Dossier
 

“Un buen cuento no puede ser reducido, sólo puede ser expandido. Un cuento es bueno cuando
ustedes pueden seguir viendo más y más cosas en él, y cuando, pese a todo, sigue escapándose de uno.”
Flannery O’Connor, “El arte del cuento”

Es evidente que tanto las teorías como los propios cuentos de Edgar Allan Poe son una muestra acabada de los principios rectores del género. La mayoría de los críticos e investigadores literarios consideran a este autor el iniciador del cuento contemporáneo. Poe descubrió y demostró que el cuento exige rigor y que sus diferencias con la novela no sólo radican en la brevedad, sino que existen otras connotaciones insalvables. La brevedad en el cuento es la condición primera y necesaria para lograr el “efecto”.
El efecto radica en ese golpe de extrañeza certero, la provocación que la obra logra crear en el lector más allá de sus impresiones. El efecto, en resumen, es lo que hace el corpus del cuento. Aspecto más importante y significativo que la elaboración de una trama novedosa, o la expresión de ideas particularísimas. Esto es lo que nos quiso transmitir Poe. La necesidad insalvable de cómo el escritor debe plantearse, en el momento de la creación de la obra, el efecto que busca producir, sin dejar por ello de tener siempre presente el lugar hacia donde se dirige la historia (el final). Tendrá pues que manejar los hilos de la trama de modo tal que la graduación de la misma gire en torno a ese efecto que determinará el ritmo y tono del resto.

Según refiere Poe. “Por mi parte prefiero comenzar con el análisis de un efecto. Teniendo siempre a la vista la originalidad. Me digo en primer lugar: de entre los innumerables efectos o impresiones de que son susceptibles el corazón, el intelecto o más (generalmente) el alma ¿cuál elegiré en esta ocasión? Luego de escoger un efecto que en primer término, sea novedoso y además penetrante, me pregunto si podré lograrlo mediante los incidentes o por el tono general – ya sean incidentes ordinarios y tono peculiar o viceversa, o bien por una doble peculiaridad de los incidentes y el tono–. Entonces miro en torno (o más bien dentro) de mí, en procura de la combinación de sucesos o de tono que mejor me ayuden en la producción del efecto”.
El efecto debe ser único, y entendido como una experiencia emocional que busca someter al lector imaginativa y espiritualmente. El efecto busca cierto modo de secuestro momentáneo del lector cuyo fin inmediato es seducirlo. El artista literario si es hábil, ordenará y elaborará los incidentes, luego de concebir el efecto. Así inventará, combinará de la manera que mejor lo ayude a lograr ese efecto preconcebido. Además de esto el efecto debe estar sustentado por tres pilares fundamentales del cuento: la intensidad, la tensión y la significación. En el cuento se llama intensidad a aquello que consiste en la eliminación de todas las ideas o situaciones intermedias, rellenos, frases de transición. Cada palabra debe confluir, concurrir al acaecimiento, a la cosa que ocurre y no constituirse en alegoría, generalizaciones psicológicas, filosóficas o didácticas. Esta economía del texto despliega el abanico de la tensión, cierto ritmo de pulsación interna que provoca lo imprevisto de lo pre visto. De allí que se rechace la retórica, el lenguaje florido y se exija un lenguaje condensado, agudo, sobrio y directo. En cuanto a la significación, se alude al carácter simbólico o metafórico del cuento que esconde tras su significado aparente otro sentido oculto y sugerente. En síntesis, el efecto es el aspecto central del cuento que compromete tanto a la forma, pues busca conscientemente crear una impresión en el lector y que el escritor logra sobre la base de recursos literarios, como al fondo donde el efecto se fundamenta en elementos y vivencias profundas que serán transmitidas al lector.


El cuento y la unidad de efecto - por Marta Mutti