Mariana Enríquez.
Con ojos de lector
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Juana Rosa Schuster
Un policial en el que de forma encadenada, King entrelaza dos dramáticas historias cuyos ejes son el desequilibrio psíquico de un criminal de masas y un inspector de policía retirado. No hay elementos supernaturales como en “Cementerio de Animales”.
Es una guerra entre el bien y el mal. Un retrato inolvidable de la mente de un asesino obsesionado y demente.
Influyen en Brady los recuerdos horrendos de infancia con una madre alcohólica e incestuosa.
Justo antes del amanecer en una decadente ciudad americana, cientos de personas desocupadas esperan la apertura de la oficina de empleo para reclamar uno de los mil puestos de trabajo que se anunciaron.
Han estado allí durante toda la noche. Acorralados por la crisis económica, madres con bebés, inválidos y todo tipo de gente que busca una salida a su falta de dinero. De repente, un auto Mercedes robado surge como un espectro de la neblina fría en esa madrugada inexplicable.
El conductor atropella y aplasta a todos los que están en su dirección. Da marcha atrás y vuelve a embestirlos. El delincuente huye después de haber matado ocho personas. Quedan quince heridos.
Entre los muertos hay una joven madre soltera y su pequeña de pocos meses.
Semanas más tarde Bill Hodges, el oficial antes mencionado, de 62 años recibe una carta de quien asegura ser el autor de la matanza.
Brady amenaza con intentar un segundo desastre de esa naturaleza.
Hodges vive con el objetivo de capturarlo. Se involucra en la investigación a pesar de arriesgar la vida y la de su amante Janey, quien es asesinada.
El suspenso es trabajado con la habilidad de un trapecista que sabe que no puede dar un paso en falso.
Gracias a los diálogos del inspector con aquellos que desean ayudarlo, la inquietud del lector va “in crescendo”. Cuenta con personajes como el simpático y eficiente muchacho de color quienes guían Hodges en la ardua tarea.
La herramienta del frecuente uso de las conversaciones, fomenta al leerlo la credibilidad de los hechos. Cada una de ellas cobra dimensión hasta escaparse de las páginas.
El manejo de los personajes está desarrollado con un brillo superlativo. Éstos cambian de identidad a través de disfraces. Todo es válido en esta trama para dar una sorpresa tras otra.
Las heridas del sádico Brady tardan en cerrarse, aún gotean y se infectan en las veladas de recuerdo y rencor.
¿Por qué existe el sacrificio de víctimas inocentes y por qué hay algo que persiste, insiste y se resiste a cambiar en la condición humana?
Es la pregunta que Stephen King deja sin respuesta... pero, ¿Es factible que nos involucre?
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