El non-fiction es un género donde se entrecruzan el
periodismo y la literatura. Un espacio donde el autor
denuncia o da a conocer un suceso real.
De ahí su nombre: non-fiction o no-ficción. Un relato
basado en un hecho real, para cuya conformación el autor
debió llevar a cabo una extensa investigación: documentarse,
entrevistarse con testigos, visitar los lugares donde se
enmarcaron los sucesos, etcétera.
Generalmente el autor persigue un objetivo; reparar una
injusticia. No escribe como artista, sino como periodista o
investigador. Utiliza las técnicas de la literatura,
combinándolas con las del periodismo, para denunciar un
hecho, develar lo oculto, dar la palabra a las víctimas y
señalar a los perpetradores para que sean ajusticiados.
Es a partir de las técnicas que utiliza que puede tomar
cierta distancia de lo que narra y lograr cierta objetividad
en el relato.
De cualquier forma, podríamos preguntarnos, ¿qué es
la objetividad? ¿Y qué es lo que hace que un relato sea
objetivo?
Comenzaremos por dar una definición a este concepto
que tanto circula en la red de discursos de las ciencias y el
periodismo.
Definiremos objetividad, en el caso específico de la noficción,
como un efecto en el modo de narrar que da un
sentido de verosimilitud, o parecido con la realidad, a lo
escrito.
Esta verosimilitud es lograda a partir de los diferentes
recursos que el autor presenta en su obra y la forma en que
los trata.
Por ejemplo, Rodolfo Walsh, en Operación Masacre, para
acercar al lector a la historia que relata, crea tanto un
narrador externo, que cuenta lo sucedido a las víctimas:
unos fusilamientos clandestinos ocurridos en junio de 1956,
durante el segundo gobierno de facto, como un narrador
protagonista que constantemente cita sus fuentes para el
relato y describe los pasos de la investigación que lleva a
cabo.
A partir de esto, no sólo busca presentar la historia lo
más similar posible a la realidad, sino que además ésta se
vuelve una recolección de citas de testimonios, artículos
de diarios (con el objeto de mostrar cómo la información
era filtrada en aquella época), comunicados
de radio, etcétera, que
la vuelven una sólida
argumentación repleta
de pruebas que señalan
con claridad a los
perpetradores del
fusilamiento.
Otro de los exponentes del género que sería necesario
nombrar para contraponerlo frente a Walsh sería Truman
Capote. Éste, en su obra A sangre fría, relata tanto el
asesinato de una familia del pueblo de Holcomb en Kansas,
EE.UU., como el procesamiento y el linchamiento de sus
homicidas. Además, abunda en detalles de la vida de los
integrantes de esa familia y de los criminales.
Así como Walsh, cita constantemente testimonios de
los personajes. Pero a diferencia de éste, no crea un narrador
protagonista, sino que crea un narrador externo, que nunca
se refiere a sí mismo ni se involucra en la historia. A través
del relato adopta el punto de vista de los distintos personajes,
describe lo que piensan y sienten. Si bien para lograrlo
Capote debe haber realizado una profunda investigación y
haber tenido entrevistas con los protagonistas, tanto como
Walsh, omite relatar en su novela el proceso de investigación.
Borra su presencia en la historia, con la
intención de ser objetivo y dar una reproducción de la
historia lo más fiel a la realidad de los protagonistas.
Para acentuar esto, también se dedica a la descripción
minuciosa de los escenarios del asesinato.
Es a partir de las diferencias encontradas en estos autores
que podemos plantear, en este breve ensayo que precisa un
desarrollo más profundo, que no hay un criterio establecido
para dar mayor verosimilitud a las historias, para decir qué
rasgos particulares hacen ser a un relato “objetivo”, sino
que cada autor se maneja bajo criterios propios para crear
la objetividad y que esto puede variar hasta a través del
tiempo y de sus obras.
En síntesis, podríamos sostener que en el género de noficción
las posibilidades que tienen los autores para construir
la objetividad son múltiples.
La objetividad en el non-fiction - Por Matías Alberto D'Angelo