Los últimos
por Gonzalo López Almada *
“Ya en la corriente del Estigia es tarde para arrepentimientos, hemos de mirar los ojos turbios de Caronte y enfrentarnos a nuestro destino”
n la oscuridad del cuarto se escuchaban las respiraciones, una luz que colgaba del centro de la habitación, dejaba ver algunos rostros que rodeaban una mesa. Un rostro de monstruosas ojeras dijo –Debemos hacerlo… –Se hizo un silencio de muerte. La manga de un saco secaba una frente sudorosa. Otro rostro sepulcral dijo –Nos quedamos sin recursos… –La habitación pareció volverse más oscura. Un sismo se dejó ver a través del movimiento de la luz que proyectaba una lámpara desde el techo. El oxígeno se había transfigurado en desesperación, y aquellos respiraban profundamente. Otro languidecido rostro preguntó ¿Cuánto tiempo tenemos?
–Nuevamente no contestó nadie. Responderle era como un embrujo, una profecía de mal agüero que todos temían, pero era indecible.
El que fue un sismo al principio, era ahora un temblor de mayor magnitud. En la habitación se escuchó un llanto, algunos alaridos que provenían de un miedo terrible y también una voz dijo –Posiblemente seamos los últimos –Alguien dijo –Hagamos silencio. Otro dijo –¿Por qué silencio? ¿Qué sentido tiene? –Pero ninguno gesticuló palabra alguna.
–Abramos la puerta –Se oyó en la voz de un viejo. Y la puerta permaneció cerrada, y algunos olores eran inmundos. Una voz errática que intentaba alumbrase con la luz de la caprichosa lámpara, advirtió –Aquí hay algunos que ya están muertos… –A lo que nadie contestó –La desesperación del sí mismo del hombre, toma forma de realidad de la más terrible y kierkergaardiana manera. En lo profundo de los corazones ya habían perecido. Un agrietado rostro de monarca con insípida voz, se despedía –¡Hasta aquí llegué yo! –y el sonido que acompañaba el saludo era el de un desgarro y líquido que parecía derramarse.
El temor llevó a algunos hombres a volver acercarse a la mesa. –Seguimos vivos –Expresó uno con una sonrisa nerviosa y pareció tomar asiento. –Sobrevivimos … –dijo suspirando otro pálido rostro. Una voz femenina quedó debajo de la luz blanquecina del candil y espetó
–Soy la última mujer –Y se extendió para tomar el cable de la lámpara y observar a su alrededor. Al ver a todos muertos con sangre brotando de sus ojos y bocas, tembló, y enrosco el cable en su frágil cuello y se dejó ir al Reino del Hades.
...
* Gonzalo López Almada, nació en la ciudad de Córdoba, pero vivió hasta sus dieciocho años en San Francisco, ciudad aledaña. Luego retornó a Córdoba donde comenzó sus estudios en la facultad, primero en historia que dejaría para comenzar con psicología, profesión que ejerce en la actualidad. Sus estudios de historia lo llevaron a degustar de la literatura clásica y universal, y luego a la redacción de varias novelas que posee aún si publicar como Gisandría, que estará muy pronto a disposición del público. Con sus estudios en psicología amplía sus conocimientos en filosofía, interrelacionando esto último con la fenomenología y la metafísica, realizó sus diferentes escritos.
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