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CRÓNICA

 

Javier Chocobar

Beatriz Amor, Santa Teresita

La tierra y los territorios indígenas no se entienden, no se razonan y no se explican si no los miramos desde los Pueblos Originarios, desde su cultura, su pensamiento, su sentir y su cosmovisión sobre la madre tierra.

El 12 de octubre de 2009, mientras muchos celebraban el hecho colonial más cruel: “el día de la raza”, de consecuencias nefastas para una gran parte de la humanidad, fue asesinado en Tucumán, Javier Chocobar, un comunero indígena que junto a su pueblo diaguita trataba de defender su territorio amenazado por los “nuevos inversores” llegados de la mano del “desarrollismo productivo” nombre con que se disfraza la verdadera situación de saqueo y despojo a que estamos sometidos desde hace tiempo.
Javier Chocobar era un diaguita de Los Chuschagasta en el Norte tucumano.
Su muerte golpeó mucho a la comunidad. Javier era el que enseñaba a los niños, el que participaba de las asambleas, el que siendo ya mayor tenía muy buena salud para participar activamente de la comunidad. Y ese día había salido a defender su tierra.
En Argentina, los indígenas corren riesgos todos los días por defender los bienes naturales comunes de la codicia del neoliberalismo disfrazado de “desarrollismo productivo”.
Las actividades extractivas, desde el agro negocio, la minería a cielo abierto, el fracking, los negociados inmobiliarios arrinconan día a día a las poblaciones preexistentes únicamente armadas de legislación vigente que en la mayoría de los casos, si no en todos, no se cumple
Ya han pasado 5 años desde entonces, otros cuerpos han sumado su muerte a la de Javier Chocobar, los ataques por parte de los terratenientes a las comunidades se han ido profundizando. El sistema judicial corrupto y parcial sólo posterga el juicio indefinidamente en favor de los hombres del poder económico.
Es por eso que la Unión Diaguita produjo en 2013 una importante movilización, de una fuerza poco acostumbrada en Tucumán, bajaron de los cerros más de mil quinientas personas exigiendo la fecha del juicio.
Fue una marcha que tuvo el acompañamiento de organizaciones de la sociedad civil y que obligó al sistema judicial a poner una fecha tentativa para 2015.
En el año 2006 se promulgó la ley 26.160 de posesión y propiedad de las tierras indígenas, entonces corrió por todas partes una voz de aliento, una esperanza y que por fin ya no serían más desalojados, ni despojados de sus tierras, ni maltratados y que podrían avanzar en sus territorios ancestrales.
Sin embargo poco han mejorado las cosas desde entonces, si es que no han empeorado.
Es el rostro humano del incumplimiento estatal reflejado en las desventuras de las víctimas. Ni más ni menos.

Publicado por Diario Clarín el 22 / 6 / 2015

El 21 de junio del corriente años en la madrugada, Los pueblos originarios de la cultura andina celebraron su año nuevo y por primera vez abrieron el festejo a la comunidad. La celebración se realizó durante el solsticio de invierno, en la Reserva Ecológica de Costanera Sur, en Buenos Aires. Unas 150 personas esperaron la salida del sol alrededor de una fogata en la noche más larga del año. Ya estamos en el 5523 desde la caída del Tawantinsuyu, el mal llamado Imperio Inca. Cerca de las 22, colocaron una bandera Wiphala en el ingreso de Viamonte. Esa era la señal para los participantes, que debían seguir el sendero y caminar hasta el río. Cerca de la medianoche rodearon una fogata que ardió hasta el amanecer. Primero hicieron sonar una caracola en cuatro direcciones, en referencia a los puntos cardinales y al ciclo de la vida: niñez, juventud, adultez, vejez. Luego, cada uno se presentó y explicó por qué había ido. Ya era madrugada cuando le entregaron una ramita a los guardianes del fuego. Esa ramita representaba una intención, un deseo o un agradecimiento que atendería el abuelo fuego. Hasta que salió el sol, hubo cantos acompañados por sikus y cajas, té y mate, charlas y algo de baile. Amaneció después de las siete y todos miraron al Este.

 

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