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Pangea

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” (Augusto Monterroso)

por María Del Carmen Cárdenas *

ormía. Pero necesitaba lanzar grandes bocanadas. Hacia dentro y hacia afuera, algo le impedía respirar. Se irguió confuso y lento.
Presenció cómo, sin control, habitantes del suelo y del aire, grandes y chicos, se agredían, se devoraban, huían con pavor, huérfanos de principio y de final. Se alzaron grandes lanzas de tierra para resistir la invasión y al momento cayeron ahogadas en abismos recónditos.
Formas extrañas flotaban sobre la espuma regada por el infierno. Negras siluetas que intercambiaban sombras en un rito mortal.

Pangea

Su mirada se volvió gris sobre gris. Su piel, un erizo encrespado. Comenzó a saltar grietas en intentos desesperados por fugar de esa ola gigante que cubría sin piedad su territorio.
Alcanzó una planicie y se refugió en ella. Frente a él, sin saberlo, una Era desaparecía.
Testigo retenido por la Justicia de los tiempos, cerró los ojos para caer en un profundo sopor inmóvil, a la espera de la energía que lo levantara de esa pesadilla.
Sus oídos percibieron a The Amoeba People en el reloj despertador pero caminó unos segundos por esa cornisa que separa el sueño de la realidad. Osciló, entre esos dos mundos paralelos sin saber con cuál quedarse.
Hasta que la magia de QUEEN desde su celular lo sacudió como un relámpago.
-Venite ya-, urgieron desde la redacción.
Salió disparado con su Tablet y la cámara. Después de asistir a una conferencia en Los Barrales había viajado por la costa patagónica tan al sur como pudo. Muchos puestos de control y estruendos, enormes piedras que emergían del agua, animales huyendo de sus cuevas y el silencio de las aves le advirtieron sobre situaciones extrañas que no entendía.
-¿Qué pasó ahora?
Le contaron que un Tsunami barrió ciudades y todo cuanto encontró a su paso. Sismos imprevisibles abrieron suelos. Shopings de diamantes, se derrumbaron como castillos de arena en playas de cuentos.

Que se activaron volcanes dormidos en Los Andes y una espesa placa de cenizas cubrió Villas, bosques, árboles milenarios y flores exóticas. Escuchó que los buques encallaban contra las pirámides y contra los moaires. Remedos de humanos peleaban míseros por abrigo o comida o trataban de escapar despavoridos.
Emergían cordilleras desde las profundidades del Atlántico que se desvanecía entre antiguos barcos, submarinos olvidados, creaturas míticas que hacían su regreso de los tiempos.
Desde el helicóptero que ondulaba a merced de los vientos, recordó a su abuelo: “el loco Alfred”, lo llamaban Las placas a la deriva. Su tumba en la helada Groenlandia. El reconocimiento tardío de su teoría.
Descendió. Un viento gélido penetró sus huesos y clavó en su cerebro golpes filosos como de un hacha de piedra. Una niebla de horror y miedo por las noticias que circulaban en medios y redes cubría todo el panorama. Cuando llegó al lugar indicado para cubrir la noticia tuvo que abrirse paso casi a golpes por el caos y la conmoción.
Frente a él, la criatura estaba dormida. Entre fogonazos de cámaras, arpones que los marineros esgrimían por temor a ser atacados, alaridos de animales y gritos de turistas y lugareños atónitos por la aparición.
Mientras el periodista se acercaba, comenzó a abrir sus ojos.
Alfredo quiso creer que aún estaba en una pesadilla y cerró fuerte los suyos.
En ese instante, el simpático Gasparinisauracincosalten se vio que aún seguía allí y Alfredo entendió que ambos, habían quedado atrás.
El círculo del tiempo trazaba un nuevo punto en su evolución.

...

* María Del Carmen Cárdenas. Nacida en San Martín. Docente y abogada. Egresada de la Esc. Normal E.E.U.U. de S. Martín y de la Facultad de Derecho. de la UBA. Prof. Inglés. Ex funcionaria ANSES. Integra Grupo Avatares. Escritora con publicaciones en diferentes géneros literarios. Poeta y narradora de raza.

 

 

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