Apuntes Literarios
 

 

Bajo las arenas del tiempo todo se moviliza y este año al cumplirse ochenta años de la muerte de Franz Kafka, la ciudad de Praga y el pueblo checo le rinden homenaje. En cierto modo el mismo tiene sentido de reparación histórica, ya que durante mucho tiempo la República Checa mantuvo en la distancia de la indiferencia a uno de sus hijos más dilectos. Kafka nació en Praga, en el seno de una familia de comerciantes judíos de lengua alemana. Motivo por el que los checos lo consideraron alemán y los alemanes: judío. Circunstancias que unidas a la mala relación con su padre, fomentaron en el escritor fuertes sentimientos de inseguridad, que derivaron en el autoexilio.
La obra de Kafka vio la luz después de la muerte de su creador y no por voluntad expresa del mismo, sino como tributo y prueba de amistad. No fue el deseo de Kafka mostrarse ante el mundo. Tal vez porque temía anticipar desde su ficción ciertas pautas inherentes a las conductas del hombre.
La soledad, la frustración, la sensación de angustia infinita, el sentimiento de claustrofobia existencial y la relación con su padre, están comprendidos en sus cuentos y novelas. Muchos de ellos dejados en estados de abandono hasta su muerte y más tarde rescatados para la posteridad por su amigo y biógrafo Max Brod. Los textos de Kafka se leen hoy como metáforas por excelencia a las que se debe analizar e interpretar. Situación que deriva en conclusiones diferentes pero cuya significación estará lejos de ser antitética.
Leemos con frecuencia que su escritura tiene contornos parabólicos, eso significa que sus escritos metaforizan la relación del ser dentro de entornos esenciales como la familia, la religión, el sexo, la culpa, los miedos y el poder(entre otros). Precisamente esa particularidad logra siempre tras cada imagen y cada situación un posible punto en común con el lector.
Así la significación y el contenido de cada relato se hace mayor en relación al número de lectores.
Lo que hoy es dado en definir como kafkiano, tiene que ver con el escenario del mundo del ayer, del hoy y del mañana en el que cada ser tiene arte y parte. Y es allí, donde junto al desempeño de su rol autodetermina su destino. Es decir: cada quién es causal de su enjuiciamiento, de su indulto y ó de su condena.
El Proceso, La Condena y La Metamorfosis son el epicentro de todo lo expuesto. Los personajes de Kafka no parecen distinguir entre realidad o sueño. No entienden o no quieren entender lo que les pasa. De la mano de su creador a través de sutiles mecanismos se descubre cuán evidente y real puede ser de pronto lo absurdo y viceversa. La visión distorsionada de los personajes y de las situaciones desde su núcleo, buscan mostrar con minuciosidad al hombre como sujeto dependiente de la sociedad.
Así el individuo de El Proceso no termina de creer que haya un tribunal que lo juzgue y acaba por autoinculparse.
De la misma forma en La Metamorfosis podemos ver cierta multiplicidad simbólica en la caparazón quebradiza del escarabajo humano y en la podredumbre de la manzana; imágenes que pueden hablar del miedo al mundo exterior, la discriminación, la aversión al matrimonio, la condena moral, los deseos reprimidos. Dios y el diablo a un mismo tiempo.
En La Condena durante el tiempo que dura una discusión, el hijo deja de ser una persona segura de sí misma, dueña de una confortable situación de prometido y heredero y acepta la condena de su padre que le ordena tirarse al río que pasa por delante de su casa. Se va del todo a la nada.
La producción de Kafka fue concebida para decir permanentemente algo más allá del significado, lo que está detrás de las fronteras de lo simbólico. Susceptible a cualquier interpretación, paradójico como lo dijimos al comienzo para alguien que había decidido quemar toda su literatura. Los personajes tienen escaso elemento corpóreo, muchas veces ni nombres propios sino el de su función: viajante, oficial, párroco, o representados con una inicial. Son seres sin demasiados atributos humanos y por lo tanto demasiado humanos cumpliendo un rol abstracto dentro del relato, marcando el vacío de la propia existencia (¿un mensaje a los hombres de los tiempos siguientes?). En el universo kafkiano las acciones humanas parecen no obedecer a otra lógica que la del deterioro de toda convivencia civilizada, lo cual conduce a la destrucción de la propia especie sometida a un poder absoluto y secreto que rige la libertad y la vida mediante
leyes que el mismo ser humano ignora.


“Quienquiera que cultive la fantasía en el arte está un poco loco. Su problema estriba en hacer interesante esa locura”.
François Truffaut


El Buitre
Franz Kafka

Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.
Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-Estoy indefenso -le dije- vino y empezó a picotearme, yo le quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.
-No se deje atormentar -dijo el señor,- un tiro y el buitre se acabó.
-¿Le parece? -pregunté- ¿quiere encargarse del asunto?
-Encantado -dijo el señor-; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil ¿Puede usted esperar
media hora más?
-No sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí-: por favor, pruebe de todos modos.
-Bueno -dijo el señor-, voy a apurarme.
El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.

Traducción de Jorge Luis Borges


Desde el universo kafkiano - por Marta Mutti