroras en forma de música convertida en poemas. Ahora corre el silencio que trasunta mi cuerpo. Tus palabras de adiós son pájaros de sombra que apantallan la tristeza a tientas. Subo a mi raíz de vientos para ver por última vez tu rostro bien amado. Y un grito cruel, desgarrador, parte mi eje ante tanta desolación, no habrá más tiempos, esta canción es ya lejana de luz y movimientos.

 

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Stella Seleio

Sonrisas

Qué lindo tener sonrisas, en lo profundo, dan calma. Ellas llenan las caricias, que duran en nuestra piel. Nos envuelven de emociones, alegrando los sentidos.
Se acurrucan en el cuerpo, dejando escalofríos. Dan alegría auténtica, embelleciendo los rostros. Nos hacen triunfar airosos, cuando encarnan las miradas. ¡Son oxígeno auténtico, que se instala en el alma!

 

Ese Tiempo

Ese tiempo que paso, no contempla los temores. Sigue tan arrollador, que avanza cuando dormidos.
No espera que razonemos, ni contempla las miradas. Es tan fuerte en su seno que ni siquiera lo vemos. Parece que ayer no fue, tan rápido como pasó.
Si detenemos caricias, las perdemos con las alas. ¡Su coletazo arrasa, con la vida como nada!

 

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Sara Novas

Ella

Siento un desprendimiento y giro como un trompo arrastrando la realidad a una fase estancada y sin dolor. Abro los ojos de una infancia sometida al paso del tiempo. Derramo lágrimas sobre mi madre, el hechizo despierta. De sus manos brotan caricias mientras acantilados franquean esta llanura apropiada por remolinos de algazaras y desiertos jadeantes. No huyas niña, vuelve otro rato. No renuncies al camino donde ella entrelazó rastros perennes. No tengas miedo y peregrina. Heredera de remembranzas me encarcela una penuria postrada por la imperfección de la razón y delego a la existencia la lealtad guardiana de la misericordia.

 

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antologia

 

Matías D´Angelo

En punto

Un violeta cálido, que llega hasta el rincón más negro. Una procesión gris y fría. Una mujer que grita, antes de reír, con el pelo largo acariciado por las nubes. Todo es cada vez más pequeño, y siente el calor a sus espaldas. La llaman, y desata el nudo en su plexo. Ya hay otras superficies, aroma a recuerdos y té, sonido a galletas y voces. La estaban esperando.

 

El comandante interestelar del futuro

Dedicado a mi sobrino, Santiago

El comandante se adentró en el planeta desconocido. Los árboles eran similares a los de su mundo, sólo que con tentáculos y ojos. No, en vez de ojos, bocas. Y eran de color púrpura. Algunos estiraban lenguas, para cazar insectos.
En un cielo desconocido, imaginó nuevas constelaciones, y descubrió otro matiz del polvo cósmico.
Venciendo las interferencias de la nueva atmósfera, llegaban señales de la nave al comunicador en su muñeca. Pero estaba muy ocupado, juntando muestras. Puso una roca y un fruto multicolor en los bolsillos aislados de su traje. Los de la nave insistían con las señales. ¿No entendían la importancia de su misión? El comandante recordó las advertencias de sus superiores, y sacó su arma láser. Estaba por retomar su labor, cuando escuchó unas pisadas.
La rama se cayó de sus manos. Santiago, que hasta ese momento había estado ignorando los gritos de sus padres, sintió miedo. Miró alrededor, y supo que detrás de uno de esos árboles había algo.
Quiso chillar, o correr, pero ya no podía moverse. Una ameba humanoide y alta, hecha de luz azul, se le acercaba. En su rostro tan sólo había unos ojos con un brillo lunar.
La criatura lo observó. De su cuerpo surgieron unas manos, que extendió hacia el niño.
Santiago repitió el gesto, mirándola ya sin miedo. Signos de luz entraban en sus palmas.
El comandante regresó a la nave, donde, sin obviar el reporte disciplinario, lo recibieron con alivio. Llevaría las muestras de regreso a su planeta.
Mientras viajaban por la autopista, se hizo de noche. En el cielo, una estrella azul parpadeó, y el niño sintió un cosquilleo en las manos. Cerró los ojos y supo, antes de olvidarla, su nueva misión.

