Los temas y los motivos que recurren en la literatura de
una cultura no hacen más que ilustrar el perfil de la misma.
En la literatura norteamericana, por ejemplo, el tema del
escape es uno de los más frecuentes y el porqué de esta
recurrencia está arraigado en la historia de dicha cultura.
Si nos remontamos a las primeras colonias del
continente norteamericano, veremos que fueron formadas
por aquellos Puritanos que huían de una Inglaterra que los
marginaba por motivos religiosos. Así llegaron al Nuevo
Mundo a principios del siglo XVII a bordo del Mayflower,
en busca de un lugar donde formar una sociedad mejor, la “tierra prometida”. Sin embargo, este viaje tan
trascendental, que daría origen una nueva nación, fue tan
sólo el primero de muchos viajes al Oeste que realizaría el
incansable norteamericano. Si bien estas primeras colonias
tuvieron asentamiento en la costa este del continente, todo
el oeste se les abría como una hoja en blanco llena de
posibilidades nuevas, aunque desafiante y duro.
Lo cierto es que el inconforme norteamericano encontró
más allá de la frontera occidental un lugar donde empezar
de nuevo y donde realizar sus sueños. Fue poblando todo lo
ancho del continente hasta llegar eventualmente al Pacífico. ¿Se detendría aquí? ¿Se le truncarían allí sus sueños? ¿Terminaría allí su eterna búsqueda de la sociedad ideal?
Tal vez la llegada del hombre a la luna encierra la respuesta
a estas preguntas. Tal vez ese viaje a la estratosfera le haya
devuelto al inquieto norteamericano un nuevo oeste, una
nueva puerta en esa frontera con la eterna posibilidad de
empezar de nuevo.
La literatura norteamericana en forma recurrente
precisamente ha sido y es el espejo de ese escape de lo viejo
hacia lo nuevo. Los viajes aparecen entonces como una de
las formas más típicas de escape, aunque no la única como
veremos luego. Como ejemplo más claro podemos citar el
de Huck, en Las Aventuras de Huckleberry Finn (1959) de
Mark Twain, quien navega con el negro Jim en una balsa
por el río Mississippi escapando de una sociedad que
pretende educarlo y civilizarlo, a la vez que lo restringe y lo
sofoca.
Mucho más arduo, y hasta desesperante, es el viaje que
emprenden los Joads rumbo a California desde Oklahoma
por la Ruta 66 en busca de trabajo, en Las Viñas de la Ira
(1939) de John Steinbeck. La novela describe a través de
la historia de esta familia, la masiva migración al oeste de
los campesinos sureños luego de perder sus tierras en manos
de los bancos acreedores, cuando sus cosechas quedaron
arruinadas por las tormentas de polvo en la década de 1930.
Sin embargo el viaje no es el único medio utilizado para
ilustrar la temática del escape. La muerte, y más
precisamente el suicidio quizás, representa otro escape
también muy recurrente. Una de las muertes más
impactantes sea quizás la de Willy Loman, al final de la
obra de teatro La Muerte de un Viajante (1949) de Arthur
Miller, quien después de perder su trabajo a la edad de 63
años, resuelve quitarse la vida para que sus hijos cobren el
dinero del seguro y así seguir en esa lucha por conquistar el éxito en la sociedad capitalista de los Estados Unidos de
fines de los años 40.
Podríamos aludir también a aquellas heroínas para
quienes la muerte resultó ser la única vía de escape posible
de una sociedad patriarcal que las reprimía y las sofocaba.
Este es el caso de la Sra. Pontellier quien se interna en el
mar, al final de la novela corta El Despertar (1899) de Kate
Chopin, tras su vano esfuerzo por romper con aquello que
la sociedad tenía deparado para ella. De la misma autora
podríamos citar el caso de Louise, del cuento “Historia de
una Hora”, a quien “la alegría la mata” al enterarse que su
esposo finalmente no había muerto en aquel trágico
accidente como supo creer durante aquella hora.
Por último, mencionaremos la locura como otro medio
de escape de la realidad. Podríamos aquí hacer referencia a
la trágica historia de la niña negra Pecola Breedlove, en la
novela de Toni Morrison Ojos Azules (1970), quien se refugia
en su mundo de fantasía para poder ser poseedora de los
ojos más azules y así tal vez soñar con poder ser tan amada
como su idolatrada Shirley Temple.
Definitivamente no son éstas las únicas formas en que
los personajes de la ficción norteamericana han roto con
aquellas ataduras sociales que los reprimen, obligándolos a
resignar sus sueños. Muchas otras formas de evasión de la
realidad pueden ser analizadas, como la adicción al alcohol
o a las drogas, o el refugiarse en el fanatismo religioso.
Es interesante ver cómo la literatura de un país se
esfuerza por reflejar, o simplemente repite inconscientemente,
el perfil y los valores de dicha cultura
haciéndolos evidentes. Hace falta simplemente bucear en
su historia para desentrañar lo que poetas y escritores vieron
y expresaron de su tiempo, dejando el testimonio de sus
obras como legado para resto de la humanidad... Sea pues,
para avalar o rechazar valores, para apreciar y comprender,
para criticar en el amplio sentido del término, es necesario
conocer e investigar para por fin descubrir. Y por sobre todo
disfrutar del hermoso proceso que supone el saborear la
literatura.
La temática del escape en la literatura norteamericana- por Ximena Espinosa