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Gladys Mabel Suárez, Santa Teresita
Cuánto poder ostenta quien marca el itinerario a seguir, si consigue menguar los deseos de que viva la vida como lo haría el ser libre y autónomo que te bulle dentro.
Es tan avasalladora la rigidez de quien impone tu acondicionamiento al conjunto imperante, que hasta el indócil sucumbe, para obedecer siempre, si es que quiere estar integrado al conjunto de la no libertad.
¿Cuál es la razón para que yo deba transitar por ese camino?¿Por qué la escuela marca con rigidez mi espacio? En mi casa tampoco consigo esa libertad que me tironea, para sentir en mí la sensación desconocida de lo que para tantos, significa riesgo.
Seguramente existen muchos modos de sublevarse, de sacudir esos grillos.
El trabajo de cada uno, con la toma de conciencia de que posee determinación para derribar el muro que han conformado los poderosos para someternos, es el comienzo de un trabajo firme y armonioso. No descansar, para que la comunidad que habitamos, consiga la unión imprescindible para que el resultado sea acceder a la condición de individuos libres.
Es traumático revertir lo padecido, aunque una tenue luz nos muestre cómo hacerlo. Esa luz nos indica que juntos, solamente juntos podremos huir, ayudándonos, sosteniéndonos, para saltar gozosos hacia uno mismo, o hacia la belleza que nos promete la libertad.
La banda inglesa de rock Pink Floyd y las canciones que dan forma a la película TheWall nos animan a dejar de obedecer, para que, con brío, saltemos a ese mundo resplandeciente que intuimos detrás de ese muro. Y al que no consentiremos que nos integren como simples ladrillos.
Y es el Arte, el que nos provoca y nos incita a las rebeldías, el que logra conmovernos y convencernos de no abandonar las quimeras, las ilusiones, las fantasías, ir por ellas, persuadidos, entusiasmados...
Lo dice Pink Floyd y también entre tantos, lo dice el poeta Baldomero Fernández Moreno, en su Madre, no me digas.
Madre, no me digas, -hijo, quédate-…
Cena con nosotros y duerme después…
Cuando eras pequeño daba gusto ver
Tu cara redonda, tu rosada tez..,
Yo a Dios le rogaba una y otra vez
Que nunca se enferme que viva años cien,
Robusto, rosado, gallardo doncel
Le vean mis ojos allá en la vejez…
Que no tenga ese aire de los hombres
Que se pasan la noche de café en café…
Dios me ha castigado,
¡Él sabrá por qué! –Madre, no me digas,
-Hijo, quédate…
-La calle me llama y a la calle iré…
Yo tengo una pena de tan mal jaez
Que ni tú ni nadie puede comprender,
Y en medio de la calle ¡me siento tan bien!
¿Qué cuál es mi pena? ¡yo no sé cuál es!
Pero ella me obliga a irme, a correr,
Hasta de cansancio rendido caer…
La calle me llama y obedeceré…
Cuando pongo en ella los ligeros pies,
Me lleno de rimas sin saber por qué…
La calle, la calle, ¡loco cascabel!
La noche, la noche, ¡qué dulce embriaguez!
El poeta, la calle y la noche, se quieren los tres…
La calle me llama, la noche, también…
Hasta luego, madre, ¡voy a florecer!
Son dos ejemplos de Artistas que nos invitan a imaginarnos trepando al muro y a manifestarnos desde el espacio de la libertad.
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