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Gabriel Vaudagna Arango*

El flamenco es un modo de expresión, es un arte, es una forma de vivir, es una elección de vida, es un pájaro que hunde su cabeza en la laguna, es todo eso a la vez, pero nada lo termina de definir. Su definición real está en construcción permanente. Es la historia oral de los que perdieron todas las batallas y no se resignaron aunque entre sus coplas se canten alegrías. Es la historia que da placer contar a pesar de hablar de la muerte, el diálogo continuo entre el pasado y el presente, la pulsión de vida y la pasión de muerte. Finalmente es la lucha que se pierde pero deja un lastre, un relato, algo que sobrevive: La historia del pueblo de Andalucía.
El flamenco como vida, como pulsión que sigue adelante a pesar de todo. El flamenco representa la muerte, que lamenta, que llora. Ese quejío de dolor en las carnes rasgadas. La ausencia es presencia para el flamenco, el que no está aparece en una copla, en una danza, en una especie de ritual mágico que lo convoca.
Esta danza proviene, en origen, del sur español. Habitan en ella las pasiones humanas, en una mezcla de tierra y sangre fue tejiendo su sentido y su universalidad. Si bien se la asoció durante muchos años a lo gitano(1) esta teoría fue transformada en mito ya que no existen, en la actualidad, pruebas de que sea cierto. Como sí está comprobado que su rico caudal poético y de movimientos proviene del folclore Andaluz.
El baile flamenco guarda un origen distinto al del cante flamenco que proviene de las clases bajas de Andalucía y fue puesto sobre un escenario en el Café Cantante a mediados de 1800 donde se hizo conocido. Este mismo baile a la vez que completa al flamenco le generó su primera ruptura ya que será a través de éste movimiento que se filtrarán e influirán notablemente el resto de las artes componiendo un nuevo lenguaje.
Habita en el cuerpo del bailarín flamenco un sentido trágico y alegre, una tensión entre ser y habitar la propia danza cargada de cierto dramatismo que la música entreteje. Un cuerpo fragmentado que conmueve, que emociona, seduce y que vibra al ritmo de un tacón. Armado de valor un cuerpo apasionado dialoga con la muerte en medio de un baile por soleá, desafiándola en la desnudez del escenario para cerrar la última estocada del compás.
Mi danza, dice el bailarín, la he escrito muchas veces con mi cuerpo, pero ya no recuerdo sobre qué papel quedó olvidada, ahora sólo tengo esta página en blanco y este dolor en los huesos como huella mnémica de mi libertad.

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1) Pueblo nómade que llegó a España en el siglo XV viviendo en las periferias de las grandes ciudades sobre todo en Andalucía.

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