Jorge Soto / Salvame
En referencia a Miguel Hernández y José Saramago
Viernes 18 (ojalá fuera este un ensayo más, o más que otro ensayo)
Lo pienso, discutiendo con el otro. Apenas llega nomás. Con altura, pero defendiendo a muerte su posición, (que nos valga el ejemplo también). Una disputa es brava, con tipos tan vividos y de gran oratoria. A él se lo ve bien, muy recuperado. Igual yo lo conocí así, viejo, alto y recuperado, (o siempre en recuperación); con ese porte de hombre digno, de esos tipos que -creo yo- no se quiebran ni se doblan. El otro, como lo imaginé, con panza y barba blanca, parece más cansado, como sin fe; (o bien, con la misma fe en la que intenta auxiliarse); ambos con fuego en la mirada.
Es viernes y todo se complica en mi trabajo. Siempre pasa así, no le encontramos la vuelta; pero para mejorar… Discuto con mi jefe que no sabe nada, (y encima es jefe), peleo con unos empleados que no quieren hacer su tarea, estoy en el medio, ni bien ni mal, ni lo uno ni lo otro, un poco de cada, (medio vaso lleno, y la otra mitad vacía).
Me hubiera gustado ser escritor. No le sorprende lo que ve, ni lo que pasa, pese a que es o se siente un recién llegado, y le agrada que aquí también haya paisaje. Es más, quería saber cómo era esto. Desearía tener papel y lápiz, pues ya tiene mucho para tomar notas... aunque también sabe a quién quiere ver y es lo primero que quiere hacer. Va en su búsqueda. Tiene mucho para hablar con él. Es paisano, así que no habrá problema... Lisboa, cuarto piso, o algo así... con esa referencia será suficiente, cree.
Terminó mi jornada y mi semana. Huyo a mi casa, cargo con jaqueca y dolores en la parte de arriba de la espalda. Manejo rápido por autopista, (con la precaución de llegar más rápido al aislamiento del cinturón que me asegura la rutina de conducirme con cuidado). Justo llama mi ex pidiendo plata para extras del colegio de mi hija. Aprovecha para destilar bilis. Le digo que sí, que en breve se la alcanzo. Sigue con su charla, clavando el arpón a fondo, como sea, donde sea. No cura, pero alivia. Supongo que será por eso. Le digo que sí, que en breve llevo el dinero, que voy manejando y está el peaje.
Es como que conoce el terreno por el que va. No hay caminos, pero sabe por dónde ir. Avanza seguro. Hay un bajo extenso, un guadal que no sirve para la hacienda, lo bordea. Luego un arroyo chico. Hay partes donde de un salto se lo cruza, mojándose un poco nomás. Y allá atrás, una lomada, con un pequeño monte de arbolitos. Miran de ahí dos hombres, como esperando. Simples gentes de campo, por la apariencia. Los encara, para preguntar.
Llegué. Al fin entro a mi cueva. La mesa siempre llena de papeles y cosas, dejo lo que traigo en el piso, cuelgo mi abrigo y mi rostro, me quito el suéter y zapatos, aflojo el cinto, busco las ojotas, pongo música, aprieto play y canta Amelita Baltar nuestra gran Balada. Sin querer pienso en alguien allá lejos y hace tiempo... me hubiera gustado decirle "quererme así piantao.". En el baño me lavo la cara y manos con agua fría, retorno, y miro en la heladera; entiendo que lo que hay sirve para lo que espero de mi cena, o sea, algo para pellizcar, y un par de cervezas. Tengo en la alacena un Malbec que me regalaron por si me quedo corto. Quiero hojear un libro, espero encontrarlo, donde se comenta algo de las encrucijadas y hay un perro que se llama Constante.
Se detiene cerca, hace un resuello, pero extrañamente no está cansado. Le ofrecen agua y toma por modales, (a veces la obligación se comprende como modales), y para ganar tiempo, en estos casos -es nuevo allí- mejor que hablen ellos. Dice el más joven:
-Hola José, hace mucho que te espero. Soy Miguel Cabrero, de la zona de Orihuela. Creo que nunca nos vimos, aunque tal vez sepamos el uno del otro. Tengo unas dudas con unos verbos, y quería que fueras tú el que me aconsejara. ¿Podrías?
Si valoras la opinión de un viejo herrero, con gusto puedo dar alguna sugerencia, pero a la vuelta, ahora voy rápido en busca del "poeta del desasosiego", pues no sé de cuánto tiempo dispongo por aquí. ¿Tú puedes ayudarme en la urgencia?
-Sí, puedo, y te acompaño. En el camino hablaremos. No es lejos, tampoco cerca. Por lo que dices, no te preocupes, sino pregúntale a ése, que ahora es mi compadre... Hey ¡Mal tiempo!... nos esperas que vamos por un trámite ?... claro que sí hombre... aquí no hay problemas con los tiempos... qué apellido pobre hombre... vamos José, vivo de ganas de hablar contigo...
-Claro que sí Miguel, te sigo... ¿Así que consigues papel y lápiz ?...
En el camino José, Miguel y mis primeras impresiones / por Adolfo Velázquez