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Antonio José Milano - Santa. Teresita

Dice Cristina Terzaghi:

“El muralismo se define esencialmente como humanista ya que propone incorporar el arte como constitutivo del espacio urbano integrado en un proyecto de arte para todos. Pretende replantear la importancia de la ciudad en relación con el medio ambiente, del habitante con su entorno y de la cultura como expresión de una identidad social. Integrar el arte al espacio colectivo del hombre urbano es permitirle el acceso social a las expresiones artísticas que lo reafirman como sujeto en la búsqueda de una mejor calidad de vida. Es reconocer al hombre como responsable de la construcción y el cuidado de la ciudad que lo contiene, habitante de un espacio urbano que como propuesta enriquezca la comunicación y la memoria de los hombres que la construyen como identidad. Debe replantearse la construcción de un orden urbano donde el espacio social recupere su protagonismo, donde la calle sea el conector entre lo público y lo privado y donde el espacio público sea un elemento de encuentro que le devuelva al hombre el acceso a las expresiones del arte cautivas en galerías y museos o en la pública oferta que instrumenta la estética de mercado. El concepto de ser humano como actor individual y social implica un compromiso ante el cual el hombre busque dar sentido a su vida mediante la participación y el desarrollo de una experiencia que garantice un espacio adecuado para la opción individual y la promoción colectiva. En la época en que el arte es apreciado solo por su valor mercantil, el muralismo propone construir nexos entre arte, individuo y sociedad”.

En el 2008 surge la idea de pintar una parte del frente del negocio ubicado en la avenida 32 entre 10 y 11 de Santa Teresita. Después de varias conversaciones con artistas plásticos acostumbrados a realizar grandes murales en la vía pública incentivan a Carolina Lattanzio a proyectar un mural de 7 metros de alto por 12 metros de ancho. La artista dibuja un boceto trasladando el hoy a un balneario del año 2080. Vuela la imaginación, el lápiz y los pinceles buscan los trazos. La realidad se quiebra y por ese espacio de tiempo no tiempo, presente y futuro conjugados asoman enormes edificios cuyas torres nos permiten desde una ventana acariciar una nube y quizás hacerle cosquillas al viento. En medio de todo un obrero de la construcción subido en lo alto de un andamio levantando paredes interminables. Y las avenidas deslizando sinuosidades y cruces impensados comunicando y acercándonos a lo imposible, aunque no escapa de esta mirada el refugio y belleza que aporta una vegetación generosa y con muelles pletóricos de barcos de turismo y un mar sin urgencias que acompaña y que abraza el contorno de la ciudad. ¿Será así Santa Teresita por aquellos tiempos? Se le encarga a Ricardo Emilio la realización de la pintura la que finaliza en diciembre de 2009. El tiempo se encarga del deterioro del mural, en junio de 2015, Carolina convoca a su hija María Belén para re pintar todo el mural. Trabajan durante todo el mes de junio y terminan el 23 de julio en pleno invierno, con frío y mal tiempo. Sábados, domingos, feriados eran propicios para trabajar y sobre todo cuando el sol, amigo insustituible acompañaba. Terminada la obra cada una retorna a sus actividades. Carolina Lattanzio viaja a Europa llevando aún el entusiasmo y la impronta que dejó en su percepción de artista el mural realizado, participa en la exposición Bienal de Arte Internacional de Venecia y ya de regreso ha traído en su equipaje pliegos imperceptibles que aguardan con ideas e imágenes un espacio donde plasmarse… quizás, y por qué no, un mural.

 

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