 

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Aldo Ferrante

Nada algo

Julia Mansi

Algo que es nada pinta algo puede encerrarse vacío y pesa tiene la fuerza para cortar silencios, algo que no es poco pero al mismo tiempo nada, nada el cielo vestido de ángel lloviendo agujeros negros de escape. Nada. La tierra pintando al infierno y entonces algo surge como Marte tan lejos y real que no pasa.
Lágrima en el océano y papel en el bosque, una letra en la Biblia como el opio cuadrado y bobo hablándole al hombre; entonces una silla, mil sillas todas las sillas enrostrándonos sin pudor el trofeo hueco del tiempo quieto y malo que pesa como algo que es nada.
Ese algo que pasa invisible cuando nosotros en la receta nos ahogamos con agua y respiramos aire de algo, entonces pasa y ya no sirven más las manos en la boca de la negación.

 

Espiral

No pido cosas raras asomando de tu cabeza porque no le pido milagros a tu dios el mío soy Yo metiéndome en mí, revolviendo los cajones de basura, apilando años de plástico. Me alcanza con mi dios que soy Yo. Me alcanza conmigo. En vano caminaría sobre cartas de agua soñando oírte atravesar la puerta y el deseo derretido huele a tus piernas. Como nunca te apagaste desnuda. En el sillón tu espectro, en el espejo la parca. Los muebles se van esfumando, se van gritando tus gritos. Las almohadas se murieron después de lejanos jadeos y la escalera indignada va escondiéndose ahí en la mesa, la única bondad de este paraíso infernal lleno de palabras mudas y ciegas y claro, ya basta, no creo en milagros fuera de mí, qué rareza tiene un teléfono sonando, ya salgo no te pido cosas raras.

 

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Olga Tasca

Regreso

Cierro los ojos. Visto un traje de buzo. En la cabeza una escafandra se atornilla fuertemente al traje impermeable a ambos lados, igual en el frente. Tiene gruesos vidrios para mirar al exterior.Listo. Ahora el poder de la ilusión me lleva al misterio del fondo del mar.
Zapatos de plomo ayudan a permanecer en pie, un largo tubo que sale de la escafandra se une a al del oxígeno en la espalda. El mar se rinde, y yo a él. Desviste maravillas. Valles de fino, casi traslúcido polvo. Oro arena y fiesta rubia danza frente a nuestros ojos. La vegetación desde las rocas nos sale a saludar: Algas y helechos con distinción ceremonial vienen y van en la danza exuberante del agua y una infinidadde seres de distintos en formas, tamaños, y colores vienen a saludar. Agitan sus colas y aletas y una sinfonía muda y musical desde los más pequeños, hasta los monstruos que habitan la profundidad abisal me reciben. Yo abro mis secretos. Un tiburón, el pulpo, la ballena, una raya eléctrica, medusas, caballitos y anémonas de mar, algunos como flores extrañas, otros pegados a sus valvas y muchos más. Tiempo y misterio, bello mar y agua de donde salimos y al que cuando me pierdo y quiero encontrarme, regreso a buscar.

 

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Víctor Del Duca

Al Final del Arco Iris

Un trámite de colores se agazapa tras su frente. Es la gota preñada de refracciones la que exhorta al sol con su regocijo. Pronto hace pie y sobre las aguas camina, sin evadir el espanto que transmuta en una ambición sardónica.
Alcanza a ver aquel manto de colores cercenados por el instinto sórdido de la madre tierra que sin apetito de falsa gloria amortiza el rumor de un crisol oxigenado al final del arco iris, y es allí cuando enloquecido parte rumbo al cimiento de su ávida y singular felicidad genética.
El arco iris tiene un fin y ese fin es al que llega esta suerte de snob congratulado por la resina de un feroz envejecimiento. Llega al fin y advierte que en el crisol tanto la costilla como el barro debaten amargas lecturas de triste bisutería y egoístas ofrendas plateadas.
La conciencia es la esfera que difunde la pulsión de lo unánime. El fuego es la bandera de un ejército de sangre que se desdibuja muy lentamente en el espejo de lo sublime, es así como muda de cabeza el heroísmo flácido del Alto Perú.
No hay tirano más cruel que el que distingue su salvaguarda.
Las orejas de Midas exigen a la luna que anule su proyección cenicienta, y exigen a la estrella mayor que conjugue su hilaridad dorada en sincretismos y dilaciones.
Más nadie jamás lo supo pero resultó ser que el sol era escéptico a la alquimia.

