Dossier
 

 

La palabra es el puente entre los seres
humanos para acercarlos y compartir lo
trascendente de cada uno en una única
dirección que no es otra que la de la vida.

La literatura es una sola me dirán. Es cierto. Pero como en todas las cosas que crea el hombre existe el centro y la periferia. Algunos apuestan por aquél y otros por ésta. Cabe señalar, además, que el centro y la periferia no son la misma cosa para todos. Entonces, las diferencias están presentes desde siempre.
A pesar de ello, observo a través de mi corto recorrido literario que nos quiere abarcar una “literatura” de la desesperanza, pesimista, desconfiada del hombre, quejosa hasta el hartazgo, sin siquiera acercar una luz, pequeña aunque más no sea, para el que lee. Porque hablo como lector, como quien perturbado por la realidad circundante, sobre todo la que nos aqueja como argentinos, que por cierto no es placentera ni mucho menos, creo tener derecho a atisbar una salida superadora que nos aleje de la medianía que nos rodea. Frente a este planteo, buscaba ¿algo distinto? ¿algo nuevo? Tal vez así fuera y hallé las “Crónicas de Narnia” una colección de siete novelas de fantasía. Su autor Clive Staples Lewis (Belfast: 29-11-1898 – Oxford: 22-11-1963), comunmente conocido como C.S. Lewis fue un escritor y académico irlandés.
La obra, que conozco parcialmente, me fascinó. En ella están el hombre con todas sus luces y sombras. Están presentes el bien y el mal. A partir de allí se desarrolla un juego que nos comprende a todos, donde la solidaridad, el egoísmo, la soberbia, el querer ser lo que no se puede ser, se muestran en un abanico de protagonistas que ofrendan su fragilidad humana, en uno u otro sentido.
La urdimbre fantástica de la saga abreva en un sentido trascendente de la humanidad. Finalmente, nos ofrece ¿el remedio? ¿el recurso? ¿el refugio? para aunque más no sea gritar en soledad y con alegría: ¡Existe algo más, a pesar de todo!
No significa un optimismo tonto, chato, sin alcance, sino que hay que trabajar para alcanzar la certeza de la trascendencia. No se trata de esperar sin cuestionar, sin luchar por la palabra como vehículo de acercamiento, formación y crecimiento de las personas.
No debemos permitir que el peso de la palabra incline su balanza en forma negativa, que terminemos siendo esclavos de la duda crónica, del pesimismo a ultranza, de la negación de los valores que nos atañen a cada uno. La palabra es el puente entre los seres humanos para acercarlos y compartir lo trascendente de cada uno en una única dirección que no es otra que la de la vida. No puedo dejar de ofrecer lo que me ha sido dado, porque me ha sido dado para compartirlo y propender al crecimiento de los demás. En este sentido, que es muy caro a mi entendimiento, es que C. S. Lewis con sus crónicas ha presentado un trabajo ejemplar que enfocado a la infancia desarrolla una hermosa visión de la Humanidad, buscando cultivar (en el sentido más amplio del término) con acierto el alma joven y no tan joven a la que se dirige.
Las siete novelas que conforman de las Crónicas de Narnia son: El León, la Bruja y el Ropero (1951) El Príncipe Caspián (1951) La Travesía del Explorador del Amanecer (1952) La Silla de Plata (1953) El Caballo y su Niño (1954) El Sobrino del Mago (1955) La Última Batalla (1956) Finalmente, quiero agregar que C. S. Lewis perteneció a la noble tradición de la lengua inglesa, al igual que otros nombres como Bertrand Russell o Carl Sagan, que dado que entendían de qué estaban hablando, no se ocultaban en lenguajes retorcidos y cultivaban el hábito de escribir claro.

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“El arte es saboteado por el absurdo”, decía el autor de “Esperando a Godot” Samuel Beckett

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¿Qué literatura me atrae? - por Luis Elorriaga