“Quizás haya una sola condición para devenir
sabio, para encarnar la vida concientemente,
vitalmente: hacerse vulnerable a ella, exponerse a
lo que nos trae, padecer los que nos ofrece:
dejarnos tocar. Permanecer cercano a su temblor
inicial, a la vida antes de separarse de ella misma,
antes de transformarse en nuestro plan, en nuestro
proyecto, en eso que suele ser mero interés o
usufructo, eso que más que vivir es funcionar.”
(Hugo Mujica, Revista Viva, 11/5/2003)
A este autor argentino, nacido en 1942, lo había
conocido a través de artículos periodísticos y alguna
entrevista y me había sentido atraída no sólo por la lucidez
de sus observaciones sino, sobre todo, por su capacidad de
expresar opiniones que resumían en sí mismas diferentes
perspectivas y estaban preñadas de reflexión interna. Tal
vez por esto sus conceptos revelaban una hondura libre de
moldes impuestos y eran a la vez una invitación a pensar.
Narrador, artista plástico, ensayista y poeta, su obra
abarca temas antropológicos, filosóficos y místicos y da
cuenta de sus viajes, de sus estudios y actividades culturales.
Pero por otro lado, este universo de palabras abreva en aguas
aún más profundas: durante siete años guardó silencio como
monje trapense.
En lo personal, fue esta última circunstancia la que me
sedujo particularmente para conocer su obra poética. Pese
a que prefiero no acceder a los textos dependiendo de claves
biográficas, en este caso la relación “silencio-palabra” me
parecía que podía contestar a una pregunta más amplia que
tanto la lectura y como la escritura plantean eternamente: ¿de qué está hecha la palabra literaria?
Si quisiéramos responder a esto, básicamente podríamos
hablar de dos perspectivas: una, extralingüística, que ubica
al texto en un momento histórico, y regula, a través de
valores y normas que influyen en la práctica, qué es lo que
se lee como literario, qué es literatura, y cómo son las
relaciones que se entablan con la cultura y la sociedad.
Desde este ángulo, el autor forma parte de ese entramado
ideológico frente al cual se ubica de una manera personal e
irrepetible y que, inevitablemente, se proyecta en su obra.
Por otro lado, una perspectiva intralingüística, que guarda
una estrecha relación con la anterior problemática, plantea
las particularidades que se juegan en el interior de la lengua
y que determinan el carácter ficcional y estético de la
literatura. En este aspecto es posible observar la creatividad
del autor desplegada en sus personales elecciones de
estrategias y recursos con las que construye el texto.
Jakobson, para definir la especificidad de lo literario,
parte de estudiar el lenguaje en relación con la variedad de
sus funciones en la comunicación lingüística: dentro de
ellas, la función poética2 se caracteriza por tener como
aspecto dominante el trabajo sobre el mensaje, sobre la
palabra misma que ya no está limitada a ser un simple
vehículo de significados sino que se expande en toda su
potencialidad expresiva y compromete tanto su aspecto
material, fónico, significante, como el plano del significado: “La supremacía de la función poética sobre la función
referencial no oblitera la referencia (la denotación), pero
hace que sea ambigua.”
De este modo, el carácter estético de la literatura implica
un trabajo sobre la palabra que altera, transforma y amplía
las características y usos del lenguaje. Por su parte el lector,
re-construye y actualiza el sentido del texto con la singular
apropiación que realiza en su acto de lectura. Por eso la
literatura, ya se la mire desde la producción o la recepción,
es una experiencia, una práctica, una matriz inagotable de
preguntas y respuestas que se sostienen entre el
pensamiento y la sensibilidad.
Todo esto es posible encontrar en los poemas de Hugo
Mujica. El abismo de la polisemia se apoya en la palabra
desnuda, mesurada, liberada de todo adorno inútil pero
que llega hasta las más hondas cuestiones existenciales. La
materialidad de la palabra se reviste de fragilidad para ser
atravesada por una reflexión casi mística: se trata de una
poesía que apenas “dice”, que registra el instante, el punto
en donde la referencialidad casi se pierde y logra imponerse
el silencio con su cúmulo de infinitas significaciones. Entonces, es el gran momento del lector: entre las
provisorias certezas de la condición humana surge la
posibilidad de renacer a través de la experiencia poética,
de completar el juego semiótico que ha abierto la obra. El
lenguaje apenas roza la imposibilidad de expresar y abre el
abanico de significaciones para que el lector co-cree el
encuentro de la trascendencia con la humanidad.
En oportunidad de buscar la producción literaria de
Mujica, encontré ediciones de difícil acceso y distribución
escasa, pero di con un pequeño libro de poemas cuyo
sugestivo título me indicó que estaba en el camino de mis
expectativas: Sed adentro. Afortunadamente, Seix Barral ha
reunido en un volumen reciente, por primera vez, los
poemas que Hugo Mujica produjo hasta la fecha4 y que
podrán ser disfrutados por quienes gusten de este género.
En estos tiempos repletos de ruidos y aturdimientos, “la
cultura contemporánea destruye el silencio, que es la
condición primera y fundamental de la palabra genuina, la
que viene de lo necesario y lo íntimo y no es simple resorte
de respuesta mecánica”5. Por eso, la palabra poética desafía
la cultura masificante, el pensamiento establecido y abre
un camino, no el único, claro, hacia una conciencia crítica.
POEMAS:
3.
hilos de aguas
las redes del viento
hendiendo acequias
caigo
¿de qué naceres es lluvia
ya tan larga sed?
(Brasa Blanca, 1983)
29.
hasta poder llegar donde uno está
hasta vaciarse de tanto aquí
(Responsoriales, 1986)
12.
ángel de arena
internándose en la marejada,
o frente al espejo
donde la ilusión de vernos mira
la ilusión de ver
- un vidrio es transparente
cuando no transparenta nada-
(Escrito en un reflejo, 1987)
Donde me digo
En lo alto no se baten
las alas
ni en el silencio
se nombra al silencio.
De dios no sabemos nada
esa nada hiende
todo saber,
esa hendidura es lo aprendido
la ausencia que queda,
la huella donde me digo.
(Sed adentro, 2001)
Hugo Mujica: la palabra nacida del silencio - por María Angélica Basualdo (Lic. en Letras e Investigadora de la UBA)