 

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Osvaldo Montone - Fin de Jornada

 

Élida Isabel Giménez Toscanini

Amanecer junto a un viejo retrato

La aurora da algunas pinceladas mostrando los primeros colores de un nuevo día. Amanece. Me acompañan los acordes de una canción que una vez escuchamos juntos. Observo un viejo retrato. Acaricio tu rostro en el papel matizado de sepia. Me detengo en esa mirada tan profunda de eterno caminante. El tiempo dejó su huella borrando algunos rasgos. Cierro mis ojos y emprendo una larga travesía hasta encontrarte en el grito que exhalo.
Ahí estás, tan cerca de mí.
Tendiéndome las manos, ciñes mi cintura hasta volvernos uno en el apasionado abrazo. Tus labios se deslizan por los míos, devolviéndome la tibieza deshecha por la ausencia.
Abrigada en tu pecho, mi corazón se escapa en infinitos latidos. Me aferro para volar alto y nos erguimos rumbeando para el cielo, danzando en el viento hasta dormirnos en un colchón de nubes. La luna nos sorprende suspendida en la brisa. Enlazamos nuestras manos en un nuevo viaje. Junto a una bandada de pájaros silvestres, nos acercamos hasta llegar a la estrella más brillante.
El sol atraviesa con sus rayos el cristal de la ventana, colorea mis mejillas, me despierta cadencioso.
Qué extraña sorpresa. En la tibieza de mis manos reposa un pimpollo blanco. El roce de tus labios embriaga mis sentidos. La pasión y el amor, revolotean como mariposas atrevidas, impregnando el aire de jadeos aromas y colores. Tus ojos en el retrato, tienen brillo…

 

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Alicia Fortunato

Calvario

La luna esparce su luz, subo al micro. Horas esperándolo. Pero arriba las estrellan titilan. Te estrujan, te pisan, hasta falta el aire, el transito avanza 5’ por cuadra. Para bajar me paso tres paradas. La atmósfera es cálida y liviana. El destino juega, y la noche propicia el encuentro tan esperado. El amor pocas veces llega a horario, ¡Bendito servicio urbano!


Murmullo

Los pies descalzos liman sus impurezas en una costa de mar. El sol y la brisa acarician el cuerpo hasta volverlo cobrizo. El cabello se balancea salvaje siguiendo al viento. El corazón armonioso capta el murmullo de las aves y el oleaje. La mente se permite abrirse al placer de reacomodar sueños, logros, emprendimientos. Las angustias se liberan o desahogan silencios. Momentos en los que el murmullo del mar, nos recuerda algo imposible olvidar: nosotros...

 

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Julia Mansi

 

Christean Cabrejos

Maldito

Abrí mis ojos. Me encontré corriendo y por mi corría la transpiración. El calzado de goma pegado al piso, era levantado por mi corazón. Eternos pasillos, hielo marmolado, el suelo se ve cual ying yang cuadrado.
Soy la marioneta de este miedo innato que un temor verdugo hoy en mí parió. Soy flecha objetiva que entre dos paredes se pierde en silencio y muere en tensión. La visión amarga, el color blancuzco, una tenebrosa nube me envuelve en colmillos fríos; luces de neón.
Y los rostros se estiran, amarillo marrón, sufro caras quemadas, derretidas.
La locura embarga en ese sobresalto de almas calvas y mi comezón, queda en mí alejarlas, desbordando lo agrio de esos temerarios cuerpos sin calor. De pronto creo en todo, suplico y me alejo, mientras corro imploro, a la tierra, al cielo pido por favor, que si esto es un sueño se termine pronto, mi náusea y sus rostros sin bocas, sin ojos, ruego en mí la paz de crucifixión. Ellos no me alcanzan, pierdo mis fuerzas en eterno destierro de todo valor, entro en callejones y veo escaleras que mueren en pena y sin dirección. Paredes de tela, pasillos, tranqueras, preso en inframundos ya nada más soy.

 

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Mirta Cañete

Olores

Olores especiales, cuando tomo aquel pañuelo.
Lo acerco a mi rostro, percibo, siento y escucho ese olor. Tan tuyo, tan mío, tan nuestro.
En mi memoria, van y vienen imágenes, bellas, vivas.Fotos de la vida, imborrables, unas y otras, guardadas por siempre, muy dentro, acá en un lugarcito de mi corazón.
Aroma particular, en mis recuerdos, en mi alma. Ese, que nunca se olvida.
Cuando por algo, necesito tus caricias, cierro los ojos, inspiro profundo, te siento, estás a mi lado, otra vez…mamá.

 

Y quedó vacío…

Mirando desde su escritorio, todos los días apreciaba su porte, erguido, completo.
Pero un día, cambió su color, no de repente, de a poco, día tras día, un color diferente.
Comenzaron a notarse huecos, por donde se filtraban los rayos del sol. Ya no eran tan fuertes, ya no daban calor sofocante, eran cálidos, suaves. Él iba quedando vacío, sin colores, perdió sus hojas, su sombra, su verdor sólo quedó el amarronado de sus ramas.
Había llegado el otoño.

 

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